Crisis europea
Ante la hondura de la crisis europea tras la última cumbre de Bruselas no era previsible que el debate de ayer en el Congreso pudiera arrojar mucha luz. Si no la hay en la capital comunitaria, en Berlín, París o Londres, menos aún en Madrid. Sin embargo, hubiese sido de agradecer algo más de calado por parte del presidente del Gobierno y del líder del principal partido de la oposición. Zapatero aseguró, dentro de su vocación optimista, que la UE no tiene marcha atrás y que saldrá del túnel; Rajoy, conforme a la línea bronca emprendida por el PP, afirmó con ironía que el presidente ni siquiera es culpable del fracaso porque su presencia fue irrelevante, y tronó diciendo que el peso de España está cayendo en picado. No mucho más se pudo sacar en claro del debate entre los dos principales políticos de la nación.
Hubo algunas excepciones, como la del portavoz de CiU, Duran Lleida, que hizo un acertado análisis quirúrgico de la cumbre al responsabilizar a Blair del fracaso por negarse a renunciar al cheque británico, pero criticó también a Zapatero por adoptar una estrategia equivocada al anunciar a bombo y platillo, antes de la reunión, que su objetivo era única y exclusivamente lograr un acuerdo ad hoc bueno para España, sin haber subrayado que lo que buscaba tenía ante todo que ser bueno para la UE. En eso fue un verdadero maestro Felipe González cuando persuadió a Kohl y Mitterrand, en los ochenta, de que aceptaran los fondos estructurales y de cohesión en beneficio de Europa antes que de los intereses de nuestro país.
Zapatero no puede sentirse completamente satisfecho de su actuación en el último Consejo Europeo. De las cumbres comunitarias se aprende, y de las crisis, lógicamente, mucho más. No es momento de hacer sangre ni de jalear los ácidos comentarios de Rajoy, que, por otro lado, no sugieren que el líder del PP lo hubiese podido hacer mejor. No es cuestión de "fumarse un puro", como su antecesor en la negociación de los Presupuestos en 1999 en Berlín, pero sí de plantear más astutamente una negociación y de tener información previa de lo que puede suceder a través de más contactos bilaterales.
No parece que tuviera pleno control de lo que estaba ocurriendo en las horas finales de la cumbre. Igualmente resulta muy optimista creer de antemano que la propuesta final de la presidencia luxemburguesa respecto a los fondos se vaya a mantener en la nueva negociación. Pero eso es agua pasada. La crisis europea es mucho más grave que los dineros que reciba España. En cualquier caso, bien está que el jefe del Gobierno se reúna el mes próximo con Blair, que a partir del 1 de julio será el presidente de la UE.
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