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Reportaje:REPORTAJE

Historia de dos camisetas

Andrea Rizzi

Punta del Este, Uruguay, septiembre de 1986. A primera vista puede parecer extraño que esas sean fecha y lugar de nacimiento de la impresionante avalancha de productos textiles chinos que está arrasando los mercados occidentales y que ha llevado a la Unión Europea y a China al borde de una guerra comercial. Sin embargo, es justo ese el simbólico punto de arranque de un fenómeno que, a pesar del reciente acuerdo de limitación a las exportaciones del país oriental, está haciendo temblar a un sector que en la UE factura 213.000 millones de euros y da trabajo a unos dos millones y medio de personas. Un fenómeno que representa la punta de un iceberg enorme -y creciente- como el peso comercial que China va ganando en los mercados mundiales.

En China es casi infinita la mano de obra disponible "al coste medio de 60 céntimos de euro la hora. En España es 12; en Francia, 17, y en México, 2", según Bustelo

En Punta del Este, en 1986, se pusieron en marcha las negociaciones de la Ronda de Uruguay de la Organización Mundial del Comercio. Con un acuerdo alcanzado ocho años más tarde, la Ronda selló la muerte progresiva del sistema de cuotas que protegía los mercados textiles occidentales. "Lo esencial es entender que la liberalización del sector viene de allí. Y que es sólo una parte de un acuerdo mucho más amplio y muy complejo", señala Federico Steinberg, profesor del departamento de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid. "Precisamente, la liberalización del textil es la compensación para los países en desarrollo de los beneficios obtenidos por los desarrollados con otros acuerdos, en materia de telecomunicaciones y propiedad intelectual, por ejemplo. No se puede olvidar eso. Por supuesto hay que luchar contra la competencia desleal y siempre es deseable que las transiciones sean suaves. Pero, a nivel global, hay que tener presente dónde están las cosas y qué representan".

El desangramiento del sector

Naturalmente, al sector textil de los países occidentales, puesto en el altar del sacrificio en la Ronda de Uruguay y preocupado por su propia supervivencia, poco le pueden importar los equilibrios globales. Las cifras del sector diseñan la trayectoria de un desangramiento. En la última década se han perdido en Europa unos 800.000 puestos de trabajo. En España, sólo en 2004, unos 15.000.

"Es brutal. La primera oleada de liberalizaciones, en 2002, ya fue un golpe duro", recuerda Sergio Teijeiro, gerente de Archymoda, una empresa de confección de la Comunidad de Madrid que da empleo a unas 60 personas directamente y a unas 400 indirectamente. "Pero lo de ahora es peor. Es imposible luchar contra pantalones a 43 céntimos. Está claro que los chinos hacen trampas. Nosotros intentamos aguantar, pero si la cosa sigue así, tendremos que abandonar la producción y convertirnos en intermediarios. Y, con la producción, adiós a los puestos de trabajo. Un desastre del que los consumidores, en todo caso, no se benefician, ya que si el precio de producción es bajo, el de la venta al detalle no lo es tanto. Los distribuidores se llevan todo. Una catástrofe. Y el reciente acuerdo entre UE y China no cambia nada", comenta el gerente.

El acuerdo al que se refiere Teijeiro fue sellado por el comisario europeo del Comercio, Peter Mandelson, y el ministro chino Bo Xilai, el pasado 11 de junio. Como repetidamente se ha señalado en la prensa, el acuerdo impide que las exportaciones de 10 productos clave, entre los que se encuentran pantalones y camisetas, aumenten más del 8%, 10% o 12%, según los productos. "Lo que no se ha subrayado tanto es que la base sobre la que se calculan estas limitaciones incluye nueve meses de 2004 y los primeros tres de 2005, precisamente los de la avalancha", comenta Salvador Maluquer, secretario general del Consejo Intertextil Español (CIE), la mayor patronal del sector, que representa a unas 6.800 empresas que dan trabajo a 243.000 personas. "Esto significa que si en 2004 llegaron a Europa 208 millones de camisetas y camisas, en 2005 podrán llegar 491", prosigue Maluquer.

Ante eso, y ante la posibilidad de infringir los límites exportando a través de otros países, Teijeiro opina que el acuerdo "no sirve para nada". Maluquer considera el acuerdo "positivo, pero insuficiente". Aunque con palabras más prudentes, el secretario general del CIE comparte las acusaciones de Teijeiro. "Un pantalón a 43 céntimos no cubre ni el precio de la materia prima. Y que se eludan las cuotas es evidente e inevitable. Por ejemplo, es curioso que, mientras los 15 miembros de la UE hasta la ampliación están sumergidos de textil chino, en muchos de los 10 nuevos miembros haya bajado, en 2005, la cantidad de importaciones. La explicación es que hasta 2004 China utilizaba esos países para eludir las cuotas. Desde allí introducía los productos en la UE. Desde enero ya no hacía falta, y las estadísticas lo reflejan".

Pero, más allá de la dudosa eficacia del acuerdo y de las presuntas infracciones -sobre las que el Gobierno español mantiene abiertas las investigaciones-, la avalancha del textil chino adquiere un significado trascendente cuando se entiende que se trata del trueno que anuncia la tempestad. Las recientes alarmas en el sector del calzado parecen confirmarlo.

La base de la competitividad del país oriental reside en elementos que pueden apoyar muchos tipos de exportaciones, como la casi infinita mano de obra disponible "al coste medio de 60 céntimos de euro la hora. En España es 12; en Francia, 17, y en México, 2", según señala Pablo Bustelo, profesor de Economía de la Universidad Complutense e investigador principal (para Asia-Pacífico) del Real Instituto Elcano, sirve para muchas producciones. El mismo discurso vale para factores como: la subestimación de la divisa china, el yuan, respecto al euro; los subsidios estatales a las empresas; un sistema de crédito público con condiciones más ventajosas que las de mercado; la posibilidad de hacer economías de escala debido a las grandes dimensiones.

"Se trata de elementos que han sido, o siguen siendo, aprovechados por los países occidentales", coinciden Bustelo y Steinberg. "España ha atraído inversiones por dos décadas gracias a un bajo coste del trabajo", recuerda Steinberg. "De la misma forma, hay que subrayar que la Política Agrícola Común de la UE no es nada menos que un enorme sistema de subsidios", prosigue el analista. Si a esto se añade que la devaluación de la divisa ha sido una política habitual de muchos países (Italia, por ejemplo, en el pasado, y EE UU ahora mismo), resulta claro que sería hipócrita reprochar a los demás lo que uno mismo hace.

Ante ese escenario, la solución es "reposicionarse más arriba en la escala de valores", señala Steinberg. "¿Pero cómo me reposiciono yo más arriba?", se pregunta Teijeiro. "El textil es un sector de baja intensidad tecnológica, luego ir más arriba sólo se puede hacer con una mayor calidad de la ropa". Pero uno no se convierte en Armani con sólo quererlo. Y mientras tanto, en China se están construyendo unas 4.000 plantas textiles.

Una chica española y una china enseñan dos camisetas, símbolo del enfrentamiento comercial en el sector textil.
Una chica española y una china enseñan dos camisetas, símbolo del enfrentamiento comercial en el sector textil.CRISTÓBAL MANUEL

El sujetador de la sospecha

UN MISMO SUJETADOR, tres precios totalmente distintos. "La historia es muy significativa", comenta Salvador Maluquer, secretario general del Consejo Intertextil Español, la mayor patronal del sector. "Se trata de unos datos que nos facilita una empresa textil con plantas en España y en China [que no quiere que se desvele su nombre, por mantener secretos sus costes de producción], según los cuales la fabricación de un sostén que requiere 11 minutos de elaboración cuesta en su planta española 5,85 euros. El mismo artículo, producido en su planta china, e incluidos los costes de transporte y los aranceles, cuesta 3,35. Una diferencia notable. Sin embargo, en el mercado se encuentra la misma prenda a un euro. Datos como ese alimentan nuestras dudas", explica Maluquer.

¿Cómo es posible que, incluso fabricando en China, los costes sigan siendo más del triple? ¿Cómo es posible que se hallen pantalones a 43 céntimos cuando el precio medio es 6 euros? Esas preguntas no se las hicieron sólo las patronales del sector, y, actualmente, el Ministerio de Industria y la Agencia Tributaria investigan el flujo de importaciones.

Los análisis de mercado señalan la existencia de dos circuitos distintos: uno, compuesto por importadores tradicionales y en el que los precios se mantienen sustancialmente estables con respecto al 2004, y otro, integrado por firmas desconocidas, titulares de nuevas licencias de importación, en el que los productos circulan a precios sustancialmente inferiores. Sobre este segmento se concentran las investigaciones.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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