Compromiso con la sostenibilidad
El futuro de la Cuenca del Guadalquivir pasa necesariamente por la mejora en la gestión. Es indudable que en esta dirección quedan retos en los que los regantes debemos mejorar, pero resulta igualmente incuestionable que ya ha habido avances positivos. Para acreditarlo, basta aportar el siguiente dato: de las dotaciones habituales en la década de los ochenta, situadas en torno a los 8.500 metros cúbicos por hectárea, hemos pasado a unas dotaciones de entre 5.000 y 7.000 metros cúbicos por hectárea, y ello ha sido posible gracias principalmente a la mejora de la eficiencia en la gestión. Recientemente, nuestro regadío ha vuelto a mostrar esa sensibilidad hacia el ahorro apoyando a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir en su decisión de desembalsar para la campaña actual sólo 1.350 hectómetros cúbicos. Como referencia, podemos apuntar que en la campaña de riego de 1999, que se presentaba con rasgos muy similares a la actual, con los embalses muy altos en un año seco, se aprobó un desembalse de 1.600 hectómetros cúbicos.
Para el regadío este mayor compromiso con el ahorro y la optimización de la gestión no es un recurso circunstancial. Antes bien, lo asumimos como un valor esencial de nuestra cultura, un desafío fundamental en el que, como decía antes, ya venimos avanzando, pero aún podemos avanzar más. Cierto es también que el trecho en el que podemos mejorar desde el punto de vista de la gestión es ya muy corto, si no está unido a la modernización del regadío. Para bajar aún más esos niveles, es necesario avanzar, y mucho, en modernización. En este sentido, el compromiso del regadío de nuestra Cuenca también es evidente: actualmente están en marcha proyectos de modernización que afectan a 200.000 hectáreas, de los cuales 100.000 están ejecutados o en desarrollo y el resto en fase de proyecto o licitación. La mejora de la gestión asociada a este esfuerzo de modernización permitirá un ahorro de 150 hectómetros cúbicos.
Todos estos datos acreditan el compromiso del regadío con la sostenibilidad, un compromiso que, hemos de lamentar, no ha sido debidamente acompañado por las administraciones públicas. Su discurso sobre el ahorro y la sostenibilidad ha carecido de credibilidad, porque ha sido permanentemente cuestionado por sus propios hechos. Así, mientras los regantes ahorraban y reducían notablemente las dotaciones medias anuales, las administraciones han sido incapaces de poner freno a la demanda de nuevos regadíos, que han colocado a la Cuenca en una situación de alarma. Los datos de superficie de riego son sencillamente escandalosos, y apuntan a que ya se han superado las 714.000 hectáreas en la cuenca, cuando el Plan Hidrológico de Cuenca (1995) preveía 596.000 para el horizonte 2012. ¿Quién está comprometido con la sostenibilidad: el regadío que avanza en la gestión y que ha hecho una apuesta sincera por la modernización, o las administraciones que han desviado ese ahorro a la implantación de nuevos regadíos, agravando el déficit de la Cuenca?
Por eso, desde el punto de vista de la demanda, la solución de la Cuenca del Guadalquivir no sólo está en manos del regadío. También la Administración tiene mucho que mejorar y, de forma más específica, tiene la obligación de evitar las nuevas demandas de riego. La reciente firma del Pacto por el Agua en la Cuenca del Guadalquivir debe reafirmar a las administraciones, usuarios y otros agentes sociales en este compromiso, que no puede estar supeditado a otros intereses, como ha ocurrido en el pasado. La mayor implicación de los usuarios en las decisiones de política hidráulica y la aplicación de otras herramientas novedosas, como el Banco Público del Agua o la cesión de derechos de uso, son otras políticas que, junto a la modernización y la paralización de los nuevos regadíos, pueden contribuir a una mayor sostenibilidad en nuestra Cuenca desde el punto de vista de la demanda.
Sin embargo, las políticas sobre la demanda son necesarias pero no suficientes. El regadío del Guadalquivir seguirá sometido a graves tensiones y al azar climatológico si estas actuaciones anteriormente reseñadas no van acompañadas de una adecuada política de oferta que dote a la Cuenca de las infraestructuras que necesita. Particularmente necesarias son las obras ya previstas para el Guadalquivir en el Plan Hidrológico Nacional y ratificadas por el actual Gobierno: Arenoso, Melonares (estas dos ya en marcha), San Calixto, la alternativa a Úbeda la Vieja, y sobre todo la Breña II. Por tanto, mejora de la gestión sí, pero acompañada por las administraciones públicas y por una política de oferta que alivie el actual déficit público. En eso se resume nuestro ideario y nuestras convicciones para el futuro, porque a nadie más que al regadío le interesa que nuestra Cuenca sea sostenible, y no sea maltratada como la gallina de los huevos de oro.
Pedro Parias es secretario general de la Federación de Comunidades de Regantes de la Cuenca del Guadalquivir.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.