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Columna
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Procesión

Ayer se movilizaron por separado el miserere y la samba. Ambas procesiones, multitudinarias, poseían interés antropológico para el discreto observador. Hubo gente (al menos una persona, de cuyo nombre me acuerdo perfectamente) que acudió a las dos. A la primera llegó con hisopo, rosario y suegra; a la segunda, casi sin nada por encima.

-Tu grado de cinismo es preocupante, Secundino.

-No es cinismo, es sentimiento agnóstico de la vida. No creo ni en la samba ni en el miserere como propulsores de la ética. Pero eso no impide acercarte al delirio cuando no hay nada mejor que hacer un sábado por la tarde. Es muy educativo analizar a muchedumbres arrebatadas. A veces dan miedo; a veces, mucha risa; a veces, ambas cosas.

-No me digas que te hizo gracia la procesión de los curas.

-Pues sí, más que la otra. He de reconocer, no obstante, que me llevé una decepción. Pensaba que los obispos irrumpirían con todo su esplendor de capisayos, mitras, ínfulas, báculos y demás coreografía. Pero iban de tapadillo, como de incógnito, excepción hecha del cardenal de Madrid y algunos de sus partidarios, que dieron la cara y el mosqueo de cierto sector de la Iglesia española, porque en España hay 70 obispos, de los cuales sólo una veintena fueron a la procesión teopolítica. Ni te cuento los miles de católicos que están en desacuerdo casi total con sus obispos. Ni siquiera osó participar el presidente de la Conferencia Episcopal.

-No entiendo que esas cosas te puedan divertir.

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-Lo que más gracia me hizo fue constatar que aquello, más que una manifestación por el centro de Madrid, era una procesión por los cerros de Úbeda, un nuevo maridaje entre la derecha más recalcitrante y la Iglesia más preconciliar.

-En ese contexto, imagino que sería para ti una liberación ir luego a la movida de Carlinhos Brown en la Castellana.

-Depende. Allí se me alborotaron las potencias y tuve que susurrar esta oración: "¡Oh, cielos, ya que me habéis quitado las fuerzas, quitadme también las ganas!". La procesión va por dentro.

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