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Reportaje:

Visitas al payaso del parque

El acuarelista Luis Larrinaga realizó la escultura de homenaje a Tonetti en Bilbao, sin contar con experiencia

Desde Santutxu baja a menudo para ver la escultura en bronce del payaso Tonetti que hay en el parque de Doña Casilda en Bilbao. La mira y remira, porque fue él quien la realizó, veinte años atrás. Se trata de Luis Larrinaga Ibarra (Bilbao, 1923).

Nunca hasta entonces había probado en el campo de la escultura. De muy joven lo suyo eran las miniaturas. Expuso en Barcelona en cuatro ocasiones y una en Madrid. Luego su quehacer se extendió por las acuarelas y el óleo. Es miembro de la Asociación de Acuarelistas Vascos. Ha expuesto de manera individual en 20 ocasiones. La última fue hace 10 años. Pero donde realmente se tornó conocido es a través de la escultura de José Villa del Río, el payaso Tonetti.

El autor reconoce que visita a menudo su obra y habla con el amigo desaparecido

Nos narró cómo se sucedieron los hechos. Después de la misa funeral por el hijo de Tonetti, muerto en un accidente, se pensó en hacer un monumento al payaso. Empezaron a buscar al escultor que fuera capaz de llevar a cabo la idea. El propio Larrinaga, Larri, como se le conoce comúnmente, estaba en la comisión organizadora del evento. A los pocos días, sin pensarlo dos veces, dijo que él sería el escultor que buscaban.

Reconoce que fue un acto muy osado. Llamó al escultor bermeano desaparecido Alberto Uriarte. Le pidió que le enseñara cómo se hacía una escultura. Uriarte le dio una lección en vivo. Sobre barro modeló la figura de un hombre. Entonces, Larri maniobró encima. Sus dedos trazaron formas sobre el barro, puso un pegote sobre la nariz. Ese fue el inició de la escultura a Tonetti. A continuación puso todo su empeño en proyectos dibujísticos. Fueron cinco largos meses viviendo para la escultura. Luego fue transformada y llevada al bronce en Madrid, en la fundición de los Hermanos Codina.

Frente a la imagen de un hombre que va a ver, con cierta asiduidad, una obra pública suya, está la anécdota de haberse gestado desde el no saber. Una vez más queda demostrado que el arte no vale tanto por lo que define como por lo que estimula. Esos cinco meses de entrega, donde no vivía nada más que para Tonetti, a quien tanto quería, fueron determinantes.

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Reconoce Larri que últimamente le dice al payaso (a la escultura): "Te quiero, aunque estés muerto". Y lo siente desde muy adentro de su corazón. Esto quiere dejarlo muy remarcado.

Ya saben, cuando alguna vez ven a un hombre, apoyado en un discreto bastón, que parece hablarle a la escultura de Tonetti, no crean que es alguien está fuera de sí. No. Simplemente se trata de un hombre que le habla a quien sería considerado hace muchos años uno de los reyes de la risa. Nada más propio que la imagen en bronce de quien fuera un rey de la risa esté muy cerca de donde grupos de niños juegan y ríen a todas las horas del día.

Antes de despedirnos, Larri me cuenta lo ilusionado que está elaborando una escultura sobre la figura de Miguel de Unamuno. Tiene hecha una pequeña maqueta en cera. Lo primero de todo ha empezado por la cabeza, para poder entrar con fuerza en el parecido. Le está dando los últimos toques. La cabeza mide unos cincuenta centímetros. La trabaja en escayola, aunque la definitiva será en bronce.

Calcula que la altura total de la escultura de Unamuno sería de unos cuatro metros. No es un encargo de entidad oficial alguna. Es un mero capricho. "Uno de esos caprichos de libertad que son producto de la edad", aduce con socarrona y maliciosa resignación. Recuerda que para llevar adelante algo que se siente muy adentro, no tiene por qué estar pedido desde afuera.

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