El chorrito
No parece hombre de humor este Tom Cruise, que se puso hecho un energúmeno cuando en Londres le gastaron la broma de ponerle un micrófono que disparaba un chorrito de agua que le refrescó la cara y le dejó el maquillaje hecho una pena. "¡Qué idiotez!", parece que dijo. "¡Hacerme esto a mí que me entrego a fondo para hacer que la gente se sienta bien!".
Un tipo altruista al que por un instante se le desmoronó el montaje de imagen simpaticona, con su nueva novia, a la que ha pedido la mano precisamente durante este viaje en el que está promocionando su nueva peli, para que todos nos enteremos de que se va a casar. Un simple chorrito pudo con la megaestrella de permanente sonrisa de falso adolescente. No somos nada.
Y luego, el escándalo de los pases de prensa de este promocionadísimo estreno en que los periodistas eran sospechosos de piratería y en el que cachearon a todos los invitados. Los periodistas tuvieron que firmar un documento comprometiéndose a no opinar sobre la película en cuestión hasta la fecha en que los dueños de ésta determinen. ¿Quiénes son esos señores y qué derecho tienen sobre la libertad de información? ¿Qué se han creído? Y los periodistas, ¿por qué firmaron, para qué fueron a la proyección, qué prisa tenían por ver la película? Podrían haber esperado al estreno y publicar sus comentarios cuando les hubiera venido en gana. O no hacerlo. Y los invitados, ¿por qué aceptaron tanta humillación? ¿Para fardar de haberla visto los primeros? Los críticos alemanes han protestado públicamente por el mal trato recibido: más les hubiera valido quedarse en casa. Habría sido una protesta de verdad. Advertidos estaban de lo que les iban a hacer.
Estrategia publicitaria
El caso es que este megamontaje de seguridad es sólo envoltura: forma parte de una nueva estrategia de lanzamiento publicitario. A mayor dificultad, más morbo.
Todo es mentira, porque la peli ya está en la Red. Y ellos lo saben mejor que nadie. ¿La ha colgado acaso un crítico europeo? Pura farfolla.
En el cine la verdad y la mentira se confunden fácilmente. Se estrena hoy un ejemplo estupendo: el brillante falso documental Confederate States of America, que cuenta la historia de Estados Unidos desde el supuesto de que los suristas hubieran ganado la guerra de Secesión. No se trata sólo de un juego ingenioso, sino que entre chanzas mete el dedo en la llaga de la pervivencia del racismo. Así pues, la esclavitud no fue abolida, amigos. No hay más que verlo.
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