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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Políticamente incorrecto

Catedrático de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad Complutense de Madrid. -

Al hilo del ilustrativo artículo del profesor Pedro Álvarez Martínez sobre la insuficiente actividad discente en la Universidad, reitero algunos argumentos que he dado otras veces y que su periódico no ha tenido a bien publicar hasta la fecha.

Las reformas educativas y la inversión en educación son sin duda necesarias, pero también lo es garantizar que esos esfuerzos se utilizan adecuadamente por sus destinatarios, los estudiantes. Lamentablemente, no es el caso de un amplio porcentaje de los mismos que yo estimo en alrededor de un 30%. Esta cifra coincide aproximadamente con la de abandono de los estudios en mi universidad.

Pero es políticamente incorrecto hablar de que muchos estudiantes no estudian y de endurecer el acceso, o la permanencia en la Universidad, por insuficiente rendimiento. Creo saber explicar por qué: ningún estamento social está interesado en atacar este problema. Veamos:

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1. Los padres son los primeros interesados en que sus hijos hagan una carrera universitaria. La alternativa de un trabajo menos cualificado no les parece atractiva. Puesto que pueden permitírselo, soportan estoicamente el lento o nulo progreso de sus hijos en los estudios.

2. Los propios malos estudiantes ven en la permanencia en la Universidad una forma cómoda de prolongar su adolescencia, sin asumir otro tipo de responsabilidades más molestas.

3. Los departamentos y facultades deseamos tener muchos alumnos porque ello reporta nuevas plazas de profesorado y permite promocionar a los doctorandos.

4. Las universidades reciben subvenciones de su comunidad autónoma por cada estudiante matriculado. A menos estudiantes, menos subvención.

5. Las comunidades y el Gobierno central se enorgullecen de tener muchos estudiantes universitarios. Nuestra tasa de universitarios por mil habitantes es de las más altas de Europa (si bien nuestro gasto por estudiante es de los más bajos).

Y así, entre todos, contribuimos a que la bola engorde, aunque el nivel de conocimientos reales de nuestros estudiantes descienda cada vez más y los profesores estemos cada vez más frustrados.

Además de reformar la selectividad, como propone el profesor Álvarez, sugiero una medida inmediata que ya aplican algunas comunidades: subvencionar a las universidades sólo por las primeras matrículas. De este modo las propias universidades estarían interesadas en deshacerse de los malos estudiantes.

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