Anticatalanistas
Ya tenemos una plataforma antinacionalista en Cataluña. Me asombra que entre sus miembros fundadores no figure Federico Jiménez Losantos. No se diferencia mucho el discurso del uno y el de los otros, si acaso en las formas, sin duda más educadas, pero no en el fondo, que no es otro que el de negar a nuestro país su historia. Lo que más me molesta es que se nos quiera hacer creer que éste es un movimiento que va contra el nacionalismo. Nada más falso: sólo hay que ver el historial de algunos de sus fundadores para darse cuenta de que éste es un movimiento puramente anticatalanista.
Existen en Cataluña otras opciones políticas para quien no se sienta identificado con el discurso nacionalista. Pero sin duda hasta la fecha, ninguna, a excepción del Partido Popular, se ha significado de tal forma contra nuestros derechos históricos. En el fondo es el sustrato ideológico que alimenta a la misma gente que salió a la calle en Salamanca para oponerse al traslado de los famosos papeles. Digan sinceramente si creen que esta movida se hubiera organizado si hubiera sido, pongamos por caso, la Comunidad de Murcia la que hubiera solicitado la devolución de algún documento.
El anticatalanismo está vigente desde hace siglos -me costó aceptar esta evidencia, pero a las pruebas me remito-. Siempre que un personaje catalán ha querido participar en la política española se le ha mirado con desconfianza. Al nacionalismo catalán se le demoniza como a ningún otro. Siendo hasta la fecha pacífico y democrático no se duda de meterlo en el mismo saco que el nacionalismo vasco radical y violento, y tratarlo aún mucho peor. Es más odiado en todo el Estado Carod Rovira que Otegi, sin ninguna duda. ¿Y qué otro motivo existe si no es el de su procedencia? ¿Acaso se puede defender que ERC y HB son lo mismo si no es desde posiciones claramente enemigas de todo lo que huela a catalán? Hasta Jordi Pujol, de cuya moderación ahora todo el mundo se acuerda, fue víctima de insultos y bromas groseras como ningún otro presidente lo ha sido jamás.
Resumiendo, si por lo que parece no podemos vivir juntos, es
mejor que nos separemos amistosamente. Puede que entonces, cuando ya no exista catalán a quien cargarle las culpas de todo a quien utilizar de martillo para sacudirse entre los políticos, igual nos podamos querer de verdad.-
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