El autobús de la Zona Franca y las 'narcosalas' de Baluart y Perecamps reciben 500 visitas diarias
El plan de drogas 2005-2008 incluirá una propuesta de ampliación de equipamientos
Las tres narcosalas que funcionan actualmente en Barcelona, las de Baluart y Perecamps, y el autobús de la Zona Franca -sin contar la abierta ayer en Vall d'Hebron-, no dan abasto. A diario reciben entre las tres unas 500 visitas de toxicómanos que, en su mayoría, no acuden sólo para inyectarse droga de forma controlada, sino para recibir asistencia -algunos se incorporan a programas de metadona- y curas, y también para poder ducharse y lavar la ropa. En Barcelonas hay unos 700 toxicómanos en situación precaria, un número que desborda los actuales equipamientos.
De hecho, para septiembre está prevista la presentación del plan de drogas 2005-2008 de Barcelona, que hace una propuesta de planificación de los recursos de la ciudad a la comisión de drogodependencias -en la que figuran todos los grupos políticos del consistorio barcelonés-, a otros operadores del sector -especialmente ONG, Cáritas y Cruz Roja- y a los representantes de la Generalitat. Mientras, Ricard Armengol, gerente del Instituto Municipal de Salud Pública, no quiere avanzar posibles ubicaciones de narcosalas en la ciudad. "Lo que está claro es que hay que ampliar y mejorar la atención a la población en esa situación", precisó a preguntas de este periódico. No obstante, parece bastante probable que el centro de Baluart se amplée.
La prueba de que la demanda supera con creces los servicios es que el centro del Servicio de Atención y Prevención Sanitaria (SAPS) situado junto al hospital de Perecamps, que funciona desde 1993, apenas ha notado la entrada en funcionamiento de la vecina sala de Baluart. Ésta abrió en diciembre pasado para paliar el serio problema que estalló en Ciutat Vella con la proliferación de toxicómanos que se pinchaban en la calle. El Raval, un sector de Poble Sec y el barrio de Porta, en el distrito de Nou Barris, fueron las zonas de Barcelona que más se resintieron del desmantelamiento del poblado de Can Tunis en 2004. Hasta ese momento, el problema de la atención a los toxicómanos más deteriorados existía igual, pero no se percibía porque era un descampado en el extrarradio de la ciudad.
Control en la calle
Los datos de asistencia del centro del SAPS y los seis primeros meses de Baluart hablan por sí solos. En el primero, a lo largo de 2004 se produjeron 22.353 visitas de toxicómanos que acudían, mayoritariamente, a tomar un bocado, a ducharse y lavar la ropa, y a intercambiar jeringuillas. La sala de venopunción fue usada en 3.196 ocasiones por un total de 353 personas.
En el caso de Baluart, en los seis primeros meses de funcionamiento ha recibido 57.675 visitas de 1.577 personas. La media diaria es de 383 visitas y 170 usuarios, lo que evidencia que éstos acuden más de una vez al día. La mitad de ellos utilizan las salas de venopunción y el resto requieren atención sanitaria y los servicios de la llamada sala de "calor y café", que es un espacio para estar un rato y asearse. Los usuarios de la sala Baluart son del entorno más próximo, "pero en los últimos meses han aumentado los extranjeros de paso en la ciudad", señala Armengol.
La oposición vecinal contra esta sala fue importante durante los primeros meses, sobre todo por el comportamiento de los usuarios, que muchas veces dormitan en los bancos y el suelo, y ensucian la plaza de Blanquerna. La presencia eventual de alguna patrulla de la policía o de la Guardia Urbana no suele disuadirlos demasiado y ese panorama no mejora a lo largo de buena parte del día, y menos por la noche. El panorama de ese punto concreto es todavía más desolador tras la demolición del antiguo mercado, que ha dejado los solares descarnados.
Esa situación, en cambio, no se da en la sala del SAPS, junto al hospital de Perecamps, porque tiene un pasillo interior y escaleras donde los usuarios aguardan su turno.
Precisamente ése es uno de los puntos débiles que señalan estudios realizados por expertos sobre la experiencia de la ciudad holandesa de Rotterdam. Alertan de que las situaciones de saturación en los centros deben evitarse porque provocan problemas en la calle y el consecuente rechazo vecinal. Se trata de toxicómanos a menudo en estado de ansiedad que no soportan esperas largas y acaban por consumir en la calle o por provocar broncas.
Siguiendo con ese estudio, los servicios más utilizados eran los de ducha y lavandería (el 57%), información de programas sociales (39%) e intercambio de jeringuillas (24%), y sólo el 12% acudía a las narcosalas para el consumo de drogas.
Además de las narcosalas del SAPS y Baluart, desde mayo pasado un autobús estacionado en el paseo de la Zona Franca funciona exclusivamente como sala de venopunción. En los dos primeros meses ha tenido 378 visitas de 139 usuarios. En este caso, no se trata de toxicómanos cuya salud está muy deteriorada y a menudo llegan al lugar conduciendo vehículos. Se pinchan y se van.
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