El pudridero
Una constitución es un texto en forma de contrato social que sustituye a una monarquía, o gobierno de un hombre solo. El pudridero del tiempo ha hecho que el hombre solo sea elegido por mayoría en un congreso de representantes del pueblo; y luego ha creado el diputado-masa, la disciplina de voto, el mandato del partido, de forma que el hombre solo vuele a gobernar por sí mismo con un coro de asentidores, turiferarios detrás. Mal asunto. El hombre solo puede interpretar la Constitución y hacerla para sí mismo, con la ayuda del coro y con la podredumbre del lenguaje. Quedan las elecciones para cambiarle: el llamado pueblo soberano ha dejado entrar en su mente la propaganda, la dialéctica impuesta: un "hombre solo" de ese tipo puede conseguir los "medios" suficientes y la maestría propagandista para dominar el voto antes de que el elector llegue a la urna. Estoy pensando en Aznar, el ejemplo más próximo, pero trato de pensar en Chirac, que llegó a la presidencia de Francia presentándose como el único remedio al fascismo, tomando por fascista a La Pen. La izquierda a veces es muy tonta, y se equivocó. En Francia, el partido socialista cae a veces en esa tontuna, y ahora está temblando porque Chirac, hombre solo, ha tomado una decisión que confirma la tesis de que la constitución es el arma de quien manda sin necesidad de cambiar una letra, y quita a su Gobierno para quedarse él íntegro. Lo sano sería que se fuese y convocase elecciones presidenciales. Pero no sé qué sería entonces de los socialistas a los que ha dividido prácticamente en dos el tema de la Constitución europea. Y la ayuda del socialismo español no le ha valido.
El socialismo español ganó el referéndum porque suponía para la simplicidad del ciudadano un apoyo al Gobierno salido tras el desprestigio del hombre solo Aznar; ahora el socialismo español ha pedido el sí en Francia cuando la votación allí significa el rechazo principal de la izquierda a la constitución europea hecha por su Gobierno: ha ayudado a dividir el partido socialista francés y ha perdido. Algunos de sus argumentos han sido grotescos, y lo siguen siendo, y muy editorializables: es un golpe a Europa. No es verdad: es un golpe a un texto que no supone la mayoría europea. Y a la derecha francesa.
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