Absurdo
El terrorismo islamista también se nutre de las contradicciones de Europa. Y no sólo por la florida lírica antiamericana, que tan sugestiva resulta tanto para algunos reductos del izquierdismo como del islamismo europeos, los cuales, a menudo, cuando no justifican estas matanzas, las encubren. Aunque causar una masacre como la de Londres del 7 de julio, o la que tuvo lugar en Madrid el 11 de marzo de 2004, es, además de fácil, relativamente barato, mantener las redes del terror islamista consume una gran cantidad de dinero. Diversas investigaciones sitúan en Suiza las cuentas que aseguran el funcionamiento en Europa de este rosario de células difuminadas que se presentan bajo el espectro global de Bin Laden. Y sin embargo, desde el 11 de septiembre de 2001, cuando el mundo occidental dejó de ser un lugar seguro, sólo se han bloqueado 100 millones de dólares pertenecientes a estas redes. Esas cuentas, que alimentan directamente las oligarquías petrolíferas y las redes de narcotráfico, han continuado haciendo posible que estos grupos que matan indiscriminadamente en el nombre de Dios adquieran armas y explosivos en los mercados internacionales, y que sigan propiciando estas carnicerías. Mientras Europa se debate en una profunda crisis de identidad, Suiza disimula con el perfume de sus chocolaterías el hedor de esa cloaca infame que cruza sus bancos y llena de muertos fáciles las estaciones de Madrid y Londres o los edificios de Nueva York. Se ha especulado mucho sobre Europa. Cualquiera tiene como mínimo un par de teorías al respecto. Pero se ha analizado muy poco el bello quiste incrustado en su interior que es Suiza, que sin embargo ha desempeñado un papel determinante en todos los acontecimientos europeos contemporáneos. No sólo amparó las retenciones por parte de los nazis de las cuentas de los judíos; además, encubrió las subastas de arte saqueado en los museos europeos. Incluso fabricó armas para Alemania durante la segunda guerra mundial en su condición de país neutral para burlar la vigilancia de los aliados. Ahora, mientras lava aquella imagen terrible que se labró en el siglo XX, desarrolla otra no menos monstruosa sin dejar de fabricar bombones.
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