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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Amor de oídas

El resultado del viaje de Patrick Gallagher, tal y como lo ha recordado cincuenta años después el protagonista, es la novela lírica Verano del 53. Patricio, que así se llama el narrador de este relato autobiográfico, pasó por algunas experiencias que le permitieron asomarse y describir la sociedad española de entonces. La situación del país había mejorado considerablemente si tenemos en cuenta que por fin había terminado el racionamiento; que un año antes y gracias al caché anticomunista de Franco, los ingleses y los franceses habían permitido que España se integrase en la ONU, y que fue precisamente en 1953 cuando se firmó el tratado de cooperación entre Estados Unidos y España. Pero todavía faltaba mucho para salir de la autarquía y entrar en el desarrollismo. La articulación de un Estado moderno no se veía por ninguna parte, y el narrador lo acusa en todo, desde la ley moral que dividía a las mujeres en putas y decentes hasta la arbitrariedad arrogante con que los secretas del régimen ejercían el atropello (como le sucede a Patricio en Cuenca con un tal Ogro).Verano del 53 testimonia el paternalismo franquista, pero como toda novela de iniciación termina por dejarlo en un segundo plano para ocuparse de la historia de amor del protagonista.

VERANO DEL 53

Patrick Gallagher

Traducción de Leopoldo Porras

Isla del Gallo. Madrid, 2005

188 páginas. 15 euros

Lo peculiar del amor en ]]>Vera-]]>

no del 53 es que se trata de un amor de oídas, uno de los tópicos más frecuentes en la tradición literaria. Patricio vino a conocer a su amada. Llegó, la vio y se ratificó en el amor que le había profesado desde mucho antes. Esta amada, claro está, es España, con su lengua, su paisaje y sus costumbres, pero, ante todo, su literatura. Patricio viaja a Yunquera de Henares, a Toledo y a Cuenca, en donde pasa una temporada de vacaciones con la familia que le acoge, y allí donde va la literatura le acompaña. También van con él la historia y la política: "Ahora, la Guerra Civil española parece lejana e irrepetible, incluso arcaica, pero en 1953 todavía casi podía olerse"; "...para ser justos hay que decir que la Segunda República fue, en general, un desastre"; dando lugar a digresiones que, a medida que avanza la novela, desbordan la acción. Gallagher diserta sobre la estrategia del general Varela en la batalla de Madrid, sobre Ortega, sobre la Segunda República pero, sobre todo, incorpora a Verano del 53 algunas interpretaciones en las que, de nuevo, se comprueba que le hirieron flechas cervantinas, de Góngora y de Quevedo, de Garcilaso y el Arcipreste. Más que de oídas se enamoró de leídas.

Al despedirse de España, tras explicar la ansiedad de la influencia de Góngora (En los pinares de Júcar) con respecto a Garcilaso (Églogas), el protagonista se irá con la tristeza de la partida y con la certidumbre de que regresa a la normalidad, lo que hace de esa España de 1953 una anormalidad histórica. La revisión de este concepto no atañe a una obra como ésta, pero, como sucede con la literatura, lo ilumina a su manera. Pocos años después, los tecnócratas asumirían esta colonización exótica en el manido eslogan "Spain is different". Gallagher constata esta percepción con una finura y una perspicacia interesantes, al tiempo que nos devuelve a lo que durante décadas fue la normalidad, pese a quien pese, del país.

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