"El harén fue un punto de encuentro cultural interesante"
La princesa Wallada (994-1091) y el poeta Ibn Zaydun se enamoraron. Mantuvieron una relación secreta. Pero él fue infiel con una esclava de la princesa. Ruptura. El poeta se arrepiente, escribe versos desgarradores. Pero Wallada no transige. "Ella tendría que haber perdonado, eso es lo que se ha esperado a lo largo de la historia de cualquier mujer. Pero no lo hace y se condena literariamente y para la historia. Fue una reacción propia del siglo XX, y todavía ahora hay ejemplos de mujeres, como en el caso de los malos tratos, que perdonan. 'Ya cambiarán', dicen". La poeta Matilde Cabello (Puerto Real, Cádiz, 1956) acaba de publicar en la Editorial Almuzara Wallada. La última luna, una biografía novelada con la que pretende "defender esa figura". "Ella tenía sus razones", dice Cabello.
Pregunta. ¿Quién fue Wallada?
Respuesta. Wallada es todo aquello que los contemporáneos no han dicho de ella y que la cultura oficial no ha querido reconocer en ella. Era una mujer libre, con un concepto de la libertad que no responde al modelo tradicional de la mujer a lo largo de nuestra historia. Fue una escritora que se atrevió a ser independiente, a ir por libre. Las poetisas de Al-Ándalus no eran lo que la historia nos ha querido hacer creer. La verdad es que eran mujeres libres, muy cultas, que se atrevían a expresar sus sentimientos. Más tarde, se produce ese silencio. Wallada fue una mujer libre hace mil años. Se independizó económicamente, cuando le correspondía estar tutelada por un hombre. Una mujer que en el siglo XI decide abrir su propia casa a los hombres y montar un salón literario regentado por ella, cuando todavía estaba muy mal visto que algunas mujeres se relacionaran con varones. Fue una mujer valiente y distinta y no se lo han perdonado...
P. ¿Pionera?
R. Posiblemente, aunque no en cuanto a empezar a escribir, porque la literatura estaba ya en los harenes. El harén no era el típico lugar que nos han hecho creer donde las mujeres solamente se preparaban para el varón. El harén fue un punto de encuentro cultural interesante. Wallada fue pionera al abrir un salón literario en Córdoba, al no casarse, al relacionarse sentimentalmente con quien le apetecía...
P. ¿Escribir sobre la obra de Wallada es una forma de reivindicar a la mujer musulmana activa, creadora?
R. Es una forma de reivindicar a las mujeres. En todo tiempo ha habido mujeres que se han atrevido a romper, aunque el precio haya sido tan alto como el que pagó Wallada. La sociedad no se lo perdonó. Es una forma de reivindicar a aquellas mujeres que se atreven a actuar con la misma libertad con la que actúa un hombre.
P. En el contexto en el que vivió Wallada, se repitió la contradicción entre decadencia política y florecimiento cultural...
R. Efectivamente. Fue una de las cosas que más me atrajo de esta etapa. Wallada fue a nacer en un momento muy crítico. Su nacimiento no lo he situado en el año 1003 como muchos estudiosos. Debió ser en el 994. Imagina, reinado de El Niño, muerte de Almanzor, el declive del Califato, revueltas... No sé por qué el declive provoca esa eclosión de cultura. Fue una etapa tremenda, debió ser terrible, pero a la vez una de las más fructíferas, sus contemporáneos fueron Ibn Hasan, Ibn Zaydun, la Escuela de Granada...
P. ¿Wallada tuvo una vida económica desahogada?
R. Sí, perteneció a una familia noble, de uno de los últimos omeyas de esta etapa, en la que duraban tres o cuatro meses en el trono. El padre de Wallada mató al antecesor, Abderramán V, y provoca una revuelta. El padre tiene que huir del palacio disfrazado de bailarina, lo asesinan... Wallada era de una familia noble, aunque llevaba la lacra de su padre, que no fue precisamente admirado en la época. Era mujeriego, bebedor, un autentico desastre. Ella también hereda la imagen del padre. Pero evidentemente fue una privilegiada, estamos hablando de una princesa. Las mujeres escritoras de aquella época eran las princesas y las esclavas, no había otra posibilidad.
P. ¿Por qué ha decidido escribir una biografía novelada?
R. Lo primero que me empuja es mi pasión por la poesía arábigo andaluza. Los textos de los autores andalusíes son sorprendentes. El lenguaje, la poética, el estilo literario... Yo pretendí acercarme lo máximo posible a ese estilo literario. La prosa poética. Y pensé que la mejor forma era hacerlo en primera persona, lo que me permitía la recreación en los paisajes y en esa Córdoba imaginaria que describen las crónicas. He intentado ser lo más fiel posible a lo que pudo ser aquello. Yo no he escrito nada que no haya encontrado en un pequeño fragmento en los autores andalusíes. Fue un auténtico rompecabezas, porque no se encuentran más de dos páginas dedicadas a Wallada.
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