Los gérmenes se rearman
Los científicos descubren que algunos virus y bacterias pueden ser causa de patologías que nunca se consideraron infecciosas
Las enfermedades infecciosas solían ser una cuestión bien simple: un germen concreto provoca una determinada afección. Los médicos sólo tenían que encontrar el germen, aniquilarlo y curar la enfermedad. Pero los viejos dogmas ya no proceden. Un informe publicado por la Academia Estadounidense de Microbiología muestra un panorama mucho más complejo de las enfermedades infecciosas. Los científicos se están dando cuenta de que los gérmenes probablemente sean la causa de numerosas afecciones que nunca se consideraron infecciosas, y están determinando con exactitud que la forma en que los gérmenes contribuyen a las enfermedades ya no es tan simple.
Los viejos dogmas se remontan a 1883, cuando el bacteriólogo alemán Robert Koch expuso tres leyes -ahora llamadas postulados de Koch- que los especialistas en enfermedades infecciosas han utilizado desde entonces para determinar si un organismo provoca una afección: el germen sospechoso debe ser asociado con la enfermedad de forma consistente; debe ser aislado de la persona enferma y cultivado en el laboratorio; y una inoculación experimental con el organismo debe hacer que los síntomas de la afección desaparezcan. En 1905 se añadió un cuarto dogma: debe aislarse de nuevo el organismo de la infección experimental.
La diabetes podría deberse a una reacción inmunológica infecciosa, y la esquizofrenia, a una exposición intrauterina a una infección
En el desarrollo de algunos tumores cancerosos, la infección vírica forma parte de una cadena de causalidad, pero no es el único factor
Utilizando los postulados de Koch como punto de partida, los científicos determinaban la causa, prevención y tratamiento de una enfermedad infecciosa tras otra. A mediados del siglo XX, algunos expertos empezaron a creer que se podía vencer definitivamente a las enfermedades infecciosas. Pero se ha observado que los microbios hacen metamorfosis y reaparecen con formas nuevas y más destructivas, pasan de los animales a los humanos, se esconden allí donde es más difícil encontrarlos y se hacen resistentes a los más potentes antibióticos disponibles.
"Además, se han catalogado numerosas enfermedades humanas crónicas como genéticas o medioambientales, pero cuando las estudias más detenidamente, resulta que hay bacterias, grupos de bacterias o virus que contribuyen", afirma Ronald Luftig, autor del informe de la academia y catedrático de Microbiología del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad Estatal de Luisiana.
Los gérmenes utilizan varios mecanismos para atacar a las células y crear confusión. El papilomavirus humano, por ejemplo, inserta su ácido nucleico en células huésped; así se integra en los genes y altera el proceso normal de la división celular para provocar un crecimiento incontrolado del cáncer cervical. La hepatitis B invade el hígado, causando una respuesta inmune que estimula la cicatrización, cirrosis y fibrosis que puede desembocar en un fallo hepático. A su vez, provoca mutaciones genéticas que fomentan el crecimiento tumoral y el cáncer de hígado.
La causa de la enfermedad de Crohn, una inflamación crónica de los intestinos, puede ser un organismo infeccioso combinado con la susceptibilidad genética de la persona. Al inhibir el sistema inmunológico y la división celular y afectar a la función celular, los genes demuestran una sorprendente sutileza e inventiva para sembrar el caos biológico. Y aún hay más. Algunos gérmenes pueden contribuir a más de una enfermedad. El papilomavirus, por ejemplo, no sólo puede causar un cáncer cervical, sino también cáncer de pene y ano, verrugas venéreas, verrugas comunes y tumores de cabeza y cuello. El virus de Epstein-Barr, la causa de la mononucleosis infecciosa, es casi igual de versátil, asociado con el linfoma de Burkitt en África y con el cáncer de garganta y la enfermedad de Hodgkin, entre otros cánceres. La bacteria Helicobacter pylori, descubierta a mediados de la década de 1980 como causa de la úlcera péptica, también se identificó más tarde como factor del linfoma gástrico.
Pero afirmar que un germen provoca una lesión cancerosa es problemático. David S. Pisetsky, catedrático de Medicina del Centro Médico de la Universidad de Duke, señala que la mayoría de infecciones no provocan cáncer, y vacila en alarmar a los pacientes exagerando ese vínculo. "Estos virus están asociados con el cáncer, pero la causalidad es compleja", afirma. "En muchos casos, la infección vírica forma parte de una cadena de causalidad y no es el único factor". Pisetsky añade que las preguntas importantes que plantear son: "¿Cuál es el riesgo y cómo puedo reducirlo?". "Si tienes un virus asociado con el cáncer de cuello y cabeza", dice, "es una razón más para dejar de fumar". En el caso de un virus conocido por provocar cáncer cervical, prosigue, lo indicado es una mayor vigilancia, es decir, someterse a citología y exámenes regulares.
Todo esto y el hecho de que numerosos gérmenes (especialmente los virus) no son susceptibles de ser cultivados en un laboratorio, dificultan más el hallazgo del microbio que provoca la enfermedad. A menudo, el primer paso es una simple observación médica de los pacientes, poco más que un presentimiento: un médico advierte una enfermedad crónica que siempre parece estar asociada a algo que parece infeccioso.
Esto es exactamente lo que ocurrió cuando N. M. Gregg, un oftalmólogo australiano, descubrió el síndrome de la rubéola congénita. Estableció el vínculo entre las cataratas que observaba en los niños y el sarampión de las madres durante el embarazo. En ocasiones, los patrones epidemiológicos ofrecen el primer indicio, como ocurrió con el sarcoma de Kaposi, que era una lesión inusual provocada por un tipo de herpes vírico que empezó a darse con frecuencia en hombres homosexuales cuyos sistemas inmunológicos eran vulnerables.
Una vez se ha establecido la asociación, puede comenzar la búsqueda del organismo. El intestino está habitado por cientos de especies de microbios, y el culpable puede estar oculto entre ellos. Los gérmenes también pueden merodear el sistema nervioso, como el virus que provoca la varicela y luego espera a causar un herpes zóster décadas más tarde. Y algunos gérmenes pueden provocar infecciones en un lugar del cuerpo y más tarde una enfermedad en un punto totalmente distinto.
A veces ni siquiera las técnicas moleculares más sensibles son lo bastante buenas como para dar con el microbio culpable. Casi con total seguridad siguen existiendo gérmenes desconocidos que provocan enfermedades crónicas. "Uno de los sospechosos de la esclerosis múltiple es el virus de Epstein-Barr", afirma Luftig. "El ADN del virus se integra en las células; está ahí de forma permanente. ¿Es una causa? Quizá".
Luftig propone otras enfermedades que pueden tener orígenes microbiológicos. "Existe un enterovirus que participa en la destrucción de las células del islote pancreático", afirma. "La diabetes podría estar causada por una reacción inmunológica a la infección. La exposición intrauterina a una infección puede desempeñar un papel en la esquizofrenia". Nadie lo sabe con certeza todavía. Los investigadores tienen sus sospechas y están investigando minuciosamente.
"No estamos diciendo que los microbios sean la causa de todo", aclara Luftig. "Pero cuantas más herramientas de investigación desarrollemos y cuantos más grupos de investigadores en varias especialidades intervengan, antes podremos empezar a determinar agentes en potencia de los que nunca se había sospechado".
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