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Reportaje:

El terrorismo islamista apunta a Europa

José María Irujo

Desde cuándo es Europa un objetivo de la yihad (guerra santa)? ¿Por qué se ha trasladado a este continente? ¿Qué tiene que ver la guerra de Irak con estos atentados? ¿Además de Madrid y Londres, habrá más ataques en otras capitales europeas?

"Los ingleses siempre fueron enemigos del islam", "Tarik Bin Ziyad fue el que conquistó Andalucía", "los franceses son kafires, nunca han sido verdaderos amigos del pueblo musulmán". Éstas y otras frases similares sobre Europa, sus países y su cultura "enferma" las leyeron los muchachos, chicos y chicas, que en los años ochenta se formaron en las madrazas o escuelas coránicas de Pakistán, el país del que procedían las familias de los autores del reciente atentado en Londres. Unos centros similares al que acudió a estudiar religión durante dos meses Shehzad Tanweer, de 22 años, uno de los suicidas que protagonizaron el ataque de Londres. Un chico amante del fútbol y el críquet que había nacido en Bradfor y vivía en un chalé adosado de Beeston, a las afueras de Leeds, a unos 300 kilómetros de Londres.

La semilla del odio que se sembró en las escuelas coránicas de Pakistán no sólo iba dirigida contra Estados Unidos, sino hacia Europa y la cultura "enferma" occidental
Cada 'combatiente' capta acólitos en los alrededores de algunas mezquitas o en las trastiendas de locutorios o carnicerías. Su misión es atacar
Un ejército de ex 'muyahidin dormidos' está repartido por todo el planeta, y centenares de ellos en Europa. Saben manejar armas, explosivos y venenos
Bin Laden cedió sus campos terroristas en Afganistán a los salafistas argelinos para conseguir tener su propio brazo armado en Europa
Los atentados del 11-M en Madrid y el 7-J en Londres demuestran nuestra vulnerabilidad y animarán a otros, según aseguran los servicios de inteligencia
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La semilla de odio que se sembró en aquellos centros no sólo apuntaba a Estados Unidos, sino a todo Occidente. Aquellas escuelas, y algunas que todavía siguen abiertas bajo el Gobierno de Musharraf, un presidente al que los islamistas radicales han intentado asesinar varias veces, se convirtieron en el principal vivero de los yihadistas que en aquellos años combatieron con éxito a los soviéticos en Afganistán.

Entonces, Osama Bin Laden, un príncipe saudí recién salido de la universidad, no tenía en su objetivo ni a EE UU, ni a Europa. Era un desconocido. Había dejado el palacio familiar en Yidda (Arabia Saudí) y se había trasladado a las montañas de Afganistán para sumarse a la causa afgana con dinero, combatientes y maquinaria de construcción. Tres elementos con los que levantó los primeros campos de entrenamiento terrorista, en los que se formaron aquellos niños y niñas a los que sus profesores les inculcaron el odio a Occidente y la idea de que un norteamericano o un inglés son siempre enemigos.

Oficina de reclutamiento

Desde 1984, la oficina de reclutamiento o "casa de alojamiento" Maktab Al Khidamat (MAK) en Peshawar (Pakistán), que tenía oficina abierta en Brooklyn (Nueva York), recibía a los reclutas que se alistaban para combatir a los soviéticos. Unas tropas que habían invadido el país en 1973. Eran los años en que, a través del Gobierno paquistaní, la CIA estadounidense apoyaba al terrorista saudí en su intento de acabar con el régimen comunista de Afganistán.

En 1989, tras la retirada de los soviéticos, Bin Laden creó Al Qaeda, una red de datos en la que figuraban los nombres de los muyahidin que se habían alistado en el MAK, muchos de ellos árabes, según el testimonio de algunos de los jóvenes que se unieron a este hombre alto y barbudo que en las montañas afganas se transformó en un asceta y se hizo vegetariano. Aquel grupo, según el testimonio del propio Bin Laden, tenía un solo objetivo: seguir reclutando yihadistas para continuar la guerra santa fuera de Afganistán, especialmente en los países "incrédulos" "corruptos" y "traidores" de la umna o nación musulmana.

Según distintos informes de inteligencia, entonces el grupo de Al Qaeda era casi insignificante. Lo formaban unas veinte personas, entre las que destacaban, además de Bin Laden, Ayman al Zawahiri, un médico pediatra y dirigente de la Yihad Islámica Egipcia refugiado en Pakistán, y Mohamed Atef, ex policía y veterano en Afganistán, entonces sus principales aliados y amigos. Los dos eran egipcios, al igual que la mayoría de los miembros de aquella pequeña célula entonces desconocida.

En 1989, Bin Laden regresó a Arabia Saudí, su lugar de nacimiento en 1957, y lanzó feroces críticas a la casa real por "su decadencia occidental" y sus estrechos lazos con EE UU. Dos años después, y tras mediar sin éxito en la guerra civil afgana, se instaló en Sudán, donde alojó y ayudó a centenares de muyahidin que se negaban a regresar a sus países tras la guerra afgana. En Sudán, el Frente Nacional Islámico le recibió con los brazos abiertos hasta que, presionado por los embargos internacionales, le obligó a salir del país. "Entonces, el nombre de Bin Laden no aparecía en los informes que manejábamos en Europa", señala uno de los jefes de la Unidad Central de Información Exterior de la policía española.

Osama regresó a Afganistán en mayo de 1996 acompañado de sus esposas, 13 hijos y una guardia personal compuesta por un centenar de fieles árabes afganos. Se estableció en Kandahar, la ciudad del mulá Omar, donde levantó su casa. Dos años antes, el Gobierno saudí le había retirado la ciudadanía y sus servicios de inteligencia intentaron asesinarle. Se había convertido en un peligro para la Casa de Al Saud, un régimen que para mantenerse en el poder financió y protegió a los clérigos wahabistas más radicales.

Fue entonces, durante esa segunda etapa en Afganistán, cuando surgió su faceta de agitador y propagandista, un elemento clave para comprender cómo y por qué se ha extendido la yihad de Al Qaeda por varios continentes hasta llegar a Europa. Desde Londres, donde contaba con una amplia red de simpatizantes y colaboradores, como el palestino Abu Omar, Abu Qutada, redactor jefe de la revista del Grupo Islámico Armado (GIA) argelino El Ansar e imán de una mezquita londinense, hizo pública la "Carta al rey Fahd", en la que criticaba a la Casa de Al Saud y la acusaba de haber sacado a su país "de la recta vía islámica".

Desde Afganistán, el mismo verano en que regresó al país, ya bajo dominio talibán, Bin Laden publicó la "Declaración de guerra" contra los norteamericanos, "que ocupan el país de los dos santos lugares", especialmente la mezquita de Al Aqsa de Jerusalén. Jason Burke, del diario londinense The Observer, destaca en su libro Al Qaeda. La verdadera historia del islamismo radical (RBA, 2004) que en ese discurso Bin Laden se dirigió a un público mucho más amplio que al de Arabia Saudí, y especialmente a la juventud. Algo que este experto considera muy significativo.

Ahí empezó, a juicio de otros analistas y observadores, la imparable carrera de Bin Laden por internacionalizar la yihad, por llevar su discurso a otros continentes con un mensaje muy claro: Afganistán sólo es la primera victoria. Es la primera batalla de una larga guerra. Una fijación que luego se repitió y amplificó en otros de sus mensajes y en los de personajes como el palestino y dirigente espiritual Abdalá Azzam, el fundador del MAK, la oficina de reclutamiento de voluntarios, un personaje al que Bin Laden admiraba. Y en el que luego se inspiró para redactar algunos de sus manifiestos.

Azzam murió asesinado en Pakistán por la explosión de un coche bomba, pero antes dejó escritos libros en los que inculcaba a los yihadistas el deseo de martirio. Les prometía el perdón, 72 vírgenes hermosas y llevar al paraíso a 70 miembros de su familia. En los escritos de Azzam se ensalza a los muyahidin suicidas que lucharon en Afganistán y se describen sus hazañas. Sus textos circulan desde los años noventa por todo el mundo, y ahora a través de Internet son el alimento intelectual de decenas de miles de aspirantes a terroristas en todo el planeta. Varios de los autores del 11-M conocían algunos de sus párrafos de memoria.

Un extracto de la "Declaración de guerra" de Bin Laden decía así: "Deberías tener en cuenta que el pueblo del islam ha padecido la agresión, la iniquidad y la injusticia que le han impuesto la alianza cruzado-sionista y sus colaboradores... La sangre musulmana se derramó en Palestina y en Irak. Las imágenes aterradoras de la matanza de Qana, en Líbano, siguen frescas en nuestra memoria. Las escalofriantes matanzas de Tayikistán, Birmania, Cachemira, Assam, Filipinas..., Ogaden, Somalia, Eritrea, Chechenia y Bosnia-Herzegovina... sacuden la conciencia".

Para liberar los santos lugares "perdidos"; para recuperar los territorios de la antigua nación musulmana como Andalucía, Palestina, Líbano, Eritrea, Somalia, Filipinas, Birmania, Chad, Yemen; para restablecer el califato, hay que hacer una yihad mundial y planetaria a la que están obligados a sumarse todos los musulmanes. Y a ser posible mediante el suicidio de los "combatientes", de chicos como Hasib, de 18 años, o Mohamed, de 30, o Shehzad, de 22, tres de los suicidas de Londres. Una yihad con ataques como el del comando del 11-M en Leganés o el de estos terroristas en Londres que Azzam, entonces, y ahora Bin Laden y otros muchos propagandistas califican de "martirio".

El círculo y la araña

A lo largo de los años noventa, los servicios de inteligencia norteamericanos atribuyeron a Bin Laden atentados en Egipto, Yemen, Arabia Saudí, Somalia y en EE UU, donde se le vinculó con el ataque con un camión bomba contra el World Trade Center, en Nueva York. Durante esa década, más allá de aquella cadena de atentados y de su vinculación con los mismos, Bin Laden creó nuevos campos de entrenamiento terrorista a los que acudieron miles de futuros yihadistas que se formaron en el manejo de armas, explosivos y armas químicas. El mensaje internacional de sus discursos funcionó como un imán: logró que acudieran a sus campos, además de los árabes que lucharon contra los soviéticos, sirios, paquistaníes, tunecinos, marroquíes, argelinos y yemeníes, entre otros. Un ejército de muyahidin que se expandió por todo el mundo y creó decenas de células durmientes. Cada excombatiente dormido hacía proselitismo y captaba acólitos en mezquitas como la de la calle Jenner, en un barrio industrial de Milán (Italia), un vivero de radicales; la de Finsbury Park, en Londres, hasta hace poco la más agitada de la capital británica, o la de la M-30 en Madrid, la segunda más grande de Europa, un centro que frecuentaban los autores del 11-M. En la trastienda de un locutorio o una carnicería se aleccionaba sobre la yihad a los nuevos adeptos.

"¡Viva Amer, que acaba de regresar de Afganistán. Que Alá le bendiga!", gritaban los autores del 11-M cuando se reunían en torno a Amer el Azizi, un marroquí traductor del imán de la mezquita más importante de Madrid, para ver vídeos de matanzas en Bosnia y ensalzar la yihad. Aquellos muyahidin como Azizi o Said Berraj, otro huido del 11-M, fueron los que regresaron a Europa como héroes y reclutaron adeptos que a su vez viajaban a los campos de Afganistán enviados por tipos como el sirio Iman Eddin Barakat, Abu Dahdah, de 42 años, el presunto jefe de una célula de Al Qaeda que acaba de ser juzgada en Madrid.

Cuando los nuevos muyahidin regresaron a Europa, cada uno creó su propio círculo. La red de redes se extendió como una gigantesca araña y por su membrana se mueven los "hermanos" yihadistas que van y vienen propagando la doctrina salafista radical de Bin Laden. El salafismo se ha convertido en una poderosa corriente de la que se alimentan muchos yihadistas. Sus adeptos se refieren al Profeta y a sus sucesores, los califas Abu Bakú, Omar y Otmán, como "los antepasados justos". La sunna y el Corán son sus principales referencias.

Así nacieron las células locales, que no tienen una estructura clásica organizativa ni un comité director. Las redes son personales y de solidaridad, de "hermano" a "hermano". Unas células que casi siempre tienen el sello árabe afgano acuñado por el emir o jefe que las dirige y alecciona.

El frente del terror

El 23 de febrero de 1998 se celebró en Peshawar (Pakistán) una reunión trascendental. Al Qaeda y otros grupos terroristas crearon el Frente Islámico Mundial para la Yihad contra los Judíos y los Cruzados. Otros lo bautizaron como Frente Mundial de la Yihad o Ejército Islámico para la Liberación de los Santos Lugares. A la cumbre asistieron Bin Laden, Al Zawahiri (Yihad Egipcia) y responsables de otros grupos terroristas de Egipto, Pakistán y Bangladesh. Aquel conglomerado terrorista se responsabilizó de los atentados de ese mismo año contra las Embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania, que provocaron centenares de víctimas. "Todo musulmán tiene el deber de matar norteamericanos y sus aliados, tanto militares como civiles, donde sea posible", señalaron en un manifiesto en la ciudad afgana de Khost.

Según Burke, el investigador británico, hasta ese mismo año, 1998, la prensa del Reino Unido no había mencionado la palabra Al Qaeda. Ése era el interés que entonces despertaba en Europa un tipo como Bin Laden, que en aquellas fechas, y gracias a la idea que le facilitó el kuwaití Kalid Sehikh Mohamed, comenzó a preparar el diseño del 11-S, el ataque más osado contra el corazón de Estados Unidos desde Pearl Harbor en 1941. Sehikh Mohamed, que había estudiado en una universidad norteamericana, le confesó su idea de secuestrar varios aviones y estrellarlos con sus pasajeros en los edificios más emblemáticos de Washington y Nueva York.

De la lectura de los mensajes de Bin Laden se desprende que nunca ha tenido un verdadero programa político, pero nadie le niega su extraordinaria habilidad para ganarse adeptos, en especial de otros grupos terroristas que hacían la yihad en otras partes del planeta, especialmente en Europa, un continente donde la presencia musulmana es cada vez mayor (alrededor de 12 millones de personas).

Cedió sus campamentos terroristas en Afganistán a los sirios que lideraba Mustafá Setmarian, de 47 años, un tipo de barba pelirroja y ojos verdes que creó en España una de las primeras células islamistas, y que tras trabajar en Londres con el imán Abu Qutada se refugió en Afganistán; y con el apoyo de Qutada, el fánatico clérigo palestino y mentor espiritual del Grupo Islámico Armado Argelino (GIA), Bin Laden se ganó el apoyo de los militantes de este grupo que en 1995, 1996 y 1998 protagonizaron una oleada de ataques en París.

Los primeros comandos vinculados a Al Qaeda ya estaban instalados en Europa en el año 2000 y su elemento aglutinador era el propio Bin Laden. Según un informe de la Digos (policía antiterrorista italiana), los servicios de inteligencia habían detectado a dos grupos radicales islamistas dispuestos a actuar: el del tunecino Seifallah Ben Hassin, muy activo en el reclutamiento de militantes para los campos paquistano-afganos, y el liderado por Abu Doha, un argelino emir en un campo de entrenamiento afgano hasta 1999, año en que se estableció en Londres. Los dos grupos estaban vinculados al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) de Hassan Hattab, una escisión del GIA que financiaba Al Qaeda.

"Bin Laden dio dinero para crear el GSPC. Tenía un gran interés por disponer de una red particular en Europa", asegura un responsable de los servicios secretos argelinos. La relación de Al Qaeda con los salafistas argelinos está acreditada y demuestra que el saudí quería estar presente aquí.

Ataques fallidos

En el verano de 2000, los dirigentes de aquellas dos células parecían agitados. Estaban a punto de actuar. La policía alemana (BKA) desmanteló el comando Meliani, cuyos miembros actuaban por orden de Bin Laden. Se les intervino armas y explosivos. Pretendían volar un mercadillo navideño en Estrasburgo (Francia). Aquel ataque fallido era casi idéntico a otra acción abortada poco antes en el Reino Unido, cuando se detuvo a dos personas procedentes de Bangladesh que transportaban componentes para explosivos y sustancias químicas idénticas a las encontradas en Alemania.

Para vengar al comando Meliani, otra célula en Milán, la del tunecino Essid Sami Ben Khemais, lanzó un mensaje explícito a los hermanos: "Rebélate y golpea". "No necesito un ejército. Sólo dos personas con cerebro, entrenadas y con nada que perder. Ellas extenderán el gas y dirán adiós. Dios está con nosotros", confesó en una de sus llamadas telefónicas.

Ben Khemais fue detenido a tiempo en 2001 y tras él cayeron otras células locales empeñadas en hacer una yihad en Europa. Desde entonces se han abortado alrededor de 40 ataques, ocho por los agentes del MI5 en el Reino Unido. La guerra de Irak y la implicación de varios países europeos alimentó todavía más esa fijación de Bin Laden y de sus asociados. El 11 de marzo de 2004 consiguieron en Madrid su primer objetivo y demostraron que Europa es vulnerable. Además se produjo, por vez primera, un suicidio colectivo de yihadistas en este continente. Un inquietante precedente de la táctica de Bin Laden: "Fuerzas ligeras que se muevan con rapidez y trabajen en secreto".

El 7-J en Londres ha sido una copia del 11-M que, según todos los expertos consultados, se repetirá en otras ciudades. A partir de ahora nadie puede negar que la yihad, con mayor o menor intensidad, ha llegado a la confortable y acomodada sociedad europea.

Estudiantes de la religión islámica votan a favor de la guerra santa contra Estados Unidos en una madraza de Pakistán en septiembre de 2001.
Estudiantes de la religión islámica votan a favor de la guerra santa contra Estados Unidos en una madraza de Pakistán en septiembre de 2001.REUTERS
Restos de un autobús de dos pisos implicado en uno de los atentados terroristas registrados en Londres el pasado 7 de julio.
Restos de un autobús de dos pisos implicado en uno de los atentados terroristas registrados en Londres el pasado 7 de julio.EFE

Irak, el nuevo campo del terrorismo internacional

AL QAEDA, como organización, ha perdido casi toda su capacidad operativa desde que en el otoño de 2001 las tropas de Estados Unidos invadieron Afganistán en respuesta a los atentados del 11-S. Excepto Bin Laden y Ayman al Zawahiri, sus principales dirigentes han sido detenidos en Pakistán, pero la fascinación que provocó el atentado contra las Torres Gemelas en las filas yihadistas es la causa por la que las células locales establecidas en Europa y otros continentes reivindican sus acciones en nombre de Al Qaeda. "Ya no hace falta un plan o una orden directa de Bin Laden para que éstas células actúen. Son totalmente autónomas, lo que las hace todavía más peligrosas", asegura un responsable del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). El mensaje de Bin Laden, en octubre de 2003, en el que señaló como objetivo a España, Reino Unido y a otros países por su participación en la guerra de Irak ya era en sí mismo una orden, según la interpretación de los analistas del CNI y la policía española. Además, durante una reunión de terroristas islámicos celebrada en el otoño de 2002 en Estambul (Turquía) se trasladó a los responsables de las células en Europa y África un nuevo mensaje: los musulmanes tienen el deber de actuar en los países donde residan, ya no es obligatorio ir a hacer la yihad (guerra santa) a territorios como Indonesia o Irak.

Afganistán ha dejado de ser el centro de entrenamiento y reclutamiento del islamismo radical. Pero la invasión de Irak en 2003 por las tropas de EE UU ha facilitado a los terroristas de Abu Musab al Zarqaui, de 38 años, un nuevo centro de entrenamiento y acción de la yihad mundial. Se ha convertido en un imán al que acuden centenares de voluntarios para unirse a la insurgencia. Los servicios de inteligencia europeos calculan en más de 200 los inmigrantes residentes en el Reino Unido, Francia, Italia y España que se han trasladado a Irak. "Algunos han muerto, pero los que regresen lo harán con la idea de hacer la yihad en Europa", aseguran responsables del CNI.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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