Una intensa velada entre Dios y el diablo
El teatro Stary de Polonia condensa 'Los hermanos Karamázov' en un montaje teatral que llega al festival Grec de Barcelona
Los Karamázov se han materializado a orillas del Vístula. La tormentosa y atormentada familia salida de la pluma de Fiodor Dostoievski vive estos días sus desaforadas pasiones en el escenario del Teatr Kameralny, la célebre sala pequeña del Teatro Stary de Cracovia, antes de hacer las maletas para recalar en el Teatre Lliure (del 30 de junio al 3 de julio) como una de las grandes citas del festival Grec de Barcelona. La puesta en escena que ha realizado el director polaco Krystian Lupa, uno de los grandes maestros europeos, de Los hermanos Karamázov es sobrecogedora, una de esas experiencias impactantes e inolvidables que sólo muy de vez en cuando se viven en el teatro. La duración del espectáculo en que se ha convertido la gran novela rusa -nueve horas- resulta algo disuasoria, pero la representación se ofrece con numerosos entreactos (e incluso con la posibilidad de verla en dos días en sendas mitades) y la experiencia es extraordinaria.
Ahí están las penumbras del alma y la estrepitosa violencia de las pasiones
Una gran lección de teatro, de interpretación -que Lupa concibe como algo mágico, similar a una sesión de espiritismo- y de adaptación literaria que cada noche pone en pie, entusiasmado, al público de Cracovia. Luego, a la salida, la vieja y bella ciudad eslava en la que duermen los reyes Jageillones, Kosciuszko, el mariscal Pilsudski y Tadeusz Kantor se llena de inevitables referencias a la obra de Dostoievski. Las tempestades del escenario se amplifican en las del firmamento, las francachelas lujuriosas hallan un eco (leve) en los bares musicales del antiguo barrio judío de Kazimierz y la paralítica Lise, la diablilla enamorada del santo Aliosha, parece reencarnarse en la conmovedora jovencita en silla de ruedas que ofrece fresas silvestres en la calle Slawkowska para disimular su mendicidad.
Los hermanos Karamázov de la compañía del Stary consiste en una serie de escenas muy intensas que concentran maravillosamente el millar de páginas de la novela. Lupa (que remonta periódicamente la pieza) ha eliminado, por supuesto, una cantidad ingente del material de Dostoievski, incluidos pasajes tan trascendentales como el conocido capítulo de El gran inquisidor -sustituido por el aria de La Pasión según san Mateo de Bach- o el juicio final al abrupto e irascible Dimitri, acusado del asesinato de su depravado padre (de hecho, Lupa se cepilla los 14 últimos capítulos de Los hermanos Karamázov y el epílogo).
Sin embargo, la obra teatral hace perfectamente inteligibles la trama y los contenidos de la novela (y eso que en Cracovia se representaba sólo en polaco: en Barcelona se hará con sobretitulado). La escenificación aporta una nueva, interesantísima, dimensión al texto, a esa "novela detectivesca a cámara lenta", como la denominaba Nabokov. Ahí están las penumbras del alma, la estrepitosa violencia de las pasiones, el agudo y demoniaco ejercicio de la razón, y hasta el biombo rojo y el almirez de cobre -la pretendida arma homicida-. Y también cosas que no son, obviamente, de Dostoievski, como las sutiles referencias jungianas -Lupa confiesa haber sido un "fanático absoluto" de Carl Gustav Jung- que conectan la obra con la psicología de las profundidades y la alquimia, e introducen en la pieza símbolos del proceso de individualización y maduración espiritual.
Una persistente desesperación (la "espina en la carne" de los personajes que observaba Camus en la novela) emana del escenario envuelta en la luz fantasmagórica de candiles, entre puertas que se cierran con estrépito y subrayados musicales escalofriantes. La acción transcurre en una especie de jaula con la cuarta pared -el lado del público- cerrada por un finísimo tul transparente que produce una sensación casi pictórica. Un mecanismo permite acercar o alejar esa caja en la que transcurren la mayoría de las escenas, con lo que se crea un efecto cinematográfico de planos medios y largos. Hay momentos de la representación sencillamente sensacionales, como el de la fiesta chez Trifón Borisych que deriva en orgía, con los mujik ebrios, las mujeres bailando con la desvergüenza del alcohol y el acordeonista repitiendo obsesivamente una melodía. Algunas opciones de Lupa, por más que son geniales, pueden chocar al lector de Dostoievski: el mismo actor que interpreta al cobarde, epiléptico y estrangulador de gatos Smerdiákov -el cuarto hermano, el hijo ilegítimo y verdadero asesino del padre Karamázov-, Piotr Skiba, hace de diablo en la puesta en escena del famoso capítulo de la pesadilla de Iván, que, además, cierra el espectáculo. Esa escena, con un Iván (el personaje de la novela que más representa al propio Dostoievski) enloquecido que evoluciona como un poseso mientras realiza los mismos gestos y trata de protegerse de su enajenación -el diablo- esbozando con una línea de tiza una vana barrera salvífica en el suelo, es impresionante.
"El primer paso para llevar Los hermanos Karamázov al teatro fue tomar la decisión sobre el punto central de la historia", explica Krystian Lupa en la gran sala de reuniones de la sede principal desde 1799 del Stary, un viejo teatro en el corazón del casco antiguo de Cracovia habitado por los fantasmas de artistas como Swinarski o la gran Helena Modrzejewska. Lupa (Jastrzebie Zdroj, 1943) habla sentado ante una mesa, con las manos juntas como si rezase. "Es una novela muy amplia, con muchos temas. La aventura de montarla empezó en 1988 como un trabajo con los alumnos de la Escuela de Teatro de Cracovia. Me inspiró mucho el libro de Bajtin sobre Dostoievski
[Problemas de la poética de Dostoievski, Fondo de Cultura Económica, 1986]. Bajtin dice que en cada hombre hay al menos dos personas y que éstas actúan de manera contradictoria. El montaje tuvo su vida académica y después vimos que estaba tan completo que bastó añadir unas pocas escenas para que apareciera una senda por los meandros de la novela".
"Nos centramos sobre todo en los diálogos entre los hermanos, en lo que denominamos 'diálogos sobre crimen, Dios y la muerte'. Vimos también que los hermanos eran personas frágiles, pero las mujeres, paradójicamente, eran más estables, personalidades más homogéneas. Así que en el montaje le proporcionamos a cada hermano una mujer, obviamente sin salirnos del planteamiento de la novela; cada uno con su partenaire. Así conseguimos un primer esbozo de la narración. Luego, de manera intuitiva, quité la parte del asesinato del padre y detalles como el juicio".
Lupa: "Me reí al leer la novela"
Sorprendentemente, el público polaco, en su mayoría joven, ríe durante varios momentos de la representación. "Debo confesar que yo me reí al leer Los hermanos Karamázov", dice Lupa, "sobre todo con el personaje de Lise, su imaginación, su forma de ver el mal. Esa imaginación de Lise es algo absurdo que se debe quizá a su discapacidad y a su juventud, su infantilismo pueril. Tiene una gran energía cómica. Y la actriz que la representa posee un impulso similar".
En un capítulo de la novela -el séptimo del libro octavo-, Dostoievski se burla abiertamente de los polacos (una burda sátira, según Milosz). Lupa conserva el pasaje, y a los espectadores locales, como se pudo observar en Cracovia, les hace mucha gracia. "En origen el espectáculo era mucho más lúgubre, pero a medida que nos hacemos más viejos, más comicidad descubrimos", dice Lupa. "No es un secreto que Dostoievski odiaba a los polacos, y quizá tendría razones para ello. Podemos mirarnos en él como en un espejo deformante. Es una experiencia muy interesante y por eso no he quitado esa parte, incluso la he hecho más afilada, y me gusta ver que los jóvenes polacos se ríen tanto".
Babelia
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