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Crítica:LIBROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La mirada oblicua

Creo que fui uno de los primeros lectores en darme cuenta de la importancia de la obra Bizia Lo, traducida ahora como Letargo, de Jokin Muñoz (Castejón 1963) a la que se concedió, en medio de un serio debate, el Premio Euskadi de Literatura en Euskara de 2004.

Está bien la traducción de la obra de Jokin Muñoz, porque es una de las básicas para entender lo que Iban Zaldua, me temo que siguiendo al mismo Muñoz, llama "la cosa", la doliente y sufriente, y políticamente inaceptable larga marcha del sufrimiento de este país: la violencia que todo lo contamina.

Sólo que Jokin Muñoz trabaja con una mirada oblicua, con el deseo de que la violencia no ocupe el primer plano, para que precisamente esa fuerza no nombrada, o sí, violente al lector: una pequeña obra de creación literaria.

Sé que desde que lo leí el relato Silencios -el segundo del libro- es uno de mis cuentos preferidos. Ese matrimonio que desde la cama ven en la televisión la explosión de un coche, en la que ha podido morir su hijo, pero que, en un rapto de incomunicación terrible, se niegan a subir el volumen del televisor, de manera que la angustia, que se ha ido dosificando, alcanza su máximo efecto. En ese relato es la incomunicación de la pareja la que sirve para expresar en primer plano una verdad que se va abriendo paso: la muerte del hijo, la muerte del amor. Muertes terribles como la contada y experimentada por un niño en Chantillí, o la del padre derrotado en Mecano. Los silencios, los malditos silencios son la clave del mundo narrativo de Jokin Muñoz, un estilo que facilita la interpretación del lector. Una mirada oblicua sobre la vida.

Jokin Muñoz: Letargo. Alberdania. Irún. 2005. 115 páginas. 14,50 euros.

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