Washington descubre el Sáhara
Tras el vacío diplomático al Plan Baker sobre la ex colonia española, Marruecos y el Polisario batallan políticamente para atraerse a Estados Unidos
A punto de cumplirse 30 años desde que Marruecos y Mauritania invadieran el Sáhara Occidental, no hay resolución en el horizonte. Las recientes manifestaciones en los territorios ocupados ponen en evidencia el fracaso estrepitoso de la diplomacia internacional.
Ni la labor de la ONU, ni el trabajo de algunos Gobiernos han logrado que se implante un plan de paz. El puesto de Representante Especial de la ONU en el Sáhara Occidental permanece vacante tras el abandono de James Baker, ex secretario de Estado norteamericano, y el cese del peruano Álvaro del Soto. Además, Estados Unidos todavía no ha reemplazado a su embajador ante la ONU. Las relaciones entre el Frente Polisario y el Gobierno español atraviesan un mal momento tras el distanciamiento de España del Plan Baker. Mientras, la situación sobre el terreno se vuelve día a día más explosiva.
Ante la parálisis en la ONU, Marruecos y el Frente Polisario centran su trabajo político en el actor que podría influir en el proceso de manera contundente: Estados Unidos. Con toda seguridad, es una atención poco deseada por la Casa Blanca. Washington centra todos sus esfuerzos en salir del embrollo de Irak y tiene pocas ganas de acometer otro conflicto regional, sobre todo uno de tan bajo perfil. Además, es un conflicto incómodo para la Casa Blanca, puesto que enfrenta a dos de sus aliados en el Magreb: Marruecos, que ha gozado de una óptima relación con Washington desde la época de la guerra fría, y Argelia, que se perfila como socio clave de EE UU tanto en la lucha contra el terrorismo como en el plano económico.
Para hacer llegar su mensaje hasta la Casa Blanca, tanto Marruecos como el Frente Polisario se vuelcan en ganar adeptos en el Capitolio. Marruecos ha invertido millones de dólares en empresas dedicadas al lobby (relaciones públicas e influencias). El Polisario cuenta con un representante que prácticamente vive en los pasillos del Congreso estadounidense. Los esfuerzos paralelos de ambas partes se cruzaron durante el último fin de semana de mayo, fiesta nacional en Estados Unidos. Mientras la mayoría de los norteamericanos preparaba filetes a la barbacoa para celebrar Memorial Day, dos delegaciones compuestas por personal del Congreso iniciaron viajes al Magreb. Una de ellas, organizada por la poderosa empresa Livingston, contratada por Marruecos, cubrió la ruta Rabat-Casablanca-Marraquech y se entrevistó con autoridades marroquíes. La otra, coordinada por el Frente Polisario, emprendió un viaje a través de Madrid a los campamentos de refugiados de Tinduf para reunirse con la cúpula del Polisario.
Las labores de ambas partes en Washington ya han cosechado frutos. Dos grupos de congresistas estadounidenses presionan a la Casa Blanca. El grupo más próximo a Marruecos obtuvo recientemente la aprobación de un Tratado de Libre Comercio entre EE UU y Marruecos, e insta al Gobierno para que no se desvíe de su apoyo histórico hacia el reino alauita. El más afín a la causa saharaui se compone de una insólita coalición de progresistas demócratas y republicanos conservadores, estos últimos afines a la Administración de Bush, pero críticos con el Gobierno por no involucrarse más en la resolución del conflicto.
Baker abandona
Muchos esperaban que con el nombramiento de James Baker en 1997 como enviado personal de Kofi Annan al Sáhara Occidental, Estados Unidos se interesaría más activamente por el conflicto. Baker llevó a la ONU a parte de su equipo del Departamento de Estado, con el aparente objetivo de convertir el proyecto en algo más parecido a una misión diplomática estadounidense. De hecho, un alto funcionario de la ONU que trabajó con el equipo de Baker recuerda que algunos de los norteamericanos se presentaban ante las partes como gente de Washington, no de la ONU. Pero tras siete años, Baker se marchó con las manos vacías, dejando una última propuesta de paz, el Plan Baker: una primera votación en la que participarían los saharauis contabilizados en el censo español de 1974 y que, de ser aprobada, establecería un periodo de autonomía de cinco años; a continuación, un referendum en el que saharauis y marroquíes que residen en el Sáhara Occidental se pronunciarían acerca de la independencia.
El propio Baker opina ahora que " las Naciones Unidas no resolverán el conflicto bajo el capítulo 6 de la Carta de la ONU, que busca el consenso entre las partes. ¿Por qué accedería Marruecos si tiene la certeza de que la ONU no pasará al capítulo 7, que impone una solución?". Baker, que como secretario de Estado logró que el Consejo de Seguridad diera ese paso tras la invasión iraquí de Kuwait, asegura que sin esta medida "Marruecos prefiere mantener las cosas como están. Y Estados Unidos se encuentra ante un dilema. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, tanto Marruecos como Argelia cooperan con Washington en la lucha contra el terrorismo. EE UU no quiere dañar estas relaciones. Aun así, Washington promovió el voto a favor del Plan Baker, consiguió que el Consejo de Seguridad lo aprobase por 15 a cero; hasta logró el apoyo de Francia."
Ahmed Bujari, representante del Polisario ante la ONU, añade que "EE UU siempre ha respaldado las propuestas de Baker. Pero nunca ha ido más allá, es decir, nunca ha intentado que se impusiera una solución."
El plan que dejó Baker, aceptado por el Polisario, pero rechazado por Marruecos, sigue siendo el único sobre la mesa. El ex secretario de Estado confiesa: "Francamente, me sorprendió mucho que Marruecos no aceptara el Plan Baker. Alargaba el periodo de autonomía bajo soberanía marroquí y permitía que votasen en el referéndum no solamente los saharauis, sino cualquier ciudadano marroquí que pudiera demostrar que había residido en el Sáhara Occidental hasta 1999". Baker recuerda que el plan anterior -el Plan de Arreglo- también sufrió un revés. "Varias veces le dije al rey Hassan: 'No digan que quieren un plan si no lo quieren, porque se lo vamos a dar'. Ambas partes lo aceptaron. Y finalmente, cuando se había identificado a los votantes, Marruecos se echó atrás" .Preguntado por las posibles razones del rechazo marroquí, Baker responde: "Dígame usted por qué Marruecos no estaría dispuesto a ir adelante, a menos que fuera por miedo a perder la votación".
¿Está muerto el Plan Baker? En este último año se han escuchado voces cada vez más insistentes que entierran la propuesta, y que hablan de presentar una alternativa aceptable para las dos partes. Entre estas voces se encuentra la del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Personas familiarizadas con el proceso aseguran que Baker fue contactado el año pasado por el Gobierno de Zapatero e invitado a Madrid para hablar sobre posibles cambios al Plan Baker, pero rechazó la oferta porque ya había dejado su cargo. Baker es pesimista: "No estoy seguro de que se pueda encontrar otro plan que resuelva el conflicto. El Plan Baker es justo y equilibrado. Lo dejé porque, tras siete años, ya no quedaba nada más por intentar".
El activista solitario
En una reciente mañana de mayo en Washington, las zonas cercanas al Congreso se hallaban abarrotadas. Entre las delegaciones de pensionistas de Florida que se distinguían por sus camisetas amarillas y los sindicalistas de Pensilvania con gorrita de béisbol azul, que acudían a entrevistarse con sus congresistas, se deslizaron por una de las puertas laterales del Capitolio Mohammed Abdelaziz, en su calidad de presidente del Frente Polisario, y Mouloud Said, representante del Polisario en Washington.
Abdelaziz se hallaba en su visita anual a Washington. Era la primera tras la dimisión de James Baker como enviado especial de la ONU al Sáhara Occidental y también la primera vez que traía la noticia de la posibilidad de la vuelta del Polisario a la lucha armada, algo que fue acogido "con preocupación" en el Congreso estadounidense. Abdelaziz se entrevistó con una decena de congresistas, incluyendo los demócratas Ted Kennedy y Donald Payne y los republicanos Ed Royce, que preside el Subcomité contra el Terrorismo de la Cámara de Representantes, y James Inhofe, miembro del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado. "He venido para seguir sensibilizando a los norteamericanos, y para movilizarles a que apoyen el Plan Baker," comentó Abdelaziz en un descanso. "Lo que pedimos es muy sencillo: un referéndum de autodeterminación que sea libre y transparente, y que esté organizado y supervisado por la ONU. Este ha sido el único mensaje que hemos traído a Washington a lo largo de todos estos años".
La eficacia de Mouloud Said
Aquellos que han seguido de cerca la lucha entre el Polisario y Marruecos en Washington hablan de la eficacia de Mouloud Said. El representante del Polisario ha logrado que incluso los más conservadores hagan suya la causa saharaui, acercándola a los valores tradicionales norteamericanos: la libertad, la democracia, la autodeterminación. Y les llama la atención la condición de Said como activista solitario, sin apenas medios -ni siquiera tiene oficina- frente a la enormidad del poder de Marruecos.
Esta labor de persuasión no fue fácil. Cuenta Said que cuando llegó a Washington, en 1990, "todavía se respiraba el ambiente de la guerra Fría, los políticos estadounidenses pensaban que el Frente Polisario formaba parte del bloque soviético y que éramos terroristas". Said hizo hincapié en desvincular a su organización del comunismo soviético, y comenzó a coordinar visitas de congresistas a los campamentos. Allí pudieron observar las condiciones en las que vivían los refugiados, y muchos quedaron impresionados del nivel de organización política y del estatus de las mujeres saharauis. Las actividades de Said, quien reconoce que desayuna, come y hasta cena en el Capitolio, desembocaron en la aprobación del Congreso en 1997 de una resolución unánime respaldando un "referéndum de autodeterminación libre y justo en el Sáhara Occidental."
Entre los que han viajado a Tinduf se encuentra el senador republicano James Inhofe, del Estado de Oklahoma, presidente del Comité del Medio Ambiente del Senado y enemigo de los ecologistas; habitualmente se opone a cualquier restricción de emisiones de dióxido de carbono y denomina los estudios sobre el calentamiento del planeta "ciencia basura". Un vistazo al acta de sus votaciones en el Congreso lo sitúa en la extrema derecha de su partido: contra la restricción de armas de fuego y contra el aborto, a favor de las reducciones de impuestos y de la guerra en Irak. Pero cuando habla del conflicto del Sáhara, Inhofe se asemeja más a un activista de la calle que a un político. "He conocido la lucha de los saharauis en los campamentos y opino que tienen derecho al retorno, a que se resuelva este problema de una vez por todas", afirma. "Desde el Senado queremos ayudar, y tenemos previsto celebrar audiencias a lo largo del verano en ambas cámaras." Inhofe, uno de los senadores más próximos a la Administración de Bush, opina que "esta Administración piensa que si un hombre tan capaz como Baker no pudo resolver el problema, no es algo en lo que se quiera meter. Pero en las próximas semanas me reuniré con la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, para decirle que lo peor es no hacer nada y dejar que la situación empeore".
El congresista republicano Joseph Pitts, de Pensilvania, muestra en su amplio despacho una fotografía en la que aparece con Abdelaziz en las escalinatas del Capitolio, así como un diploma del primer maratón del Sáhara celebrado en los campamentos de Tinduf, en el que dice que tuvo el honor de inagurar la carrera de camellos. "Lo que vi en los campamentos me convenció. Los saharauis viven en condiciones terribles, injustas", dijo Pitts, que es miembro del Subcomité de África. "Piden una solución pacífica. Son árabes, pero políticamente laicos. No han recurrido al terrorismo y por ello deberíamos apoyarles". Pitts asegura que habló del tema con el presidente Bush en mayo. "Me escuchó, pero no se comprometió a nada. Su actitud frente a este problema no casa con su retórica sobre la democratización en el mundo árabe", se lamenta.
Suzanne Scholte, presidenta del conservador Defense Forum Foundation, creó en 1994 la US-Western Sahara Foundation, un grupo que ha organizado más de 40 viajes a los campamentos para el Congreso. Scholte además coordina "viajes de oración" a Tinduf con iglesias evangélicas y visitas de niños saharauis a EE UU durante los veranos. Scholte asegura que, "como cristianos, tenemos el deber de defender a los más débiles. Los estadounidenses nos sentimos inspirados por la lucha de los saharauis porque son como David contra Goliath, y porque piden una cosa sencilla que deberíamos de apoyar, que es la libertad de elegir su destino".
Al otro extremo del espectro político, el congresista demócrata Donald Payne, afroamericano progresista que militó en el movimiento de derechos civiles y contra el apartheid en Suráfrica, y que se opuso a la invasión de Irak, coincide en el tema del Sáhara Occidental. "¿Como puede ser que la Administración de Bush hable de la democracia y de la guerra contra el terrorismo y les dé la espalda a los saharauis?", se pregunta.
A golpe de millones
A los pocos años de la llegada de Mouloud Said a Washington, la prensa comenzó a tomar nota del duelo entre Marruecos y el Polisario en el Congreso. "Hombre del desierto convertido en activista pone la zancadilla al reino de Marruecos", rezaba el Legal Times (una publicación influyente en los círculos de poder de Washington) en 1994, añadiendo que Marruecos "ha contratado los servicios de Solomon, una de las empresas de cabildeo más potentes de Washington, por 100.000 dólares al mes para darle un vuelco a la opinión en el Congreso". El Washington Post recogía la noticia en 1999 de esta manera: "¿Es posible que un hombre del desierto sin un centavo haya logrado aventajar en solitario al reino de Marruecos y a la firma Cassidy and Associates, una de las más prestigiosas del lobby en Washington?".
La otra cara de la moneda de Mouloud Said es Aziz Mekouar, el embajador de Marruecos en Washington, que a menudo acude al Congreso para conversar con políticos acerca de las relaciones entre su país y EE UU. El embajador Mekouar declinó ser entrevistado para este trabajo.
Pero una cantidad importante del trabajo en el Congreso a favor de los intereses marroquíes en el Sáhara Occidental la realiza una legión de expertos contratados por Marruecos a cambio de importantes sumas. Una de de ellas es la firma de relaciones públicas Edelman, que ha creado una organización llamada Moroccan American Center for Policy (MACP) cuyo objetivo es "informar a los creadores de opinión, a los miembros del Gobierno y al público interesado en los Estados Unidos acerca de los desarrollos políticos y sociales en Marruecos..., incluyendo el conflicto en el Sáhara Occidental", según su página en Internet. La entidad mencionada celebró una rueda de prensa en Washington en el pasado mes de mayo con seis ex prisioneros de guerra marroquíes, junto con el senador John McCain, que fue prisionero de guerra durante la guerra de Vietnam. Todos ellos lanzaron la campaña "Free them now" ("Libérenlos ya") pidiendo al Polisario que libere a los 408 prisioneros de guerra que aún se encuentran recluidos en los campamentos de Tinduf.
Al frente de los esfuerzos a favor de Marruecos trabaja la empresa Livingston, propiedad del ex congresista David Livingston, que estuvo a punto de convertirse en líder de la mayoría republicana en el Congreso si no hubiera sido por un escándalo de faldas. Según una fuente del Congreso, a Livingston "muchos congresistas le deben favores importantes". Le asiste Lauri Fitz-Pegado, ex agente de la Agencia de Información de EE UU que organiza viajes a Marruecos para el personal del Congreso. Fitz-Pegado estuvo vinculada a una operación de desinformación cuando trabajaba para la empresa de relaciones públicas Hill & Knowlton, contratada por el Gobierno de Kuwait tras la invasión iraquí de 1990 para convencer a la opinión pública y al Congreso estadounidense sobre la necesidad de ir a la guerra contra Irak.
Según reveló una investigación posterior, a través de la organización tapadera conocida como Ciudadanos para un Kuwait Libre, financiada por Kuwait y creada por Hill & Knowlton, Fitz-Pegado organizó la comparecencia en el Congreso de una joven enfermera kuwaití llamada Nayirah, que relató entre sollozos cómo habían irrumpido en un hospital de Kuwait varios soldados iraquíes y habían arrebatado bebés recién nacidos de las incubadoras. La noticia fue decisiva para inclinar la opinión del país a favor de la guerra. La supuesta enfermera resultó ser Nayirah al Sabaj, la hija del embajador de Kuwait en Washington; la noticia de las incubadoras era falsa. Fitz-Pegado no quiso hacer declaraciones acerca de su trabajo con Marruecos.
Marruecos cuenta con apoyos estratégicos en el Congreso estadounidense, como el de los congresistas republicanos Lincoln Díaz-Balart, de Florida, y Phil English, de Pensilvania, que presiden el Morocco Caucus, un grupo en el Congreso que promovió el Acuerdo de Libre Comercio entre EE UU y Marruecos, aprobado en julio de 2004. English asegura que a través del acuerdo "podemos potenciar las relaciones entre nuestros dos países, que son históricas. Marruecos es un país musulmán que quiere modernizarse y además es de una importancia vital para los EE UU". English asegura que aunque respeta los esfuerzos que realizó Baker para encontrar una solución, "es hora de mirarlo desde la lente de Marruecos, que está en una postura cada vez mejor para presentar sus reclamaciones. A medida que pasa el tiempo hay más promarroquíes en los territorios y la postura de Marruecos se legitima".
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