Cuidado con el 'cristal'
Las pastillas dejan paso a una nueva solución de 'éxtasis', un polvo granulado de efectos explosivos, que se abre camino con rapidez
A lo largo de toda la Comunidad Valenciana, ya hay un número significativo de gente ingiriendo cristal en festivales, en discotecas, en fiestas rave, en garitos, en zonas de botellón. Durante tiempo, y de manera paulatina, su consumo ha ido en aumento hasta llegar al momento actual, en que se ha popularizado en el horizonte del hedonismo de masas. De hecho, la nueva preponderancia valenciana del fenómeno after hours va más que ligada a la ingesta de cristal, que es como se conoce a una solución granulada de la sustancia de síntesis MDMA que se vende como "éxtasis puro" y que se consume los fines de semana con euforia y hasta con devoción. "Tomarla es como un retorno a los tiempos mejores", explica un consumidor habitual y veterano, de cerca de 40 años, "sus efectos son eufóricos y afectivos, como lo eran los de las primeras drogas de los años 80. Hablo de las mezcalinas, y también de los primeros éxtasis que, en forma de cápsula, llegaban desde Ibiza".
"No sabemos cuánta droga se consume en dos chupadas o en quince de 'cristal"
En cambio, E. P, otro eventual usuario, también de esa misma edad, indica que "la mayoría de la gente no la toma por ningún revival, sino por moda, por estrategia de los camellos, que venden el cristal como la droga pura del momento, la más auténtica, la que da mejor rollo". Los consumidores de menos edad también la toman para sentir que están en la cresta de lo snob, aunque según Alfredo , de 24 años, que la ingiere cuando sale de fiesta, "influye mucho su aureola de droga amorosa, de droga que te hace sentirte amable, como en una nube". Así, la leyenda de la época inicial del consumo de éxtasis -cuando, por sus primeros efectos emotivos, se la conocía como "droga del amor"- renace y sirve de nuevo como mercadotecnia narco.
Sin estadísticas. Aún no hay estadísticas fiables de consumidores, ya que el fenómeno es tan actual que nadie lo ha cuantificado. Las primeras partidas de cristal se introdujeron en la Comunidad Valenciana vía Benidorm, aunque ahora proviene de todas partes (en Madrid, por ejemplo, se le conoce como fresquito o chupiflás). Entró por los circuitos modernos, bohemios, punk-rockers y de consumo de vanguardia. Ahora, arrasa en las grandes salas con aforos para 2.500 personas pobladas de público metrosexual y de clientela bakala reciclada. El último estadio para la masificación de la sustancia es el asalto a las macro-disco de público adolescente. "En ese ambiente ya se está moviendo", asegura Alfredo, "aunque aún lo dominan las pastillas, el speed y la coca. El cristal aún resulta difícil de adquirir".
Su venta se efectúa en dos formatos básicos. Una es en forma de placa transparente que el cliente deberá machacar y transformar en polvo. Otra es en forma de bolsas de polvo granulado -blanco transparente o de colores rojizos- de medio gramo o de un gramo. Esta última es la más usual. El cristal, esencialmente, se consume untando en el polvo la yema del dedo -la yema es la medida de una dosis- y chupándola después. "Es muy amargo, te quema la lengua", dice Alfredo, "e inmediatamente debes beber para matar el sabor". Pero no se recomienda el alcohol, "aunque hay gente que la mezcla hasta con cazalla". Mientras que el precio de una pastilla de éxtasis es de 6 euros -están denostadas porque su calidad es ínfima y han quedado unidas a público pandillero-, el gramo de cristal se vende a 50 o 60 euros.
Los efectos se concretan en una estimulación directa del sistema nervioso central que provoca alteraciones en la esfera emocional. Según Joan Josep Llopis, psiquiatra de la Unidad de Conductas Adictivas de Castellón, "el problema es la dosis". "Con las pastillas de éxtasis, podíamos saber que contenían unos 80 miligramos de MDMA". "Pero ahora", continúa, "no sabemos cuánta droga se está consumiendo en dos chupadas o en quince de cristal. Se escapa a todo control. Sus peligros son todos los ligados a una sobredosis de éxtasis". Es decir, taquicardia, mareos, vómitos, pérdidas de memoria, rigidez muscular, hemorragias cerebrales secundarias, subida galopante de la temperatura corporal... Una ingesta superior a 200 miligramos se considera alta. Y si supera los 500, letal.
"El cristal puede ser bastante radical", comenta Juan , un punk-rocker de larga experiencia nocturna. "Yo he llegado a viajar a ver conciertos y, por los excesos de cristal, he vuelto sin recordar nada de lo que había visto encima o debajo del escenario. Conozco gente que ya está consumiendo hasta dos gramos de la sustancia".
El consumo inicial es de medio gramo para tres o cuatro personas. Luego se pasa a medio gramo para dos, y a lo que haga falta. "En todo esto hay una complicación añadida", continúa el psiquiatra Joan Josep Llopis, "ya que, aparte de la ingesta oral, puede darse el consumo vía nasal, que multiplica sus efectos". No obstante, esta vía no es común.
De momento, el consumo de cristal no ha suplantado en el mercado del ocio al de la cocaína, más extenso y profundo, "pero... ¡al tiempo!", dice Alfredo, que consume ambas sustancias. "Con el cristal duermes, con la coca no; es una droga sociable, y la coca no; y, además, se consume de forma más cómoda, abriendo la bolsa y ya está". Esto último también evita molestias a discotecas y recintos, que ven disminuir las colas de usuarios de drogas en los lavabos o en los aparcamientos.
"Estamos en un momento bastante delicado", indica Vicente Pizcueta, vicepresidente de Controla Club, primera entidad de prevención de la drogadicción que ha incidido públicamente en la preponderancia del cristal, "porque si bien el consumo de coca, aunque se lleve a cabo, está desprestigiado, con el de cristal sucede lo contrario. El consumidor de droga ha encontrado una nueva autoestima en el mito que envuelve esta sustancia". Y según Pizcueta, "esto puede generar un efecto llamada".
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