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Pie de foto / 29 de septiembre de 2004 | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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El nudo de la corbata

Juan José Millás

¿Se suicidó o no se suicidó este hombre? Lo ignoramos. El pie de foto decía: "Reginald Keys, padre de un soldado británico muerto en Irak, amenaza con ahorcarse mientras Tony Blair pronuncia su discurso ante los delegados laboristas en Brighton". La noticia hablaba de la caza del zorro, pero no decía ni una palabra acerca de Reginald Keys, que continúa suspendido en nuestra memoria de la misma soga que aparece en la foto. Como nadie tiene una cuerda de ese calibre en casa, hay que suponer que la compró donde las vendan. Así que el hombre llegó y dijo póngame tantos metros de cuerda de ahorcar que me haga juego con el traje. Cogió la soga, la metió en el maletero del coche y regresó al despacho. Tampoco sabemos quién le enseñó a hacer el nudo corredizo, que es perfecto. Si se fijan, se parece a la cola de una serpiente de cascabel y no resulta menos peligroso. El nudo corredizo se llama así porque se desliza a lo largo de la cuerda hasta encontrar el cuello, sobre el que presiona en proporción directa al peso de la víctima. La fuerza de la gravedad, como la bomba atómica, no es ni buena ni mala, depende de cómo se use. Las frases hechas son estupendas para cerrar párrafos.

Contrasta la perfección del nudo corredizo con la chapuza del utilizado para sujetar la cuerda a la torre, como si el uno denotara seguridad y el otro duda; como si quisiera matarse por un lado y sobrevivir por el otro. Pero sorprende, sobre todo, la longitud de la cuerda que llega hasta la parte inferior de la fotografía y continúa bajando, quizá hasta el mismo suelo. Funciona así como un cordón umbilical que une a Reginald Keys a la tierra. Y decimos cordón umbilical porque curiosamente las cuerdas de ahorcarse tienen una textura semejante, lo que bien mirado constituye una advertencia de que todo aquello que nos da la vida nos la quita. Algunos individuos sorprendentemente avisados acerca de tal contradicción salen ahorcados ya del útero, con lo que se evitan comprar la cuerda, entrar en Internet para averiguar cómo se hace el nudo y buscar el árbol o la torre metálica de la que colgarse.

No fue el caso del hijo de este hombre, que salió al mundo normalmente constituido, aunque luego ingresó en el ejército y acabó sus días en Irak. A la misma hora que Reginald Keys se dirigía a la multitud con la soga al cuello, Tony Blair admitía ante los delegados de su partido que "las evidencias contra Sadam Husein han resultado erróneas". Pero añadía que el mundo era un lugar mejor sin el dictador iraquí. Aznar y Bush han repetido esa frase hasta la saciedad. Si les pones un micrófono delante de la boca, todavía la dicen, aunque les hayas preguntado la hora.

No sabemos si el mundo es un lugar mejor sin el hijo de Reginald Keys, pero a su padre le parece que no. Por eso ha comprado ese trozo de cordón umbilical, le ha hecho un nudo corredizo y se ha subido a esa torre metálica desde la que grita su dolor a la multitud. Lo que nos conmueve, o nos perturba, es que haya ido a ahorcarse con el mismo traje con el que va a la oficina. También nos desconcierta el hecho de que el Parlamento británico haya dedicado más tiempo a la caza del zorro que a la guerra de Irak. Perro mundo.

REUTERS

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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