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TERROR EN LONDRES | La investigación
Columna
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Londres, 1940-2005

Londres, 2005. Objetivo goloso (desde el punto de vista del terrorismo islamista). Pero error de cálculo. Capital semestral de la UE; sede del Gobierno anfitrión de una de las reuniones más trascendentales del G-8, irónicamente dedicada a combatir el "mar de injusticia" en África; candidata y ganadora 24 horas antes de los Juegos Olímpicos del 2012 y, finalmente, paradigma de la tolerancia y de los valores democráticos más representativos del mundo occidental, concitadores del odio de los Osama Bin Laden y sus franquicias terroristas. Las bombas estallaron con criminal precisión en las estaciones de las líneas Circle y Piccadilly del tube londinense, tantas veces recorridas por este antiguo corresponsal en Londres. Pero los asesinos fallaron en su propósito final, que no era otro que sembrar el pánico en la población y dividir al país en torno a Irak.

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Se equivocaron de país, de pueblo y de Gobierno. Su acto criminal ha provocado el efecto contrario al perseguido. En realidad, el pueblo británico ha reaccionado como siempre lo ha hecho a lo largo de su historia: congregándose en tiempos difíciles como una piña en torno a su Gobierno y dejando las recriminaciones, que las habrá, para más adelante. Blair, que consiguió en las últimas generales una mayoría absoluta con sólo el 35% de los votos, ha visto cómo las encuestas de esta semana mostraban un apoyo a sus medidas antiterroristas superiores al 80%. Los terroristas, además de criminales, son unos analfabetos en historia. Han conseguido revivir el admirable espíritu de 1940, cuando Gran Bretaña resistía sola (EE UU necesitó hasta Pearl Harbor, en diciembre de 1941, para entrar en guerra) la amenaza hitlerista, Londres era bombardeado a diario por la Luftwaffe y nadie daba un penique por su supervivencia. Por eso, la reacción más ajustada a la realidad de las muchas ofrecidas estos días por los medios de comunicación internacionales fue la que escuché a un veterano octogenario de la II Guerra Mundial, tocado con la clásica boina de la infantería británica, declarar con toda naturalidad a la CNN: "En realidad, esto no es nuevo. Ya lo vivimos antes".

Reino Unido siempre reacciona lo mismo ante las amenazas externas, llámense Napoleón o Hitler o el fundamentalismo islamista, el país se contagia del espíritu patriótico que nadie expresó mejor que Churchill en 1940: "Defenderemos nuestra isla cueste lo que cueste; lucharemos en las playas; en los lugares de desembarco; lucharemos en los campos, en las calles y en las colinas. No nos rendiremos jamás". Esta semana, Londres ha conmemorado el 60º aniversario de la derrota del totalitarismo nazi. Como conmemorará, junto con el resto de las democracias occidentales, la derrota de los Bin Laden del siglo XXI. No se sabe cuándo. Pero lo conmemorará.

En cuanto a Irak, el resultado ha sido también el clásico tiro por la culata. No sólo Blair no retirará el 50% de los 10.000 efectivos británicos previsto para fin de año, sino que, presumiblemente, incrementará las fuerzas británicas. Porque un fracaso en Irak significaría, no un varapalo a Blair, como algunos creen, sino la potenciación de las tesis de los Bin Laden que en el mundo han sido. Como escribe Philip Stevens en el Financial Times, un periódico no precisamente partidario de la intervención anglo-americana en Irak, "sugerir que una política de apaciguamiento convertiría a Londres en una ciudad más segura es una fantasía grotesca". Así se demostró en España con el intento de volar la línea de AVE a Sevilla después de que el Gobierno actual anunciase la retirada de las fuerzas españolas en Irak.

Un comentario final sobre las encomiables condenas del terrorismo islamista por parte de las comunidades musulmanas en Occidente. Las condenas deben dirigirse a los Bin Laden que en el mundo han sido, no a las sociedades occidentales, donde todos estamos de acuerdo. Se echa de menos la inundación de las cadenas árabes Al Yazira y Al Arabiya de este tipo de mensajes. La reciente reunión en Ammán, convocada por el rey Abdalá II de Jordania, pidiendo a los imanes de todo el mundo musulmán fatwas de condena del terrorismo parece más efectiva que la utópica alianza de civilizaciones, donde una parte no quiere civilizarse.

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