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Reportaje:

El islam europeo, conflicto o integración

Europa, con una población de 15 millones de musulmanes, afronta la amenaza de un terrorismo islámico interior

Incubadora de células terroristas. Potencial cuna de una modernización del islam, gracias a los millones de musulmanes educados en los valores de la Ilustración. O ambas cosas. La presencia musulmana en Europa despierta entre los analistas opiniones heterogéneas, quizás tanto como lo son las componentes de una ola migratoria que en las últimas décadas se ha ido intensificando cada vez más y que procede de países tan distintos como Marruecos y Pakistán.

Los estudios sobre el número de musulmanes en la UE coinciden en su mayoría en situar la cifra alrededor de 15 millones, un 3,5% de la población total. Se trata de estimaciones, ya que en muchos países miembros está prohibido censar a la población según su creencia religiosa. Pero, más allá de las cifras, el flujo migratorio musulmán es evidente como el cambio que produce en los tejidos urbanos de muchas ciudades europeas.

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Ante esa dinámica, y ante la realidad de un islam que ya es parte de Europa -las segundas y terceras generaciones son una componente cuantitativamente relevante de la comunidad musulmana europea- se plantea el debate en torno a la actitud que las sociedades tienen que adoptar. ¿Hasta qué punto se debe de exigir la aceptación de los valores fundamentales europeos? ¿El respeto de la libertad de culto, que es uno de estos valores, implica la tolerancia de praxis que violan otros principios básicos? En definitiva, ¿es delito una interpretación restrictiva del islam?

Los países europeos han ofrecido respuestas distintas a esas preguntas, desde la rígida actitud francesa -simbolizada por la ley del velo-, hasta las más flexibles políticas de otros países mediterráneos. Quizás el denominador común sea que raramente hay acuerdo e ideas claras sobre qué hacer.

Mientras, las cifras crecen, empujadas por la inmigración, pero también por la fertilidad de las mujeres musulmanas, que por término medio tienen cuatro hijos cada una, frente al 1,45 de la media europea: si mañana se parara totalmente el flujo migratorio, el número de musulmanes y su porcentaje con respecto a la población total europea seguirían creciendo. Y los nuevos nacidos no serán, como sus abuelos, simples inmigrantes, sino que, ya, como sus padres y más que ellos, europeos musulmanes.

FRANCIA

Organizar un viaje a La Meca; rezar en la mezquita de la esquina; comprar carne halal en la tienda de al lado; consultar las últimas publicaciones sobre la vida de Mahoma en la librería de enfrente. La escena no transcurre en un mercado de una gran capital de Oriente Próximo, sino en la calle Jean-Pierre Timbaud, en París. Con unos 4,5 millones de musulmanes, la mitad de ellos de nacionalidad francesa, Francia cuenta con la mayor comunidad islámica de Europa. El islam es la segunda religión del país, aunque se estima que sólo el 30% de los fieles son practicantes.

En nombre de la división entre el Estado y la Iglesia, en vigor desde 1905, las autoridades francesas dejaron el control de la comunidad musulmana a los países de origen de los inmigrantes: Argelia, Marruecos, Turquía, principalmente. Tras los atentados de París en 1995 y Nueva York en 2001, Francia quiso dar una cara pública a la comunidad islámica para "acabar con el islam de las cuevas y garajes" y sentarlo "en la mesa de la República", en palabras de Nicolas Sarkozy en 2002.

El entonces y actual ministro del Interior patrocinó la creación del Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM), presentado como el espacio de diálogo entre el Estado y la comunidad islámica. El CFCM representa a 5.219 delegados de 1.230 mezquitas.

El objetivo es mantener bajo vigilancia a los musulmanes. El Gobierno prohibió el uso del velo en las escuelas, planteó la creación de un instituto de formación de imanes y ordenó la expulsión de los más radicales. Lo que más preocupa a las autoridades es el sentimiento de marginación que reina en los suburbios de las grandes ciudades, donde progresa el salafismo, considerado como el paso previo al yihadismo. Un informe de los servicios de espionaje interior estima en 5.000 los seguidores de esa rama del islam.

En dos años de existencia, el CFCM conoció varias crisis y no supo resolver las cuestiones de la atención religiosa en las prisiones, de la formación de imanes o de la organización del mercado de la carne halal.

ITALIA

El flujo migratorio musulmán hacia Italia es un fenómeno relativamente reciente. La gran parte del millón de musulmanes que viven en la península han ido llegando a partir de finales de los ochenta, cuando ya en Francia o en el Reino Unido se habían asentado comunidades numerosas. A principio de los noventa -según indican las investigaciones policiales- empezaron a llegar también los primeros yihadistas, procedentes de Argelia y Egipto.

Mientras la comunidad -compuesta en un 60% por marroquíes y albaneses- se iba estableciendo en todo el país, los terroristas eligieron como centros gravitatorios Milán y Nápoles, montando redes que siguen funcionando como centros de reclutamiento, entrenamiento y falsificación de documentos.

El desinterés de los diferentes gobiernos por la numerosa comunidad musulmana -que cuenta con 600 centros de culto- acabó tras el 11-S. La política actual del Gobierno de Roma puede definirse, en palabras de su ministro del Interior, Giuseppe Pisanu, como "la estrategia de las dos manos": una mano tendida y dialogante con los sectores moderados y democráticos de la comunidad islámica y la otra, armada, en contra de las células terroristas.

Se trata de una estrategia que se traduce en estos días en unos 23.000 hombres desplegados en tareas de prevención e investigación, en un decreto antiterrorista que endurece la legislación -para ofrecer mejores instrumentos investigativos- aprobado ayer en el Parlamento en un clima de unidad nacional, y en un proyecto para instituir la Consulta Islámica, un organismo inspirado en el modelo francés, y que el Gobierno pretende que funcione como representante de la comunidad musulmana italiana y como referente para el diálogo.

PAÍSES BAJOS

Holanda se despertó el 2 de noviembre de 2004. Aquel día el cineasta Theo van Gogh fue asesinado por Mohamed Bouyeri, holandés de nacimiento, nacionalidad e idioma materno. Condenado a cadena perpetua, Bouyeri pertenece a la segunda generación de los inmigrantes marroquíes que llegaron a los Países Bajos hace más de 40 años. La comunidad musulmana alcanza los 945.000, el 5,8% de la población total, según datos de la Oficina Central de Estadísticas. La mayoría son turcos.

El asesinato de Van Gogh por un islamista radical -el primero en la historia del país- puso en tela de juicio la reputación de tolerancia de la sociedad holandesa y desató actos de violencia sin precedentes contra mezquitas. Una encuesta reciente apunta a que el 35% de los holandeses tienen una opinión negativa respecto al islam. La muerte del cineasta también permitió a la policía destapar el grupo Hafstad, considerado como la cuna de la violencia islamista.

Según la Universidad de Amsterdam, las minorías étnicas serán mayoría en 2015 en las grandes ciudades, lo que hace más que necesario el debate nacional sobre la inmigración que acaba de abrirse.

ALEMANIA

Alemania cuenta con la segunda comunidad islámica de Europa: unos 3,2 millones de musulmanes, el 60% de ellos procedentes de Turquía. No es de sorprender entonces que la mayor organización musulmana del país sea la Unión Islámica Turca de Instituciones Religiosas que cuenta con 776 asociaciones religiosas y culturales repartidas en todo el país.

Una llave de lectura interesante de la actitud de la sociedad alemana respecto al fenómeno de la inmigración es quizás la reforma de las modalidades de adquisición de la ciudadanía. Hasta el año 2000, sólo era posible en base al ius sanguinis, es decir a través de la transmisión familiar. Ahora, también a través del ius soli, es decir sobre una base territorial.

Desde el punto de vista policial, no son los turcos los que preocupan a las autoridades, sino los árabes, el 9,5% de la comunidad islámica. La policía alemana estima en unos 200 los islamistas considerados como potenciales terroristas en Hamburgo, donde residió Mohamed Atta, uno de los autores del 11-S. En enero, 22 sospechosos acusados de llamar a la guerra santa fueron detenidos.

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