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Columna
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Guerra con cuartel

En un rincón del cuartel, atrincherados frente al sol y al ruido, algunas de las asociaciones y colectivos culturales independientes más importantes de Madrid se reúnen desde hace tres semanas. En la guarida de sombras de piedra de la sala del patio sur del Centro Cultural Conde Duque, los movimientos artísticos que están agitando esta ciudad en los últimos años se paran a reflexionar sobre sus logros y sus aspiraciones, sus frustraciones y sus alegrías.

El Ayuntamiento ha ofrecido al dream team madrileño de la alternatividad artística y cultural un espacio de encuentro y se ha prestado a escuchar sus demandas y sus denuncias, aunque no siempre se presenta un enviado del alcalde. Resulta interesante asistir a estas inéditas charlas, que duran oficialmente dos horas y media pero que suelen prorrogarse indefinidamente en los cafés de la zona, porque descubren el sorprendente mosaico de iniciativas culturales que anidan en la ciudad.

El primer día habló Liquidación Total, Feedback, Los29enchufes y El Ojo Atómico; y hace 15 días lo hizo Doméstico, El Perro, Ladinamo, La Fiambrera Obrera y Off Limits. Estas organizaciones, que muchas veces colaboran entre sí, se identifican con ideas políticas claramente izquierdistas que incluso rozan lo comunista o anárquico. Pero su actitud es más artística que políticamente combativa, al menos su combate político es a favor del arte y no siempre de otras causas que lo trascienden. Sus referencias políticas pueden contagiar las obras de subversión y reclamación, pero lo importante es que su espíritu de rebeldía e inconformismo se pone a disposición de la creatividad.

Escuchando sus voces jóvenes rebotar contra los elevados techos del edificio militar uno comprende que el verdadero objetivo de la lucha de estos colectivos es seguir luchando. Sus metas inmediatas son obtener financiación para organizar más exposiciones, remunerar a los artistas o pagar el alquiler de sus locales, pero su importancia, su mérito y su idiosincrasia reside en la disidencia y la marginalidad, en seguir siendo una alternativa. No estarían dispuestos a vender su autogestión, su independencia y su radicalidad por más metros cuadrados y mayor visibilidad para sus proyectos. Debaten si es o no es prostitución capitalista aceptar patrocinios pero, en el fondo, cuando pueden toman ese dinero porque saben que no cambiará la esencia de sus obras ni sus pensamientos, que no les comprometerá, que podrán seguir disfrutando sin hipotecas ni compromisos. Porque la diversión es una de las características más llamativas de estos colectivos que se aglutinan, sobre todo, en Lavapiés. Pueden organizar talleres de danza, de teatro o incluso publicar revistas y libros, pero no dan cobijo a estas propuestas artísticas con resentimiento hacia quienes, con más medios, no las amparan; ni con un espíritu compasivo o benefactor, sino con la satisfacción de contribuir a que los madrileños se sientan creativamente realizados y a que muchos otros puedan disfrutar, como espectadores, de esas manifestaciones artísticas.

Pasado mañana a las seis de la tarde, en el mismo sitio y previsiblemente con el mismo calor golpeando el lomo de la sala, hablarán los representantes de C.A.S.I.T.A, Cielito Lindo, Eskalera Karakola, El Laboratorio, Lavapiés Wireless y SECO; y el jueves 7 de julio lo harán AVAM y Fundación Arte y Derecho. La vida cultural underground de Madrid ha crecido con efervescencia en los últimos años. Mientras que gran parte de estas asociaciones son desconocidas para la mayoría de los ciudadanos, ninguna de sus quejas habla de invisibilidad, de falta de público o voluntarios para integrarse en los proyectos. De hecho, estos colectivos ni siquiera son suficientemente conscientes de su transparencia.

Algunas asociaciones proponen proyectos sólidos y originales, otras ofrecen productos pobres o incluso la propia organización no pasa de ser una gamberrada punk. En cualquier caso Madrid se enriquece con esta clase de colectivos que ayudan a los ciudadanos a expresarse artísticamente y dotan a la población de alternativas culturales valiosas tanto por su heterogeneidad como por su perfil anticomercial. Lo indiscutible es la entrega e ilusión con la que se han puesto en marcha estas asociaciones que, gracias al fantástico trabajo a favor de la cultura que está desempeñando MediaLabMadrid, estas semanas luchan con cuartel.

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