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Complejidad y 22@

Se ha reclamado, desde esta misma página, mayor sensibilidad del urbanismo municipal hacia la complejidad de la ciudad. Pero tal como se ha planteado con relación al distrito 22@, se corre el riesgo de simplificar la complejidad de los componentes inseparables que constituyen el hecho urbano. Es el riesgo de lo que Edgar Morin llama "unidimensionalizar lo multidimensional", huyendo de respuestas complejas para problemas complejos. Confrontar el plan aprobado en el sector central del Poblenou con la desaparición de Can Ricart cae de lleno en esta visión reduccionista. Se decanta el objetivo de transformación del Poblenou industrial hacia la permanencia de lo existente, edificios y actividades, negando la sustitución como uno de los principales paradigmas de la evolución de las ciudades. Desde este enfoque sólo se admite la inserción de nuevas realidades en espacios y situaciones manifiestamente degradados, pero el eje principal del futuro sigue siendo la situación actual. Se confunde así el reconocimiento minucioso de lo existente con la respuesta que la ciudad demanda. Éste es el gran error del urbanismo analítico-deductivo, seudocientífico, que tan incapaz ha sido de entender los retos urbanos de nuestras ciudades. En el caso que nos ocupa se plantea el mantenimiento del patrimonio construido como un dato de partida indiscutible. Esta simplificación puede ser admisible cuando la singularidad del monumento, estudiado y catalogado, se impone sobre otros valores urbanos. Pero éste no es el caso de Can Ricart. Se presenta como un descubrimiento, casi una aparición, algo que hace muchos años que sabemos que está ahí y que en ninguna de las muchas publicaciones que existen sobre patrimonio industrial ha merecido la más mínima atención. ¡Nada que ver con los recintos de Can Batlló!

En Barcelona tenemos abierto un proceso de transformación de largo alcance del antiguo distrito industrial del Poblenou. A finales de los años noventa este sector estaba sujeto a fuertes tensiones especulativas para forzar su recalificación para usos residenciales. El traslado de los grandes consignatarios del transporte hacia la periferia metropolitana cerraba un largo ciclo productivo iniciado en siglo XIX con las primeras industrias del ram de l'aigua y parecía que el único destino posible para este suelo era la vivienda. En el año 2000 se acordó, con la aprobación del plan 22@, mantener la capacidad productiva de este territorio, estableciendo las reglas para su evolución hacia un distrito de actividades económicas potente, en posición central, como una de las grandes apuestas estratégicas de la ciudad. Las reglas aprobadas en aquel momento clarifican el proceso de reconversión del sector, minimizando las tensiones especulativas y conduciendo con transparencia la transformación. Entre otras cosas, la aplicación del plan 22@ ha propiciado la integración en las nuevas ordenaciones de muchos edificios industriales preexistentes, muchos más de los normativamente protegidos, adaptados a nuevos usos, públicos y privados, compatibles con sus objetivos.

Para dinamizar el proceso se señalaron seis áreas estratégicas prioritarias, con el doble objetivo de asegurar el control público de los ritmos de renovación y de establecer un territorio de ensayo de nuevas morfologías e imágenes urbanas. Las seis manzanas que están sobre el futuro Parc Central del Poblenou forman uno de estos enclaves estratégicos. Hay en ellas grandes piezas de suelo significativas, de formas, usos y medidas muy variados. La ordenación de estas seis manzanas se basa precisamente en la heterogeneidad de elementos preexistentes, reconociendo la singularidad de cada uno de ellos como base de formalización e integración en el conjunto. Can Ricart es una parte, más o menos un tercio. Se resuelve como un recinto permeable a los tejidos circundantes que mantiene la escala de la antigua estructura protoindustrial, organizando la edificación, existente y nueva, alrededor de un gran espacio central y a lo largo del actual pasaje. El resultado es un lugar singular, único e irrepetible en el Poblenou, que formaliza la fachada de poca altura del nuevo Parc Central.

Desde el año 2000 se han aprobado hasta cinco documentos normativos, con los correspondientes periodos de información pública que señala la ley. Todo ello sin especiales tensiones ni oposición. No es un dato menor recordar que el mantenimiento de la fábrica Oliva Artés, futuro cuartel de la Guardia Urbana de Sant Martí y contenedor para usos culturales, es consecuencia de este largo camino. Hoy el proceso está muy avanzado y no aparecen nuevos motivos para replantear decisiones tan consensuadas. El planeamiento, como instrumento de definición de estrategias de futuro, es equilibrio y pacto entre posiciones. En este sentido, si no rehúye los distintos niveles de conflicto que se dan en el espacio urbano, es imperfecto y complejo como la ciudad. Una vez establecido, debe tender a la estabilidad. Parece que ahora se quiere romper este equilibrio, a golpe de manifiesto, reintroduciendo incertidumbre, opacidad e improvisación. Garantizar estabilidad y transparencia es obligación de la Administración pública. Nadie más lo va a hacer.

Oriol Clos es arquitecto y director de Planes y Proyectos Urbanos del Ayuntamiento de Barcelona.

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