De Bracons a Bescanó
Las frustraciones empezaron con Bracons, y siguieron otras hasta el Carmel. Ahora aparece un nuevo problema: la gran línea eléctrica de Bescanó. Se trata de una cuestión compleja que además implica la movilidad del tren de alta velocidad (AVE) e importantes efectos económicos, industriales y paisajísticos, con su trasfondo turístico.
Tras un año de imponer decisiones, la salida del Gobierno catalán ha sido pedir ideas a la ciudadanía que, después, analizarán sus técnicos. Nos alegramos de que se abran las puertas a la participación, pero no hay que confiarse, porque justo después de formalizar la consulta, ya se quiere imponer otra solución milagrosa: por Vic y el Coll d'Ares.
Así planteada, la consulta es un procedimiento invertido y peligroso, que pretende traspasar una responsabilidad inadecuada a la ciudadanía, haciéndola asumir un papel técnico que no puede resolver satisfactoriamente y condenándola de nuevo a la desmoralización.
Los conocimientos se sitúan en otro nivel, diferente e independiente de la democracia y, más aún, de la jerarquía del poder. "E pur si muove". Esta aportación cognitiva y el diseño inicial de los proyectos deben hacerla equipos interdisciplinares de expertos que hayan demostrado su competencia, específicos para cada caso y totalmente independientes de las opciones políticas y de sus intereses. Los planteamientos han de ser globales, teniendo en cuenta la complejidad del territorio, y a largo plazo, su sostenibilidad. Podría intervenir más de un equipo, precisamente para garantizar el estudio de todas las opciones posibles. La participación debe situarse en un lugar posterior al proceso de estudio de los expertos.
Deben estudiarse todas las alternativas posibles para que puedan ser evaluadas económica y estratégicamente por los políticos, y por la ciudadanía, que, debidamente informada, tiene el derecho de optar por la que considere más conveniente. A partir de aquí se abre una segunda fase de trabajo más minuciosa, sobre la solución escogida, en la que vuelve a intervenir la ciudadanía, ahora sí, aportando conocimientos específicos y de detalle que optimicen los proyectos finales. Así nunca se puede crear frustración.
Estos procedimientos participativos, además de ser adecuados, disponen de mucha experiencia a sus espaldas. Se utilizan regularmente en todos los países desarrollados y con larga democracia participativa y hoy están concretados en directivas de la Unión Europea, obligadas para todos sus Estados miembros. ¡No inventemos la sopa de ajo, aprendamos y cumplamos la ley!
Estamos ante un problema complejo, interdisciplinar e intersectorial, que debería tratarse en un marco global de planificación de infraestructuras. La solución correcta puede ser un poco más difícil de entender, pero es más beneficiosa para el territorio, que es lo que interesa. El político prefiere las soluciones simples, líneas únicas rectas y gordas -fáciles de entender- en lugar de alternativas más complejas y elaboradas. Bescanó ayer, o el Coll d'Ares hoy, quiere ser esta línea gorda, cuando la conexión eléctrica con Francia se podría hacer por más sitios, a menor potencia cada uno, y hasta con mayor valor conjunto.
Esta línea del Coll d'Ares, ya construida pero no utilizada, fue otro viejo disparate que, fortuitamente, hoy nos podría servir pera evitar otro, como es Bescanó. Esto sí, conjuntamente con otras infraestructuras y conexiones con Francia, como por la Cerdanya, lo que, de paso, resolvería un problema pendiente en esta comarca. ¿Es que nos hemos olvidado del escandaloso apagón del largo puente de la Purísima del 1996?
Fue un problema, real y aún latente, idéntico a lo que se nos ha planteado de manera alarmante con toda la provincia de Girona para imponer la gran línea por Bescanó. Para evitarlo, en 1997 la Diputación de Barcelona encargó un estudio para garantizar el suministro energético a esta comarca. La solución proponía enterrar la línea en el Coll de Pal, donde siempre se averiaba, para evitar a la vez el impacto visual en una zona de parque natural, así como conexiones futuras con Francia y Adrall. Pero por simple rutina, Fecsa optó finalmente -con el consentimiento del Gobierno anterior- por la peor solución: hacer otra línea aérea tradicional paralela a pocos metros de la existente.
Conectando la Cerdanya con Francia y enterrando, como se propuso, cuatro kilómetros del conflictivo paso del Coll de Pal, resolvemos este problema pendiente y aligeramos las necesidades de la gran línea propuesta. Y van tres.
¿No se podría también aprovechar la conexión eléctrica andorrana? Y van cuatro.
¿No se podría también plantear el eje ferroviario Tortosa-Lleida, integrándolo con la línea recientemente traspasada Lleida-La Pobla, y prolongarlo un poco más, por debajo de Salau, hasta enlazar con las líneas ya existentes de Tolosa-Clermont y París o Burdeos? ¿No es ésta la mejor conexión con Francia? ¿No podría ser un corredor europeo a la vez ferroviario y energético? Aprovechando los túneles y la misma vía férrea con tramos enterrados, tendríamos la quinta conexión.
¿Y los túneles de Vielha? porqué hoy ya tenemos dos. Y van seis.
¿Y el soterramiento de una línea bajo el mismo AVE, incorporando el coste adicional a su propio presupuesto? Y ya van siete.
Una red distribuida es, por definición, más eficiente y segura que soluciones gigantescas, únicas e impactantes. Sin olvidar la necesidad de independizarnos mejorando nuestra propia generación de energía, debemos mejorar la conexión con Francia. Pero esto sólo es el qué. Otra cosa es el cómo.
Todos los concursos públicos deben prever la posibilidad de recursos desde su misma convocatoria, por si contiene deficiencias o irregularidades. No es, ni parece que será, el caso de los concursos de GISA, y tampoco el de este concurso de Bescanó. ¿Cómo poder recurrir esta consulta? ¿Cómo poder aportar entre todos -Gobierno, expertos y ciudadanos- la voluntad, los conocimientos y las aspiraciones sociales para el último de nuestros grandes proyectos, la definición del futuro de Cataluña?
Carles Udina es consultor en planificación territorial
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