El chabolismo crónico de Sevilla
La mayoría de los desalojados de Los Bermejales sigue un año después en las Tres Mil Viviendas o en nuevos asentamientos
El Ayuntamiento de Sevilla aprobó en su último pleno instar a la Junta a que cree un Instituto Andaluz de Realojamiento e Integración Social que facilite el acceso a una vivienda a familias de núcleos chabolistas. En el mismo pleno, el concejal de Bienestar Social, Antonio Rodríguez Galindo (PSOE), anunció la creación de la llamada ciudad de tránsito, en la que vivirán las familias antes de su realojo definitivo en pisos. Son medidas con las que el gobierno municipal pretende evitar que el chabolismo se convierta en un mal "crónico" de Sevilla, la única capital andaluza en la que se mantienen en pie varios núcleos de chabolas, alguno de ellos con tres décadas de historia. Si por "crónico" se entiende "una enfermedad larga, una dolencia habitual o un vicio inveterado", que es como lo define la Real Academia, hace años que el chabolismo adquirió en Sevilla esa categoría.
Desde que la Junta aprobó en 1997 el Plan de Erradicación del Chabolismo, se han eliminado en Sevilla los asentamientos de San Diego, Perdigones y Bermejales. Pero se mantienen otros cuatro, con más de 200 chabolas en las barriadas de la Paz, Palmete, Torreblanca (en el término de Alcalá de Guadaíra) y El Vacie, en el que viven 130 familias desde la década de los setenta.
En los últimos años, se han creado nuevos poblados bajo los puentes que unen la capital con El Aljarafe. Estos núcleos están habitados por familias de los antiguos asentamientos, así como por inmigrantes, en su mayoría de Europa del Este, que se instalan para trabajar temporalmente en Sevilla. Entre los puentes Juan Carlos I y Reina Sofía había cinco chabolas hace unas semanas; en los últimos días, se han levantado otras tantas.
Marcos Sánchez, miembro del grupo de marginación de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, apunta una de las claves de la pervivencia del chabolismo en Sevilla. "La Administración sólo les ha hecho caso cuando hay presión urbanística". La eliminación de los tres asentamientos que han desaparecido en los últimos años ha estado vinculada a cambios del planeamiento. Según Sánchez, los que quedan desaparecerán "cuando sea rentable".
Las presiones urbanísticas han eliminado del paisaje tres asentamientos, pero están también en la base del fracaso del plan de erradicación del chabolismo en la capital. De los tres núcleos que han desaparecido, sólo el de San Diego se resolvió como recomendaba el plan andaluz: trasladando a los chabolistas a una promoción de viviendas próximas al asentamiento. En Los Perdigones y Bermejales, el desalojo sólo fue posible tras un acuerdo económico entre la empresa inmobiliaria propietaria del solar y los chabolistas, que recibieron entre 30.000 y 42.000 euros por familia a cambio de marcharse.
A falta de un mes del primer aniversario del desalojo de Los Bermejales, sólo dos familias de las 43 que salieron del asentamiento con el dinero has conseguido cierto grado de integración social. Invirtieron en un piso en la localidad de San Juan de Aznalfarache, donde ya vivían sus padres, que, junto a otras dos familias, habían abandonado el asentamiento unos años antes con la promesa de una vivienda y un trabajo. La segunda parte del trato no se cumplió y dos de las familias fueron incapaces de correr con los gastos de mantenimiento de la casa y la comunidad y se marcharon al barrio de las Tres Mil Viviendas de Sevilla, el mismo al que fueron a parar la mayoría de los que hace un año abandonaron Los Bermejales con los 42.000 euros y un contrato en el que se comprometían a comprar un piso en cualquier barrio menos en ése.
El realojo de los chabolistas en las Tres Mil Viviendas, donde el Gobierno, la Junta y el Ayuntamiento impulsan un plan i para acabar con los problemas de exclusión social que afectan al barrio, hizo estallar las críticas de los vecinos de la zona y el Defensor del Pueblo. Las administraciones prometieron realojarlos en otro barrio, pero un año después todos, alrededor de 35 familias, siguen allí instalados en pisos que según Pro Derechos Humanos, han generado un nuevo núcleo de "chabolismo vertical".
Jorge Morillo, un voluntario que acudía varias veces por semana a jugar al fútbol con los niños chabolistas de Los Bermejales y ahora sigue visitándolos en las Tres Mil Viviendas y San Juan, asegura que la mayoría no tienen cubiertas sus necesidades básicas. Él les lleva comida regularmente, pero dice que en las Tres Mil ha tenido que "cortar el grifo" porque temía por su integridad física cada vez que iba a entregarles algo y se le abalanzaban otros vecinos de la zona. Morillo duda de si los ex chabolistas están mejor en los pisos de las Tres Mil Viviendas a cuando estaban en el asentamiento. "Ahora están incluso más abandonados. Antes por lo menos vivían con la esperanza de una alternativa seria", advierte Morillo.
El Defensor del Pueblo andaluz, José Chamizo, presentará un informe sobre chabolismo en otoño ante el Parlamento. Chamizo no quiere adelantar conclusiones, pero señala que "no hay voluntad ni política ni social" para acabar con algunos de los asentamientos. "Cuando se plantea llevarlos a un barrio salta el rechazo de los vecinos. Y las autoridades, en vez de seguir adelante, no hacen nada", señala Chamizo. Marcos Sánchez, de Pro Derechos Humanos, se muestra también a favor de integrar a los chabolistas entre todos los barrios. "¿Cuántos barrios hay en Sevilla. Cabrían a menos de dos familias por barrio", afirma.
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