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Columna
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El esmero del maestro

Valentino Garavani recibe en su sala de pruebas, un espacio diseñado por arquitectos ingleses hace más de 12 años en las entrañas de un palazzo romano del seiscientos. Espejos aerodinámicos, acero y luces: una nave espacial sin tiempo donde el maestro somete los prototipos a su ojo y su mano.

La colección nupcial de Pronovias ha salido de sus manos y de sus dibujos. Eso se siente y se nota: "Le he puesto a este trabajo un entusiasmo como antaño, he creído en ello desde que me lo propusieron por primera vez. Y a la vez es un trabajo muy complejo".

La complejidad a que se refiere Valentino es crear la ilusión de la costura, el sueño de la exclusividad: "Los trajes son en sí mismos parte del sueño de la novia; su concepción pasa porque representen esa magia excepcional que debe acompañar al ritual de la boda".

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Encajes, bordados en perlas y cristal, tafetas lustradas, velos evanescentes, encajes sobre brocados, cada traje parece un resumen de todo el oficio y de todo el estilo de Valentino donde hay que hablar de un control sobre cualquier exceso: "Espero que este sentido del gusto se entienda con la especial sensibilidad española. En el fondo no somos tan diferentes".

Valentino ha confiado otra vez en la silueta: "Las líneas de silueta van mucho con un sentido de sensualidad y modernidad. La novia actual puede permitírselo ¿estamos en el siglo XXI! ¿No?".

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