"Blair no ha caído en la respuesta autoritaria estilo Bush"
En su casa de Hampstead, Philippe Sands, abogado de 44 años y profesor de Derecho en el University College de Londres, recuerda: "El autobús de la línea 30 en la que estalló la bomba estaba a 50 metros de mi oficina en la Facultad de Derecho. No sé, pero siento que ahora estamos más preocupados que el mismo 7-J. Por el autobús en el que viajan los alumnos; por el metro en Russell Square con el que vienen a la universidad. Ahora hay temores. Pero el jueves, durante y después del atentado, fue diferente".
Sands, casado y con tres hijos, se incorporó hace ahora cinco años como abogado QC, o abogado de la Reina, el más prestigioso título de la profesión legal, al grupo de abogados Matrix Chambers, del que forma parte Cherie Booth, esposa de Tony Blair.
"La diferencia con el 11-S es que nosotros habíamos interiorizado esa amenaza"
Prosigue Sands su relato: "Después de los atentados, comencé a recibir mensajes. Una amiga de Toronto, con quien estuve el 11-S en Nueva York, me escribió comparando ambas situaciones. Le respondí que me parecían muy diferentes. El 11-S fue una matanza a escala mayor, pero la diferencia es la siguiente: nosotros habíamos interiorizado esta amenaza. Yo crecí en un ambiente en el que, durante los años setenta, las bombas eran muy frecuentes en las calles de Londres. Como ustedes tienen en España a ETA, nosotros tenemos el IRA. Recuerdo gente que era asesinada en Oxford Street, en las tiendas".
-El 7-J no fue, pues, una alarma de reloj-despertador.
-Era parte de la vida. Todos esperábamos algo así. No hubo sorpresa. Cada vez que yo subía al metro, solía pensar en ello. Y ocurrió. Es más: la gente espera que vuelva a ocurrir. El atentado nos resultó emocional e intelectualmente controlable. Esto es lo que lo ha distinguido del 11-S. Y por ello nuestra reacción puede ser caracterizada como estoica. Y en esa reacción incluyo en primer lugar al Gobierno. Antes del 7-J había un gran debate sobre dos cuestiones en Reino Unido. Primero, el carné de identidad. Es interesante preguntarse si los atentados del jueves pasado permitirán al Gobierno el apoyo a su iniciativa. Lo dudo. Porque la gente cree que la existencia del carné de identidad no supone una diferencia para este tipo de escenarios terroristas. El segundo, quizá el más importante, es el debate sobre la legislación antiterrorista. La pregunta es si el ataque del jueves endurecerá la mano de aquellos que quieren una política más autoritaria, al estilo americano de Bush. Estoy impresionado por la reacción inmediata del Gobierno y, en particular, con la conducta del primer ministro, Tony Blair, que no ha caído en esa respuesta aprovechando la ocasión para sacar conclusiones prematuras. Se ha evitado una sobreactuación autoritaria para justificar nuevas leyes draconianas, encerrando a la gente sin más, como en EE UU.
-¿No es todavía pronto para una conclusión definitiva?
-El tiempo dirá, es verdad. Pero en las primeras 48 horas hay un consenso en la necesidad de reflexionar y evitar una reacción inmediata. El Gobierno se ha presentado enseguida en el Parlamento, Blair se entrevistó, en las horas siguientes al atentado, con los dirigentes políticos. Hay un clima de unidad. Y hay otro punto: ¿los terroristas que pusieron las bombas son combatientes enemigos, como afirman los americanos, o criminales? Para mí son criminales. El gran error de Bush ha sido, precisamente, declarar la guerra contra el terror y elevar el rango de estos criminales.
En febrero de 2005, Philipe Sands publicó el libro Lawless World (Un mundo sin ley), en el que destapó una de las grandes primicias sobre Irak, la ahora célebre reunión del Gabinete de Tony Blair del 23 de julio de 2002, en la que se justificaba, con informes de inteligencia y dictámenes legales, la decisión ya adoptada por EE UU de ir a la guerra de Irak.
-Su primicia, ¿quedará enterrada por el 7-J?
-Todo lo contrario. Cuando pase el duelo, la gente se seguirá preguntando si fue correcto adoptar la decisión de ir a la guerra de Irak en una fecha tan temprana como mediados de 2002, y reflexionará sobre sus consecuencias. En una comida reciente, un alto cargo que ha abandonado la Administración de Bush me confirmó con mucho detalle las estrechas relaciones de EE UU y Reino Unido en las reuniones de trabajo de julio de 2002 dirigidas a crear argumentos legales para justificar el uso de fuerza en Irak. Estas razones fueron vendidas al resto del mundo. Otra persona que sigue ocupando posiciones en la Administración de Bush se lamentó ante mí hace pocas semanas de que estos argumentos no recibieron el respeto del resto del mundo que merecían. Querían una guerra legal cuando no podía haber guerra legal. Una justificación ex post facto con las armas de destrucción masiva y la legalidad de la guerra. Los atentados del 7-J en Londres alimentan el debate sobre la respuesta más adecuada al terrorismo, lo cual nos lleva una y otra vez a Irak.
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