El tripartito acerca posturas en los puntos de fricción del Estatut
El PSC, ERC e ICV ven en Convergència i Unió el principal obstáculo para la reforma
A una semana de la cumbre que debe dar el impulso final al nuevo Estatut, son ocho los puntos que separan a los partidos catalanes del acuerdo definitivo. Así lo creen los tres grupos del Gobierno tras la reunión para acercar posturas que el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, mantuvo en la noche del viernes con los líderes del PSC, ERC e ICV, José Montilla, Josep Lluís Carod y Joan Saura, respectivamente. Para ellos el obstáculo que vencer es CiU.
Las más de tres horas de reunión entre Maragall y los líderes de los partidos que apoyan a su Gobierno fueron el preludio de una semana que estará plagada de encuentros para llegar a la cumbre parlamentaria del próximo sábado con garantías de acuerdo en al menos seis de los ocho puntos conflictivos.
El problema más peliagudo, el de la financiación, se abordará en todas las reuniones, pero nadie cree que pueda haber acuerdo con Convergència i Unió esta semana. Sin embargo, fuentes de Presidencia mantuvieron ayer que Maragall es optimista en este punto, pues considera que el rechazo del Partido Popular al modelo catalán disminuirá paulatinamente después de que Mariano Rajoy haya autorizado a las comunidades gobernadas por su partido a pedir el sistema de financiación que más les convenga. Ello, cree Maragall, acabará arrastrando a Convergència i Unió a la vía del consenso.
Pero hará falta tiempo, como también habrá que esperar para resolver las discrepancias en lo que a la Ley Electoral se refiere. Aquí los desacuerdos alcanzan al seno del tripartito. ERC y CiU han hecho una pinza esta semana para tratar de evitar que los votos de los ciudadanos de las cuatro circunscripciones catalanas tengan el mismo peso, y ello hace mella en las posibilidades de lograr un rápido consenso.
Con la financiación y la Ley Electoral pendientes, los líderes del tripartito confían en que su reunión con sus homólogos de CiU y del PP el próximo sábado permita llegar a acuerdos en el resto de puntos conflictivos. Así, se prevé un rápido acuerdo para definir cómo incluirá el Estatut la carta de deberes y derechos, y principios rectores que CiU y el PP rechazaban en principio. La inclusión o no de un apartado de derechos colectivos del pueblo de Cataluña también se abordará esta semana. Igualmente se intentará incluir al PP en el consenso en torno a la definición de Cataluña como "nación".
Las discrepancias en lo referido a las mayorías necesarias para modificar el Estatut también podrían rebajarse a la mínima expresión esta semana. Los partidos del Gobierno también creen que se alcanzará un acuerdo en el punto que define si los ayuntamientos o las iniciativas legislativas populares deben tener poderes para pedir una reforma estatutaria. Por último, los miembros del tripartito también se mostraron optimistas con vistas a lograr un acuerdo sobre la organización territorial y para definir la bilateralidad de las relaciones entre el Estado y la Generalitat.
Ayer, el día siguiente de la reunión, la palabra optimismo fue la que más repitieron quienes asistieron a ella para analizar el encuentro. El líder del PSC, José Montilla, insistió en presionar a Convergència i Unió para que se sume al consenso del tripartito en torno al Estatut y la financiación. También Joan Saura (ICV) apremió a Convergència i Unió con el objetivo de que el Estatut pueda aprobarse "antes del 11 de julio". El republicano Josep Lluís Carod Rovira también afirmó que "el acuerdo con CiU es imprescindible".
Sin embargo, el líder de Convergència i Unió, Artur Mas, mantuvo su postura reticente y emplazó al tripartito a no enrocarse en sus posiciones: "Si se mueven, tenemos el ánimo de llegar a acuerdos".
Maragall evita analizar la cohesión de su Gobierno
Mas de tres horas de reunión y una cena a base de arroz y rodaballo no fueron suficientes para abordar todos los temas que Pasqual Maragall y sus socios querían poner sobre la mesa durante el encuentro del viernes.
En el tintero quedó un asunto que cada día causa más inquietud en el Gobierno: la frágil dirección política y la falta de coordinación que en demasiadas ocasiones afecta al tripartito. No se habló de ello por deseo expreso del propio presidente.
Tras dedicarse en cuerpo y alma al análisis de cómo resolver las discrepancias en torno al nuevo Estatut y de la necesidad de que CiU apoye esta reforma, cuestiones más incómodas para Maragall comenzaron a planear sobre la mesa.
Con el postre y el café ya liquidados, la conversación derivó hacia la necesidad de dar mayor unidad a la acción de Gobierno y acabar con el ruido que permanentemente afecta la actividad del tripartito.
Pero el presidente no quiso seguir por este camino y dio por acabada la cena al mirar el reloj y constatar que eran casi la una de la madrugada.
En las últimas semanas, y todavía no recuperados de la crisis del Carmel, los partidos que integran el tripartito se han enzarzado en nuevas polémicas que en nada han ayudado a mejorar su imagen de cohesión.
La construcción de una línea de alta tensión a través de los Pirineos y el proyecto de instalar un centro penitenciario en la Segarra han hecho surgir discrepancias que el presidente prefirió no abordar en la reunión del viernes. Prometió, eso sí, hablarlo otro día.
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