La amenaza de Birmingham era "real y muy creíble"
La alarma saltó por el hallazgo de un paquete sospechoso en un hotel y otro en un autobús
No hubo pánico en la evacuación el sábado de más de 20.000 personas del centro de Birmingham por una amenaza terrorista, que la policía británica calificó de "muy creíble y real". La zona desalojada volvió ayer a la normalidad. Los dueños de los comercios afectados apoyaron la medida: "No podían arriesgarse. La decisión de desalojar a miles de personas no se toma a la ligera", asegura Roberto Santolamazza, gerente de un restaurante italiano en Broad Street.
"Teniendo en cuenta la situación, la seguridad pública es nuestra prioridad"
Tanto el ministro del Interior británico, Charles Clarke, como el responsable de la policía de Birmingham, Paul Scott Lee, coincidieron ayer en afirmar que la decisión fue la respuesta a "una amenaza muy seria". Las fuerzas de seguridad efectuaron durante la noche cuatro explosiones controladas de otros tantos paquetes sospechosos y no levantaron el cordón de seguridad hasta las cinco de la mañana, 10 horas después del inicio de la alerta. "La evacuación se produjo tras recibir una información extremadamente creíble y precisa sobre un tipo de amenaza a la que no nos habíamos enfrentado antes", explica el inspector Kevin Pearson. "Tras los atentados de Londres, el nivel de alerta es muy elevado en todo el país", añade.
Pearson afirma que se hallaron "artículos sospechosos, relacionados con la información [facilitada por los servicios] de inteligencia", aunque no quiso ofrecer más detalles. "Están siendo analizados. Se trata de una investigación en curso sobre la que todavía no podemos informar". La prensa británica señala que los paquetes sospechosos (entre ellos una caja con cables) fueron localizados en el hotel Travellodge y en un autobús.
Broad Street, donde se llevó a cabo la mayor parte de la evacuación y se concentra la vida nocturna de Birmingham, es una calle muy ancha repleta de bares y restaurantes, además de una zona turística con canales y hoteles, que ayer registraban una importante ocupación porque, entre otras razones, el gran premio de Fórmula 1 de Silverstone se celebró a una hora y media de esta ciudad.
En un bar español llamado La Tasca, el director del festival de jazz que se celebra cada año en julio, Jim Simpson, de 67 años, y que vive a caballo entre esta ciudad y Marbella, explica los acontecimientos de la noche del sábado, que siguió de principio a fin porque tuvo que abandonar la sala en mitad del concierto, dejando atrás los instrumentos y la recaudación. "Primero llegó la policía y nos pidió que desalojásemos el edificio. Tras esperar un rato en la calle, volvimos a entrar y, cuando el concierto llevaba unos minutos, nos pidieron que saliésemos de nuevo; pero esta vez tuvimos que abandonar el área".
Sin escenas de pánico, en la calle se congregó una multitud de lo más variopinta: gente en albornoz a los que la alarma sorprendió en sus habitaciones; camareros de uniforme; cocineros; chicas de strip-tease de un bar de la zona; dos fiestas de disfraces -una de togas y otra de supermanes-; una despedida de soltero; personas con botellas de vino en la mano o platos de comida... "No creo que nadie creyese que la amenaza era real, que iba a estallar una bomba", asegura Simpson, que, sin embargo, describe un despliegue policial imponente: helicópteros sobrevolando el centro, despliegue de fuerzas de seguridad y de unidades antiterroristas con chalecos antibalas, expertos en desactivación de explosivos.
"Fue todo muy tranquilo, incluso hubo gente que protestó porque cerrábamos de golpe", explica Ángela González, de 26 años, una granadina que trabaja en La Tasca. Al salir con lo puesto a la calle, muchos se dejaron las llaves, como la también española Alicia Grande, que estaba trabajando en otro bar. "Toda la zona se bloqueó, no había autobuses ni taxis", relata. Los clientes de los hoteles fueron trasladados a otros establecimientos o a dormitorios de la universidad. "No fue terrorífico, fue más bien muy extraño", afirma Torsten, un alemán de 42 años que había acudido a visitar a su hija y que también fue sacado del hotel.
Cuando Simpson regresó a las cinco de la mañana para comprobar que no había ocurrido un desastre en la sala de conciertos, se topó con una escena buñuelesca: las mesas de las terrazas de los restaurantes estaban puestas y tenían los platos con restos de comida. "Era una ciudad fantasma, como esas escenas cinematográficas en las que la gente desaparece de repente o la vida se detiene".
Pero más allá de las anécdotas -y de la demostración de la capacidad de la policía británica para desalojar una zona comercial abarrotada un sábado por la noche sin incidentes ni heridos-, lo ocurrido en Birmingham, una ciudad que cuenta con la segunda comunidad islámica más importante del Reino Unido, después de Londres, refleja el temor de los servicios de seguridad de que la célula responsable de los atentados del jueves en Londres vuelva a actuar en cualquier momento y en cualquier lugar. Una inquietud que comparte la población.
"Un sábado podemos tener en el restaurante una recaudación de 6.000 o 7.000 libras (entre 8.700 y 10.180 euros). Las pérdidas han sido enormes para todos los negocios de la zona, pero, después de los atentados de Londres, la policía no tenía otra opción", afirma Roberto Santolamazza. "Hicieron lo que tenían que hacer", señala Matthew Edwards, gerente de un pub de Broad Street, lleno a rebosar en el momento de la alerta.
"Teniendo en cuenta la situación actual, la seguridad pública es nuestra prioridad por encima de cualquier otra. La gente de Birmingham estuvo ayer en peligro real", manifestó en una rueda de prensa el jefe de policía de la ciudad, Paul Scott Lee. El hecho de que los terroristas que atentaron contra Madrid el 11-M -en un ataque indiscriminado y coordinado contra el transporte público, igual que el de Londres- intentasen volar la línea del AVE poco después ha aumentado en Reino Unido la sensación de una amenaza constante.
Los dominicales The Observer y The Independent on Sunday informaban ayer de las principales hipótesis que baraja la policía británica, que, según informan, aún carece de pistas sólidas sobre los autores materiales del 7-J. La coordinación y precisión de los atentados hace pensar a las fuerzas de seguridad en terroristas entrenados en los campos de Afganistán y Cachemira, o incluso que hayan combatido en la guerra de Irak para regresar al Reino Unido en los últimos meses.
Pero la hipótesis más inquietante es la posibilidad de que se trate de mercenarios contratados por alguna red local, quizás en los Balcanes, que hayan entrado ilegalmente en el país y sobre los que la policía no disponga de dato alguno al no tratarse de islamistas fanáticos miembros de redes más o menos fichadas.
La vida cotidiana volvió ayer a Broad Street y, con las terrazas llenas en el primer día de calor del mes de julio, una banda tocaba a todo volumen Johnny be good junto a los canales, uno de los signos de identidad de esta ciudad del centro de Inglaterra. Pero todos, policías y ciudadanos, son conscientes de que los atentados de Londres han dejado atrás para siempre la sensación de que no va a ocurrir nada.
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