El G-8 se enfrenta a la pobreza en África
Los países más ricos del planeta intentarán esta semana pactar un plan de ayuda para el continente negro
Una serie de conciertos musicales y una multitudinaria manifestación en Edimburgo se convirtieron ayer en el principal acicate para que los ocho países más poderosos del planeta se tomen en serio los problemas del medio ambiente y la galopante pobreza de África. Los jefes de Estado o de Gobierno del G-8 (Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Rusia) se reúnen del miércoles al viernes en Gleneagles (Escocia), en su cumbre anual. Tony Blair, presidente de turno del G-8 durante 2005, ha preparado un menú con dos platos fuertes, cambio climático y África, y la posibilidad de un postre sorpresa en forma de iniciativa conjunta sobre el proceso de paz en Oriente Próximo.
Blair ha cuidado muy bien la escenografía previa, fomentando el activismo para ir creando el clímax necesario. Durante meses ha trabajado la cuestión africana creando una Comisión por África que elevó en marzo sus conclusiones. Ha impulsado todo tipo de foros para concienciar sobre los problemas del cambio climático. Y ha dado el máximo apoyo personal a los organizadores de los conciertos de ayer: una reedición a escala global del concierto por África organizado por el cantante Bob Geldof hace 20 años. Aquel Live Aid se ha convertido en Live 8, que en inglés (Live Eight) suena muy parecido. Esta vez no se trataba de recaudar dinero, sino de crear conciencia política. Ayer, cientos de miles de personas asistieron a una decena de conciertos por todo el globo, de Londres a Tokio, Edimburgo, Cornwall, Berlín, París, Roma, Filadelfia, Johanesburgo, Toronto y Moscú.
En paralelo, más de 100.000 personas se manifestaron en Edimburgo en una gigantesca marcha blanca para aumentar la presión sobre los líderes del G-8. Los augurios sobre el éxito de la cumbre son mixtos: el plan de ayuda a África parece relativamente bien encaminado tras el paquete desvelado el jueves por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Pero expertos de los ocho países intentaban este fin de semana cerrar un acuerdo que parece mucho más difícil en la delicada cuestión del cambio climático. Ayudar a África cuesta dinero. Atajar el calentamiento de la Tierra puede costar mucho dinero, sobre todo a los que más contaminan.
El G-8 ha tratado ya en varias ocasiones el problema de África y de hecho puso en marcha un Plan de Acción en la cumbre de Génova en 2002. En esta ocasión se trata de acordar, además, medidas concretas para reducir la deuda externa, doblar la ayuda al desarrollo y propiciar acuerdos a nivel global que permitan al continente incorporarse a los flujos comerciales mundiales y atraer así más inversión.
A principios de junio, los ministros de Finanzas del G-7 (los del G-8, menos Rusia) llegaron en Londres a un acuerdo de principio para condonar la deuda multilateral de los países pobres más endeudados del planeta. El pacto, que ha de recibir en Gleneagles el visto bueno final, contempla el perdón de la deuda para un grupo de 18 países (Benin, Bolivia, Burkina Faso, Etiopía, Ghana, Honduras, Madagascar, Malí, Mauritania, Mozambique, Nicaragua, Níger, Ruanda, Senegal, Tanzania, Uganda y Zambia). Se trata de la deuda que mantienen con tres instituciones multilaterales, que a su vez han de aprobar la propuesta: el Banco Mundial (que soporta 44.000 de dólares de la deuda a condonar), el Fondo Monetario Internacional (6.000 millones) y el Banco Africano de Desarrollo (5.000 millones). Otros países podrían beneficiarse próximamente de acuerdos semejantes.
Pero Estados Unidos bloqueó la iniciativa del Reino Unido de crear una línea financiera internacional para captar recursos para África y puso pegas a la propuesta de doblar la ayuda al desarrollo. Bush anunció el jueves una iniciativa propia para doblar la ayuda de Estados Unidos inyectando 1.200 millones de dólares para reducir a la mitad las muertes por malaria para 2010 y otros 400 para educación. Aunque el plan ha tenido una acogida mixta, asegura que la cumbre no embarranque en África.
La cuestión del cambio climático es otra cosa. La Administración de Bush se descolgó del acuerdo de Kioto que había firmado Bill Clinton y siente alergia ante cualquier iniciativa internacional que le suponga obligaciones medioambientales porque pueden tener un alto coste para su economía. Según el diario The Guardian, que ha tenido acceso al último borrador de las conclusiones sobre cambio climático, Estados Unidos se opone a incluir en esas conclusiones una frase considerada crucial por la presidencia británica. La frase dice así: "El cambio climático es un reto serio y a largo plazo que tiene el potencial de afectar a cada parte del globo. Hay ahora fuertes evidencias de que está ocurriendo un significativo calentamiento y de que la actividad humana está contribuyendo a ello".
Si Washington se desentiende definitivamente de este redactado, considerado hace unos días como "el mínimo de mínimos" que debería salir de Gleneagles por las academias de ciencias de los ocho países del G-8 más las de China, India y Brasil, que también asistirán a los debates sobre cambio climático, la cumbre habrá fracasado.
Reino Unido, Alemania y Francia están resueltos a firmar una declaración a siete, sin Estados Unidos, lo que constituiría un hecho sin precedentes en la historia del G-8 y supondría un gesto muy hostil de Tony Blair a su amigo y aliado George W. Bush. Pero eso difícilmente salvaría las conclusiones sobre medio ambiente porque dejaría fuera al país causante del 25% de las emisiones Washington está dispuesto a admitir que un incremento de la demanda energética "tiene el potencial" de provocar un incremento significativo de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero se niega a aceptar la conclusión de que "hay que ralentizar, parar y luego invertir el crecimiento de los gases de efecto invernadero para reducir nuestra exposición a riesgos potenciales serios económicos, medioambientales y de seguridad".
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