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Reportaje:

"Mi lunar es malo"

Uno de cada mil españoles tiene un melanoma, un cáncer de piel letal. Sus claves: detección precoz y prevención

Patricia Ortega Dolz

Era muy redondito, casi un círculo perfecto, muy oscuro y pequeño. Era hasta estético. Pero aquella inofensiva mancha en la oreja izquierda, a modo de piercing, resultó casi mortal. "Me lo vio alguien hace un par de años. Yo nunca me lo había visto", recuerda ahora Olga Lamas, de 28 años, que ha buscado sin éxito entre sus fotos para averiguar desde cuando ese lunar formaba parte de su cuerpo. Esa pequeña mancha que primero marcó su oreja y, después, su vida.

Una nueva palabra pasó a formar parte de su vocabulario: melanoma. En estos dos años ha tenido tiempo de informarse y documentarse sobre su significado. Supo que significaba que su lunar "era malo" y que era el término médico que se utiliza para referirse al cáncer de piel más agresivo que se conoce. Supo que su malignidad está en función de su tamaño y que tan sólo 4 milímetros de espesor suponen un 70% de posibilidades de muerte. El suyo tenía medio centímetro de diámetro y medio milímetro de espesor. Un comentario fortuito la hizo llegar a tiempo.

Es el segundo cáncer más prevalente entre los jóvenes, tras el de testículos

Porque Olga, morenaza de ojos castaños, aficionada a los deportes playeros y a tomar el sol en verano, también supo después que el melanoma no se cura. Que tan sólo existen tratamientos paliativos para prolongar la supervivencia y que la clave de la curación, hoy por hoy, es detectarlo a tiempo o prevenirlo protegiéndose de las radiaciones solares.

Olga se había olvidado ya de todas esas largas tardes de su infancia en la playa de Santoña (Cantabria), jugando a las palas hasta que se ponía el sol. Pero su piel no. Las células de la dermis de su oreja, una de esas partes del cuerpo en las que nadie se detiene a ponerse crema protectora, recordaban perfectamente los rayos ultravioletas del sol que durante años penetraron hasta lo más hondo de sus núcleos y modificaron sus códigos genéticos. Primero una, luego otra, y otra célula mutada. Y, un buen día, como ocurre misteriosamente aún en todos los procesos cancerígenos, esas células empezaron a querer tener su espacio y a proliferar. En este caso, con la suerte de que parte de ese proceso era visible y ella misma notó que, con el tiempo, su lunar había crecido, incluso, se había abultado un poco.

La piel sí tiene memoria. Esa es una de las razones por las que, cuando Olga se decidió a ir al dermatólogo a interesarse por su lunar, tuvo que responder a cuestiones como si recordaba haberse quemado alguna vez en su infancia o haber cogido una insolación. Preguntas que entonces le parecieron algo absurdas y para las que no tenía una respuesta clara: "Supongo que sí. Al principio de cada verano, imagino".

"Dos mensajes. Uno, ante cualquier mancha oscura o modificación de un lunar de hace tiempo, hay que ir al dermatólogo. Y dos, la piel no se pigmenta para embellecerse sino para protegerse". Son dos máximas que transmite el doctor José Luís Díaz Pérez, jefe del servicio de dermatología del Hospital de Cruces en Bilbao y presidente de la Academia Española de Dermatología y Venerología, que esta semana celebraba su XXXIII congreso en Salamanca bajo el título "La piel, imagen del interior".

Los datos relativos al melanoma, considerado un importante problema de salud pública en España, y recopilados en este congreso, muestran que el caso de Olga no es, ni mucho menos, aislado. Se calcula que hay un caso de melanoma por cada 1.000 habitantes en España. Es decir, "es uno de los que más incidencia tiene", dice Manuel Fernández Lorente, especialista en estos tumores y perteneciente al servicio de dermatología del hospital Ramón y Cajal de Madrid. Además, es el segundo más prevalente en la gente joven (20-40 años), después del de testículos, y parece que cada vez más frecuente y más en las mujeres que en los hombres. "Que los fotoprotectores no se popularizaran hasta los años 80, ha contribuido a aumentar la frecuencia con la que nos encontramos estos casos. Pero es de esperar que en unos años, y si la gente se sensibiliza, la curva descienda", augura Díaz Pérez.

Las razones por las que pieles como la de Olga, no muy blanca, desarrollan un melanoma y otras más claras no, son un enigma. Del mismo modo que se sabe que fumar provoca cáncer pero hay no fumadores que lo padecen y fumadores que no. Parece probado que la piel clara, el mayor número de manchas en el cuerpo, la exposición al sol -especialmente en la infancia, pero no sólo-, la existencia de un caso de melanoma en la familia o haber tenido ya uno, son factores relacionados con el desarrollo de estos tumores de apariencia inocua para los legos en la materia.

El caso de Olga tiene final feliz porque le extirparon el lunar y no perdió su oreja -la cirugía suele ser muy agresiva-, aunque no puede volver a tomar el sol por prescripción médica. Pero la clave, según los expertos, es la prevención, a la par que avanzan las tecnologías para facilitar su detección. Australia, donde por la climatología y las características de sus habitantes el melanoma alcanzó cotas altísimas, es un ejemplo. Allí, las campañas informativas y el cambio de la publicidad y, con ello, el de un canon de belleza de cuerpos morenos en bañador, redujeron su incidencia a niveles europeos o inferiores. Así que, ahora que llega el verano y los cuerpos se desnudan, siempre será mejor que lo hagan con protección.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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