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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

En un laberinto de angustia

El exilio es el tema de este libro. El exilio situado en un punto de máxima tensión: en ese espacio y tiempo en el que la víctima parece suspendida en el vacío con un pie en cada uno de los extremos del abismo: el lugar de salida y el lugar de llegada. Estamos en Marsella en 1940; allí se apiñan republicanos españoles, judíos, desertores, comunistas e intelectuales venidos de todas partes de Europa, con los nazis pisándoles los talones. La ciudad es una algarabía de gente que busca un medio para salir rumbo a cualquier parte. Son refugiados saltando de un consulado a otro en busca de los papeles que les permitan embarcar. Marsella es una ciudad a la que hay que acceder sólo para poder irse, la cadena de documentos que mantiene a los que huyen en permanente estado de alerta, se tensa cada vez que se anuncia la partida de un barco hacia Martinica, México, Brasil o Estados Unidos. España se convierte en lugar de tránsito hacia el puerto de Lisboa y los lugares de tránsito exigen nuevos papeles, nuevas negociaciones; pero quien no consiga irse será devuelto a su origen.

TRÁNSITO

Anna Seghers

Traducción de Carlos Fortea

RBA. Barcelona, 2005

240 páginas. 16,50 euros

Anna Seghers (1900-1983) se exilió a México desde Marsella en 1941. Siempre fiel al partido comunista, regresó a la RDA en 1947. Sus grandes novelas son anteriores a esa época. Obtuvo los prestigiosos premios Kleist y Büchner. La séptima cruz (Alfaguara) es la novela que le dio fama mundial. Esta que comentamos, Tránsito, es de 1944 y es uno de sus mejores libros. Es posible que sea bastante autobiográfica en la medida que ella vivió con su marido y sus hijos las mismas peripecias que los personajes de su novela. En todo caso ésta está cargada de experiencia porque todo el relato de fondo, el escenario propiamente dicho y los refugiados que respiran en ellas, se convierte en un espacio vital de una fuerza, presencia e intensidad verdaderamente conmovedoras. Es uno de esos casos en los que un libro se llena de gente y hace de ello bandera de su verosimilitud. Delante, en el mismo escenario, algunos personajes se destacan... En ese escenario, una voz narradora va contando su historia. Es alemán, huérfano, escapado de un campo alemán, que por azar asume el nombre de un escritor de nombre Weidel que se ha suicidado en París. La esposa del escritor le espera en Marsella para embarcar a México. La curiosidad y el destino llevan al alemán, Seidler -convertido sin desearlo en Weidel- al encuentro con esa mujer, ahora protegida por un médico. Ese trío será el centro de la trama.

"Todo el mundo huía, todo

era meramente pasajero"; así describe Seidler la situación. Al principio la novela sigue a Seidler; cuando la novela amenaza con empezar a dar vueltas sobre sí misma, la autora mete en escena a la esposa de Weidel, Marie. Con mano maestra, Seghers desarrolla entonces una historia de trío, del deseo de dos hombres por una mujer, trío al que no es ajena la sombra del difunto. El material dramático sube de tono y el escenario y los personajes centrales se mezclan, sin confundirse, con la larga nómina de desesperados que los rodea; es un verdadero alarde narrativo -son muchos focos de atención, todos bien sostenidos- y es que éste es uno de esos relatos que parece escrito en estado de gracia. Seidler no desea huir de Francia; ya está exiliado en ella por las circunstancias y prefiere quedarse, buscar un trabajo en una granja de unos amigos franceses. Pero la mujer, indecisa y atormentada, lo atrae hasta el punto de querer irse con ella para arrebatársela al médico. Aquí las figuras se contraponen, porque el médico es un hombre de ideales y Seidler es un hombre que está a la que salta; sin embargo, el peso del muerto le pertenece a él, lo ha suplantado y lo mantiene en la sombra; ante ella, hace que Weidel parezca estar vivo aunque escondido; y no se atreve a revelárselo a la mujer por miedo a perderla; hasta que entiende que la mujer toma una decisión creyendo a su marido aún vivo, pensando que éste la aguarda en el barco que va a partir. Finalmente, el difunto Weidel gana la partida. "Así que abandoné; el muerto era inalcanzable...".

Seidler es el paradigma de la soledad, no se tiene más que a sí mismo y está lejos de la solidaridad que genera los ideales; lo suyo es sobrevivir, pero resulta alcanzado por el misterio de la mujer y la sombra del marido muerto. Tan sólo un muchacho, hijo de una pareja amiga que reside en Marsella, es capaz de conmoverlo. Y la mujer, sobre todo, por la que siente algo parecido a un amour fou. Cuando ella parte, él sabe que se queda sólo con la pareja amiga, el niño y los amigos de la granja. "Lo que les pase a ellos me pasará a mí". No va a huir más. Pasará inadvertido o luchará contra los nazis o será deportado, según vengan las cosas dadas; pero el recuerdo de esta historia lo acompañará mientras viva. Ya no es el mismo.

Digo que la novela está escrita en estado de gracia porque, a fin de cuentas, es repetitiva -tanto como lo es la situación de todos los fugitivos que se apiñan en el Vieux Port, bien es verdad-, pero la insistencia, en este caso, es la medida de la intensidad del relato. Todos los personajes, principales y secundarios, un verdadero retrato múltiple de impresionante verosimilitud, no hacen otra cosa que entrecruzarse, animarse, esperar, decepcionarse, volver a empezar... y, sin embargo, ese tumulto, ese caos atravesado por la historia de deseo y fijación, de compasión y soledad, de afecto y frustración que es el drama de Seidler, se reproduce sin cesar generando una corriente narrativa que recrea, con emoción e inteligencia, un momento histórico singularmente trascendental en la historia de Europa para encarnarlo, pie a tierra, en un hermoso relato de amor, dolor y exilio.

Un barco, en el puerto de Marsella.
Un barco, en el puerto de Marsella.DANIEL MORDZINSKI

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