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Columna
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Exclusivistas

Alternan los titulares de la prensa diaria. Lo que en un periódico se vende con la etiqueta de "Rajoy pasa la página del 11-M, da un giro a su labor de oposición y anuncia cambios en el PP" en otro se ofrece como "Rajoy exige la retirada del Estatut y alerta de que Zapatero dirige una desmantelación [sic] del Estado". Parecería así que después de la dura reprimenda lanzada desde Singapur contra Josep Piqué, líder del PP catalán, por reclamar cambios, ahora se proclama el cambio. Veamos enseguida cómo se anuncian. El presidente del PP se acoge al plural para asegurar que "haremos todos los cambios que sean necesarios para adaptarnos a las nuevas circunstancias" y nos advierte de que "España, por primera vez en su Historia, está en manos de quienes no quieren ser españoles". Así que ya tenemos aquí incoado el discurso de España y la anti-España, sobre el que tantas barbaries se justificaron.

Luego, Mariano Rajoy -en una de esas escuelas de verano propiciadas por los partidos para sus militantes más jóvenes, incursos en el entusiasmo sin haber alcanzado aún la edad de la razón crítica-, deseando hacer un guiño a Aznar, según se malicia el periodista, reconoció que necesitará "más que nunca ese semillero de ideas que es FAES" para que el PP actualice "mensajes y estrategia de comunicación". Vayamos, pues, ahora a escuchar la voz más autorizada de FAES, de donde van a fluir las nuevas propuestas. Y esa voz nos devuelve a un Aznar aferrado a sus personales e inextinguibles rencores y convencido de ser el único capaz de iluminar el camino de regreso a la recta vía de la salvación política.

En la deriva fatal del exclusivismo por la que sigue despeñándose nuestro ex presidente ha dado ahora en sostener que "en la España de hoy sólo hay un partido que impulse una verdadera acción política al servicio del interés de todos" mientras "otros abandonan el espacio del consenso de la transición y dividen a España y a los españoles". Pero además de apoderarse de la España del interés general, Aznar viene a señalar que "sólo el PP, con Rajoy a la cabeza, está en el espacio de la moderación centrista". O sea, que nuestro prócer pretende que a su designado le correspondería ocupar en solitario el ruedo ibérico y además figurar en el centro. Todo un caso de dontancredismo agudo que con urgencia debería hacerse mirar.

Entre tanto, la mejor descripción del fenómeno puede encontrarse en el ensayo sobre La estatua de don Tancredo del impar José Bergamín, donde distingue entre un tancredismo estilizado por todo lo alto -el tancredismo que se pasa, un tancredismo de palomar- y el tancredismo que no llega, una especie de tancredismo que denomina ratonero. A este segundo lo considera una degeneración amanerada que llega a convertirse en patología contagiosa y asegura que este tancredismo es el que a través de todo el siglo XX español aspiraba a convertirse en tancredismo de Estado; porque aspiraba al Estado-Tancredo, que venía a ser como un semi o seudo Estado infranacional, retóricamente escayolado y, en definitiva, muerto; pero muerto de miedo.

Dicho todo lo anterior sobre qué puede esperarse de la anunciada renovación de mensajes del PP, que aparece vinculada al "semillero de ideas" de FAES, conviene examinar enseguida el segundo mensaje de Rajoy, enfocado en la querencia de que su partido actualice estrategias de comunicación. Es el recurso elemental de todo político cuando se encuentra en la tesitura de reconocer un déficit de seguimiento electoral o de opinión pública. Lo enuncian así, en plural, pero las consecuencias las singularizan en forma de destitución del portavoz. Si ese fuera el caso, podría pensarse en los relevos de Eduardo Zaplana o de Ángel Acebes pero, recién vacunados ambos tras las menciones adversas de Piqué, las víctimas que se ofrecerán serán de nivel inferior: que se preparen las secretarias de planta en Génova para servir de prueba del cambio.

Todo tiende, pues, a confirmar la renuncia de Rajoy a ejercer el liderazgo. Renuncia de la que sólo le redimirían errores capitales del PSOE de Zapatero sobre los que algunos siguen apostando.

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