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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Proteger las fuentes

Que un periodista deba ir a la cárcel por no desvelar su fuente de información no es algo sobre lo que una sociedad democrática pueda sentirse satisfecha. Judith Miller, una periodista de The New York Times, ingresó el miércoles en prisión, donde deberá pasar cuatro meses, por negarse a revelar la fuente oficial que supuestamente difundió en 2003 la identidad de una agente de la CIA casada con un diplomático.

Un colega suyo, Matthew Cooper, de la revista Time, ha eludido en el último minuto la condena, una vez que su fuente le eximió del compromiso de guardar la confidencialidad. Y un tercero, Robert Novack, un famoso columnista conservador, que fue en realidad el primero y único en desvelar la identidad de Valerie Plame, la agente casada con el embajador Joseph Wilson, ha salido por ahora indemne de este triste asunto. El caso Plame tiene todos los visos de ser una operación de venganza del entorno de la Casa Blanca para dañar la imagen de Wilson, en la que el poder se ha servido de la prensa. Y existe la sospecha de que en el corazón de esta historia pueda estar el asesor del presidente Bush, Karl Rove, aunque éste lo ha negado.

Wilson viajó a África por encargo de la Administración en 2002, poco antes de la guerra de Irak, y desmintió los informes según los cuales el régimen de Sadam había comprado uranio en Níger para desarrollar sus armas de destrucción masiva. Molesto por el silencio de la Casa Blanca, el diplomático publicó sus conclusiones en The New York Times en 2003. Pero poco después, Novack desveló la identidad de su esposa y meses más tarde Miller y Cooper comenzaron a investigar. En octubre del año pasado fueron requeridos por la justicia para que desvelaran la identidad de quien cometió un delito federal al difundir la identidad de un agente secreto, algo que según la ley federal está penado con hasta 10 años de cárcel.

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El fiscal sostiene que los periodistas no tienen derecho a prometer completa confidencialidad a nadie y que por tanto la actitud de Miller constituye un desacato; ésta responde que revelar una fuente es perder credibilidad. Y lleva razón: como recordó su periódico, Miller defiende con su actitud algo tan esencial como la libertad de prensa.

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