Javier Tusell, en la plaza de la concordia
Amigos del historiador celebran en la Residencia de Estudiantes su espíritu de tolerancia
Javier Tusell era un hombre de concordia, incapaz de utilizar su memoria extraordinaria para guardar malos recuerdos de sus adversarios, que tuvo muchísimos. Hasta el final de su vida, que se cortó el 8 de febrero último, después de una gravísima enfermedad, el historiador mantuvo intacta su pasión por la vida, que convirtió en un ejercicio cotidiano de derroche de energía profesional y amistosa.
Iñaki Gabilondo, que le tuvo de contertulio en Hoy por hoy, de la cadena SER, contó que durante la transición tuvo en su programa un espacio que tituló Plaza de la Concordia, en el que durante algún tiempo intervinieron personajes como José Prat y José María de Areilza. El espacio acabó cuando parecía que esa plaza ya formaba parte de la conciencia española, y ahora resulta que la concordia, que tan bien representaba Tusell, se hace más necesaria que nunca.
Ese y otros factores fueron desgranados anoche por un grupo de amigos de Tusell (Barcelona, 1945-2005) para lamentar la pérdida de este hombre "necesario". El homenaje, una "ceremonia civil" organizada por la Residencia de Estudiantes, tuvo calor, amistad e incluso risas. Éstas las puso, sobre todo, su íntimo amigo el ex rector Rafael Puyol. Puyol vivió 40 años de amistad con Tusell; al final de su vida, los chistes de Puyol (lo que el historiador llamaba puyoladas) seguían siendo minutos de ánimo para el paciente valeroso que fue Javier. Dijo Puyol el último chiste que le contó ("simple, como todos los míos") y explicó al auditorio que aquella risa franca, la última que le escuchó, es ahora para él uno de los tesoros que le quedan de los años vividos.
En el auditorio, numerosos compañeros de la universidad y de la política, sobre todo de la antigua Unión de Centro Democrático: Miguel Herrero, Juan Antonio Ortega, Fernando Álvarez de Miranda, y autoridades actuales, como el presidente del Consejo de Estado, Francisco Rubio Llorente, y la vicepresidenta del Congreso, Carme Chacón.
Genoveva Queipo de Llano, viuda de Tusell, y sus hijos, Beba y Javier, fueron saludados con emoción por todos los intervinientes, a los que moderó el ex director de la Residencia José García Velasco.
Su compañero de la política, Óscar Alzaga, trazó el perfil de Tusell en esta actividad, como un hombre comprometido, que preparó "la sorda pretransición" y tuvo siempre clara la voluntad de concordia que debía animar la nueva situación española. Carlos Seco, su maestro, expresó la gratitud que el ejercicio de la historia le debe a Tusell, que no sólo restituyó a España el Guernica, cuando era director general de Bellas Artes, sino que hizo que volviera a nuestro país el archivo de Narváez.
Víctor Nieto, catedrático de Historia del Arte, destacó esa faceta de Tusell como artífice del regreso del Guernica, en septiembre de 1981. Su destitución como director general de Bellas Artes, unos meses más tarde, convocó en torno a Tusell la gratitud que la cultura le debía como hombre que había llevado a las últimas consecuencias su esfuerzo por conciliar el pasado español fracturado por la guerra con el presente democrático y posfranquista.
Del mismo modo que Puyol relató su última risa, Gabilondo relató sus últimas obsesiones. Estuvo en el programa un día antes de morir; era su última pasión, la que le mantenía ligado a la vida. Y el periodista relató los temas que entonces comentó: la Constitución europea, los problemas de la emigración... Antes, el 14 de junio de 2004, mostró su desolación porque en España habían vuelto las trincheras... "En algún lugar es posible que ahora Javier esté disfrutando, con Azaña acaso, con José Prat, con el propio Areilza, de esa plaza de la concordia que vuelve a hacernos tan falta"..., terminó diciendo Gabilondo.
Babelia
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