La financiación de las universidades investigadoras
Hace unos meses la Universidad de Cambridge se planteó cerrar su Departamento de Arquitectura, cuya docencia es tan excelente que sólo puede admitir uno de cada 11 solicitantes. La razón: de las 10.000 libras esterlinas que cuesta un estudiante anualmente, 1.000 libras las paga el estudiante en concepto de matrícula, 4.000 libras el Estado en forma de subsidio y el resto viene de fondos reservados para la investigación. Dada la obvia insostenibilidad de una estructura de financiación como ésta, de forma abreviada 10=1+4+5, en la que el dinero recibido para investigar se utiliza para enseñar, las universidades del Reino Unido han empezado a cerrar departamentos. No es una broma: 28 departamentos de química han sufrido este destino en los últimos 10 años. La crisis de la financiación no es sólo británica, es europea.
El problema es, sucintamente, el siguiente: la mejor docencia de segundo y tercer ciclo se suele ofrecer en las universidades que destacan por su investigación. Esta docencia es muy cara, ya que el mercado global empieza a funcionar en la enseñanza universitaria y los mejores profesores-investigadores, y todo lo que necesitan para una buena docencia, es oneroso. Además, una buena parte de los mejores alumnos están becados y el Estado, al que se le pide dinero para todo, no está en condiciones de dar mucho más de lo que hoy día da, aproximadamente un 1,2% de su PIB en la Unión Europea. ¿Cuáles son las soluciones para equilibrar la ecuación 10=1+4?
1. Aceptar la disminución de la calidad de la docencia: 5=1+4. Esto se hace en algunos países, pero se denomina de otra forma: reestructuración a coste nulo. Es irresponsable y poco inteligente en un mundo global.
2. Aumentar el importe de las matrículas: 10=6+4. Esto es lo que se empieza a hacer en el Reino Unido y se quiere introducir, aunque de forma excesivamente tímida, en Alemania. Será necesario de una forma u otra, pero siempre garantizando el acceso a los que lo merecen, con independencia de sus recursos económicos.
3. Legalizar la malversación de fondos de investigación, es decir, aumentar los recursos para la docencia disminuyendo los de investigación: 10=1+9. Es insostenible porque la calidad de la investigación sufrirá y arrastrará la calidad de la docencia; a la larga acabará en la solución 1.
4. Sustituir los fondos de investigación por fondos privados: 10=1+4+5. Esto ocurre parcialmente en Estados Unidos, que invierte el mismo porcentaje público que Europa en educación universitaria, pero lo duplica con fondos privados. Hay razones fiscales, una tradición inteligente de seguimiento de los alumnos y una visión distinta de lo que son las responsabilidades del individuo y del Estado, que explican esta importante ventaja de EE UU sobre Europa. Así, Harvard tiene una dotación de cerca de 28.000 millones de dólares, que produce beneficios que superan el presupuesto global del CSIC. Deberíamos aprender de ellos, pero es en la actualidad una solución poco realista en Europa (faire des chateaux en Espagne, se le diría allende el Pirineo).
5. Hacer pagar costos reales a los estudiantes de fuera de la Unión Europea, 10=10+0 disminuyendo, claro está, el número de estudiantes europeos, que acumularían las subvenciones estatales, 10=1+9. Esta política se sigue en el Reino Unido, en parte porque se puede seguir. En la mayoría de los países europeos la clientela extraeuropea dispuesta a pagar costos reales no existiría.
6. Aumentar los subsidios estatales sin disminuir los recursos dedicados a la investigación: 10=1+9. ¿De dónde saldrían los recursos necesarios? ¿Se aumentarían los impuestos? ¿Se gastaría menos en sanidad, o en educación primaria, o en infraestructuras, o en pensiones, o en subsidio al paro, o en defensa? Es poco realista y quizás poco respetuoso con el dinero del contribuyente, pero algo se debería intentar.
7. Fomentar la creación de universidades privadas, concentrando los recursos públicos en menos personas: coincide con la solución 5, aunque con una clientela europea. Quizás permita paliar los problemas en ciertas disciplinas.
8. Jerarquizar el sistema universitario a la americana: colleges, universidades generalistas y universidades investigadoras, concentrando los recursos públicos en estas últimas. Esta política se sigue parcialmente en el Reino Unido, algo en Francia con las grandes écoles y se propone en Alemania con el programa Eliteuniversitäten, dotado con 2.000 millones de euros. Es parte de la solución, pero requiere un Gobierno dispuesto a tomar medidas que le puedan hacer perder las próximas elecciones.
Cada país del primer mundo que pretenda continuar en él tendrá que buscar su fórmula para que sume 10. Probablemente sea un combinación de las estrategias enumeradas ut supra. Pero como las matemáticas no admiten falsedades y como el modelo americano no será de fácil adopción, una participación de los estudiantes en los costos más importante que la actual será inevitable a medida que el gasto público en educación superior se acerque al 1,2% del PIB. Si se evita significará una disminución de la calidad de la docencia en el país y un importante flujo de estudiantes con recursos propios hacia universidades de otros países, como ya está ocurriendo en Alemania. Esta emigración, movida por los diferenciales de calidad, dejará tras si un tercer mundo académico, que a medio plazo puede perder su adjetivo final.
Rolf Tarrach es profesor de la Universidad de Barcelona y rector de la Universidad de Luxemburgo
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