"Con la subida de alquileres, dejan primero de comprar comida, y al final dejan la casa"
Nacido en 1948 en Barcelona, Jordi Roglà asumió la dirección de Cáritas de Barcelona en noviembre pasado, poco después de que la jerarquía eclesiástica española decidiera dividir la diócesis de Barcelona en tres partes y debilitar así su poder territorial. Está casado y tiene dos hijos gemelos de 28 años, de los que se siente muy orgulloso porque han seguido sus pasos y han fundado incluso una ONG. Antes de llegar a Cáritas fue voluntario en la Fundación Arrels, que ayuda a personas sin techo. Es ingeniero industrial, diplomado en Medio Ambiente y ha realizado un máster en dirección de empresas. Con este bagaje sustituye a Núria Gispert, una mujer enérgica y de perfil político progresista que dimitió de la presidencia de Cáritas española por sus fuertes discrepancias con la jerarquía eclesial.
"En la ciudad de Barcelona hay más de 2.000 personas que viven en la calle y se estima que cada día hay uno más"
"Ahora nuestro perfil de donante está por encima de los 60 años y lo que queremos hacer es aumentar los cooperantes jóvenes"
Pregunta. En este contexto, ¿Qué significado tiene su nombramiento?
Respuesta. He de aclarar que Núria Gispert sólo dimitió de su cargo en Madrid. Aquí, el relevo del señor arzobispo implicaba también el del responsable de Cáritas porque es un cargo de confianza. Mi nombramiento está vinculado al del señor arzobispo y si hubiera un cambio, yo cesaría también. De momento, mi compromiso es por cuatro años.
P. ¿Aplicará pues una gestión continuista?
R. El relevo en la dirección no representa ningún cambio si tenemos en cuenta cuál es la misión de Cáritas, que tiene una historia de 60 años. Esa misión tiene una vigencia de 2.000 años y no cambiará nunca: es la misión del evangelio.
P. ¿El evangelio o la ayuda?
R. Nosotros siempre nos dedicaremos, con ayuda del evangelio, a acoger a las personas empobrecidas, sin tener en cuenta si son hombre, mujer, niño, mayor, de aquí o emigrante. Tal como se dice en el evangelio.
P. ¿Hasta qué punto la división del obispado debilitará también la fuerza de Cáritas? ¿Por qué cree que se ha hecho?
R. El motivo es una cuestión del Obispado. Desde el punto de vista de Cáritas y su acción territorial, no tendrá ninguna repercusión. La gran ventaja de Cáritas es su capilaridad, la gran cantidad de puntos a los que llegamos, y eso no variará. Nuestra ventaja es tener 425 parroquias, cerca de 200 puntos de atención. Cada uno de los equipos continuará trabajando y además, en cuestiones no territoriales, seguiremos colaborando.
P. ¿Cuál es la prioridad?
R. Las personas que tienen menos recursos. Cuando nos llega una persona, analizamos qué necesita. Si podemos derivarla a una Administración, la derivamos, porque nosotros no queremos hacer nada que puedan hacer los otros, ni queremos convertirnos en una empresa de servicios. Atendemos sólo a aquellos que no tienen otro recurso, y son muchos. Por ejemplo, emigrantes sin papeles o personas sin techo. En Barcelona hay más de 2.000 personas que viven en la calle y se estima que cada día hay uno más.
P. Eso en una coyuntura económica favorable.
R. Hay una pobreza estructural que no depende de la coyuntura. Aunque el ciclo económico sea positivo, si no hay una redistribución diferente, seguirá habiendo pobreza. Mientras tengamos pensiones que no permiten subsistir y la vivienda sea tan cara, mucha gente necesitará ayuda. El precio de los alquileres se ha multiplicado por dos en cinco años y por tres en diez. Las personas que sólo ingresan el salario mínimo o una pensión no contributiva, con la subida de alquileres cada vez les queda menos margen para comer. Primero dejan de comprar comida y al final tienen que dejar la casa. El año pasado, lo que más atendimos fueron demandas de alimentos y de alquiler y también de realquiler por parte de inmigradas que no tienen posibilidad de acceder a una vivienda. En 10 años se ha duplicado además el número de personas que viven solas. Hemos pasado de 1,5 millones a 3 millones en España.
P. ¿Cree que se hace suficiente en política social?
R. Estamos en la cola de Europa. España dedica el 20% de su PIB al gasto de protección social, cuando la media de la UE de 15 miembros está en el 27% y si vamos a Suecia, en el 32%. En prevención de la exclusión social apenas gastamos el 0,1% del PIB, cuando la media de la UE es el 0,4. En estos momentos tenemos 2,2 millones de personas que cobran una pensión de menos de 370 euros. Cáritas ayuda en España a un millón de personas y nosotros, en Barcelona, damos 3.500 servicios cada día.
P. Ésta es la cara amable de la Iglesia, pero hay otra que no lo es tanto.
R. Bueno, yo estoy en la vertiente social y tengo la suerte de que sólo hablo de ésta.
P. Pero podrá opinar.
R. Sí claro. Como católico practicante puedo opinar.
P. ¿Cree que la posición de la Iglesia en cuestiones como el preservativo o el matrimonio homosexual, y su enfrentamiento con el Gobierno puede ahuyentar a la gente joven?
P. Yo no entraré a evaluar las posturas de la Conferencia Espiscopal. A efectos de Cáritas, esto no tiene influencia. Actualmente nuestro perfil de donante es una persona mayor, por encima de los 60 años y una de las cosas que queremos hacer es intentar tener más cooperantes y donantes jóvenes, porque los jóvenes son muy solidarios.
P. Pero ahora mismo tienen muchas otras alternativas en las que ejercer su solidaridad.
R. Eso lo tiene que evaluar cada joven.
P. Veo que no quiere entrar en el tema, pero hay una encuesta que dice que en tres años ha bajado del 23% al 14% el porcentaje de jóvenes que se declaran practicantes.
R. Bien, respecto al preservativo, es una cuestión de libre decisión de cada uno y en el caso de los países de África subsahariana con altas tasas de sida, lo que tenemos que hacer es aplicar la teoría del mal menor, en el sentido de que usar el preservativo evita los contagios. En cuanto a las tensiones con el Gobierno, me remito a lo que ha dicho siempre la Conferencia Episcopal; si hay diálogo y voluntad de entendimiento, podemos entendernos.
P. Cataluña ha tenido una comunidad religiosa muy activa, con una libertad de pensamiento muy alta. ¿Se está perdiendo esta libertad?
R. En el tiempo que llevo aquí no he recibido ninguna directriz de nada. Ni en la primera conversación con el señor arzobispo, ni en los contactos con el delegado episcopal. Por otra parte, Cáritas no le ha preguntado nunca a nadie cuál es su creencia. No lo hemos hecho y nunca lo haremos.
P. Entre los recpetores de ayuda hay cada vez más inmigrantes, ¿Cómo ve la política de inmigración?
R. Aquí tenemos una asignatura pendiente por parte de todas las fuerzas políticas y gobiernos autónomos. En este asunto es necesario un acuerdo de Estado, del estilo del Pacto de Toledo, que defina el modelo que aplicar para la integración de los inmigrantes. Porque si no lo hacemos, vamos a tener un grave problema. Se van a crear guetos como el que ya hay en El Raval, donde se producen fenómenos intolerables como el de la cama caliente: he ido a un piso que no tenía más de 60 metros y he visto cómo dormían hasta 30 y 40 personas en tres turnos. Esta última regularización ha sido muy positiva, pero la ley sigue teniendo graves lagunas y además no hay una política clara de integración.
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