Justicia en el barrio de los cielos
La publicación de esta nueva novela de Francisco González Ledesma viene acompañada del rescate de Las calles de nuestros padres, obra editada por primera vez en 1984 y en la cual el inspector Méndez ocupaba su asunto de cabo a rabo, a diferencia de Expediente Barcelona, el primer título en donde nuestro célebre detective inauguraba su andadura, aunque lo hacía a ráfagas. Antes de entrar en el comentario de estas obras, recojo una opinión de José Ovejero a propósito del estatuto de la novela negra: "Es injusto pensar que la novela negra no exige esfuerzo intelectual al lector". Que se lo pregunten si no a los lectores de El inocente (Debate), de Mario Lacruz, una de esas novelas policiacas donde Kafka y Dostoievski se codean con Poe y Chandler. No digo que la narrativa de género de Ledesma esté en la tesitura de Lacruz, pero sí defiendo que en sus libros hay siempre un esfuerzo por apartarse de la comodidad estilística que suele atenazar a muchos otros autores españoles de novela policiaca. Esta comodidad termina a la larga por desapegarnos de las historias que narran. Sólo los destellos formales o psicológicos o los dos a la vez, como los que encontramos en José Carlos Somoza o Lorenzo Silva, son los resortes con los que la novela negra puede asegurarse los lectores más exigentes.
LAS CALLES DE NUESTROS PADRES
Francisco González Ledesma
La Factoría de Ideas
Madrid, 2005
390 páginas. 19 euros
CINCO MUJERES Y MEDIA
Francisco González Ledesma
Planeta. Barcelona, 2005
390 páginas. 20,50 euros
Buena idea la recuperación
de Las calles de nuestros padres. En esta obra, el inspector Méndez hace su entrada estelar. Brilla con su desparpajo y sus bolsillos llenos de libros, otea el mal a las primeras de cambio, se pule a Rilke en la parada de los autobuses, se da de bruces con algunas realidades y, sobre todo, muestra sus credenciales: su estirpe le viene de los Sam Spade y, fundamentalmente, del arsenal reflexivo de los Philip Marlowe. Cinco mujeres y media abunda en ese criterio ya clásico en la novela negra universal: urdir tramas que sean metáforas amargas y desalentadoras del medio social en que tienen lugar. Decía hace poco el mismo autor barcelonés (de Poble Sec, el mismo barrio que vio nacer a Serrat) en declaraciones a Javier Cuartas, que él mismo, a través de Méndez, quiere "una justicia de izquierdas", una justicia que protegiera a la víctima y no al culpable. Estas palabras fueron pronunciadas tal vez al hilo del argumento de Cinco mujeres y media, un argumento en el que la violación y asesinato de una trabajadora es su meollo dramático. Debe el lector leer las dos novelas respetando su orden de publicación. Comprobará así una evolución en la técnica novelística. Un desarrollo de menor a mayor en la exigencia del punto de vista y en un cierto y gratificante perspectivismo. Precisamente estos elementos narrativos son los que hacen que las novelas de González Ledesma no limiten su territorio a la rutinaria crónica de sucesos. En sus novelas hay crímenes execrables. Hay personajes, que como los héroes que quería Aristóteles, cometen errores casi irreparables. Hay desenlaces más o menos justos, generosidad en medio de mucha mezquindad, y un enorme caudal de piedad en una sociedad en la que esta virtud es casi una entelequia.
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