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Reportaje:

Una fiesta de la música

El 'Sevilla World Music' reunió a más de 15 artistas y cosechó, en su novena edición, un nuevo éxito de público

El río de jóvenes que cruzaban el pasado jueves por la noche los puentes sevillanos del Guadalquivir marcaba el camino. Todos iban a la Isla de la Cartuja desde donde ya se oía el rugir de miles de personas que esperaban ansiosas el comienzo del espectáculo. La novena edición del Sevilla World Music estaba a punto de empezar.

Desde antes de las 20.00, miles de jóvenes provenientes de la capital y la provincia se agolpaban en las inmediaciones del escenario. Los más afortunados sólo iban a estar separados por una valla del escenario donde iban a actuar los artistas. Los mismos que pueden escuchar diariamente en Los 40 Principales, la cadena de radio que organizó el concierto.

Todo, apoyado por un impresionante sistema de sonido (100.000 vatios) y dos pantallas gigantes donde se proyectaron las imágenes de los 15 grupos y solistas -encabezados por Andy y Lucas- que actuaron. Para empezar a caldear el ambiente, Sito Navas, uno de los locutores de Sevilla más conocidos de la cadena radiofónica, pinchó música bailable. A su alrededor varios bailarines y bailarinas se contorsionaban frenéticos al ritmo de la música.

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Andy y Lucas, premiados por su proyección

A las 22.30 la fiesta ya había comenzado. Los compases del pop mallorquín de La Musicalité; el sonido aflamencado de las hermanas ecijanas de Son del Sol; y del reguetón pélvico de Mario Mendes, se sucedían. Pero, para algunos, los números de baile que acompañaban a los solistas eran lo que más se clavaba en sus retinas. Sobre todo, si éstas eran adolescentes. "Las gogós son lo mejor de todo", afirmaba Eduardo, de 16 años y estudiante de 1º de Bachillerato. ¿Cuáles? "Todas", respondía. Con otros cinco colegas, había venido desde el sevillano barrio de Las Góndolas para ver el espectáculo. "Porque es gratis, ¿sabes?", apuntaban sus compañeros.

Entre el público, muchos no tenían preferencias claras entre los artistas que iban a actuar. Otros sí. "Al que tengo más ganas de ver es a Carlos Baute", reconocía Eva, de 20 años, que fue con unas vecinas. Eva no era la única que esperaba ansiosa a Baute, como hacía patente alguna que otra bandera de Venezuela entre el público. "¿Lo peor de esto? Pues que hay muchos niñatillos que intentan ligar", decía riéndose. Mientras tanto, subía al escenario Iguana Tango. Eva y sus amigas se aplastaban un poco más contra las vallas. "Éstos también me gustan", gritaba Eva, con la canción Estoy aquí sonando atronadora.

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Los grupos entraban y salían a toda velocidad del escenario. Dos temas cada uno. Mientras, en el back stage al aire libre, los artistas cantaban, reían y bailaban nerviosos a la espera de su turno. Otros, llegaban sudorosos después de su intervención. Era el caso de Iguana Tango, a quienes aguardaban una decena de fans con invitación deseosos de sus autógrafos y de fotografiarse con ellos.

Mientras, Carlos Baute era recibido por una imponente y aguda aclamación del público. Cantó dos temas de su último disco, Baute. A la vuelta, ya en su camerino, relajado, empapado, y resguardado de los cazadores de autógrafos, exclamaba con mirada pícara: "¡El público sevillano, es tan caliente!".

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