Cuatro de cada diez euros, para la agricultura
En 1984, cuando la primera ministra Margaret Tatcher exigió la devolución de parte de sus aportaciones a la UE mediante el denominado cheque británico, el 70% del presupuesto de la Unión se dedicaba a la agricultura. Veinte años más tarde ha habido una evidente reducción en términos proporcionales, pero se sigue llevando casi la mitad del presupuesto europeo.
Desde que en 2000, en Lisboa, los líderes políticos se propusieron convertir a Europa en la economía más competitiva y dinámica del mundo, se ha ido asentando la idea de que el capítulo agrícola debería seguir su curso descendente para favorecer la investigación, el desarrollo y la innovación. Sin embargo, el recorte de las aportaciones exigido por los ricos tras la adhesión de países más pobres ha llevado a la presidencia luxemburguesa de turno a proponer un proyecto inmovilista para el periodo 2007-2013, muy lejana de aquellos principios inspiradores de Lisboa.
El capítulo de competitividad (Investigación, Formación y Redes transeuropeas) sería, según esa propuesta, el que más creciera cada año, a pesar de lo cual en 2013, ese capítulo seguiría siendo el tercero, con sólo el 9,7% del total presupuestario. El capítulo agrícola seguiría ocupando el primer lugar, con el 41,2% del total de los gastos, y los fondos de cohesión ocuparían el segundo lugar, como ahora, con un porcentaje del 35,1%.
Un estudio de la Comisión Europea asegura que de duplicar los presupuestos comunitarios en Investigación (4.500 millones anuales) se produciría una sinergia que a medio plazo aumentaría en 1,6 puntos el crecimiento económico, aparte de generar casi un millón de empleos. Las ayudas agrícolas, sin embargo, benefician sólo al 5% de la población y sendos estudios de Oxfam Internacional y un análisis del Ministerio de Agricultura español demuestran que el 80% de las ayudas agrícolas van a parar a grandes empresas agroalimentarias y a terratenientes.
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