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Columna
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En las nubes

Lluís Bassets

De pronto, varios movimientos rápidos de piezas. Algunos previsibles, otros inesperados. Inesperado es el anuncio el 18 de julio en Washington, con motivo de la visita del primer ministro de India, Manmohan Singh, a la Casa Blanca: Estados Unidos compartirá tecnología y combustible nuclear con la inmensa democracia asiática, país que posee el arma atómica pero no ha firmado el Tratado de No Proliferación (TNP), y que estaba considerado hasta ahora en situación de rebeldía en este capítulo por la comunidad internacional. Es un reconocimiento en la práctica, ya que no de derecho, de que India es una potencia nuclear como lo son las cinco potencias promotoras del TNP: Reino Unido, China, Francia, Rusia y Estados Unidos. También es una mala noticia para la credibilidad del tratado y una nueva muestra de unilateralismo. De cara a los países con arma nuclear que no lo han firmado, como Corea del Norte, Pakistán e Israel, y de cara a los firmantes con veleidades. Hasta tal punto que The Economist se pregunta si "América ha destruido el TNP, instituido en 1968 para frenar la difusión del arma nuclear". Y es, sobre todo, una jugada de equilibrio frente a China.

Al día siguiente, 19 de julio, el departamento de Defensa de Estados Unidos da a conocer su informe anual al Congreso sobre la fuerza militar de Pekín, un informe que subraya la "teoría sobre la amenaza china", visible en un preocupante aumento de los gastos militares, pero a la vez la necesidad de contar con la superpotencia emergente para la desnuclearización de la península de Corea, la neutralización de la amenaza nuclear de Irán y la reconstrucción de Irak.

Anteayer martes, finalmente, se reanudaron en la capital china las conversaciones a seis para conseguir que Corea del Norte destruya sus arsenales atómicos, un empeño de Washington desde 2003. Es la cuarta vez que Estados Unidos intenta llegar a una solución negociada en una cuestión con un enorme potencial desestabilizador. Los seis son las dos Coreas, además de Rusia, Japón, China -el vecindario entero de la santabárbara nuclear del Querido Líder- y Estados Unidos, que tiene también armas en Corea del Sur. Con China, amistad y rivalidad estratégica en dosis enigmáticas. Con India una de cal. Otra de arena con Corea del Norte. La ley para los enemigos y la excepción para los amigos. India es una democracia que no trafica con material peligroso, mientras que Pyongyang es una dictadura totalitaria capaz de trapichear en el mercado negro. Se planta cara a China con la primera, y se pide ayuda a China con la segunda.

Hay muchos y muy sutiles movimientos en esta esquina del tablero. A veces parece una jugada del go, lento y minimalista, como la revaluación del yuan. Pero en otras se diría que es el ajedrez, arriesgado y brillante: el intento de compra de la petrolera californiana Unocal por la china CNOOC. El pasado abril, por ejemplo, con toda Europa pendiente del cónclave reunido en la Capilla Sixtina, India (7% de crecimiento previsto para 2005) y China (9,5% en el primer semestre), firmaron un acuerdo de tanta profundidad histórica como el Pacto del Elíseo que llevó a la invención del llamado y ahora denostado eje franco-alemán y dio impulso a la construcción europea durante 25 años. China e India han sido dos potencias rivales durante la guerra fría que llegaron a las manos por un conflicto fronterizo en 1962. Cada una se alió entonces con el enemigo de la otra: India con la Unión Soviética y China con Estados Unidos. Ahora el primer ministro indio dijo que "India y China juntas pueden cambiar el orden mundial". Todos estos movimientos revelan que se ha iniciado una carrera vertiginosa entre los dos enormes y prósperos vecinos por la futura hegemonía en el continente asiático. Se admiten apuestas.

Cinco años después de la visita de Aznar a China, para lanzar un Plan Asia de desconocido rumbo, ahora Rodríguez Zapatero ha viajado a Pekín, apenas tres días, aunque muy fructíferos al decir de los diplomáticos de ambos países. El secretario general del PP, Ángel Acebes, no se ha interesado por la balanza comercial ni ha preguntado por los derechos humanos en el país asiático, pero ha reprochado a Zapatero que se haya ido de viaje en vez de asistir a los funerales de las víctimas del incendio del Alto Tajo. En esta otra esquina del tablero estamos en las nubes. En la niebla de la guerra contra el terrorismo, en la humareda de los incendios y en los estratocúmulos del ensimismamiento.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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