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El sociólogo Manuel Castells asegura que el modelo turístico catalán es ecológicamente insostenible

Lluís Pellicer

El modelo turístico de Cataluña, también el barcelonés, sólo es sostenible económicamente, y a medio plazo; en cambio, no lo es para la sociedad ni el medio ambiente, concluyó el sociólogo Manuel Castells, catedrático de la Universidad de California, que ayer participó en el congreso internacional Nuevas políticas para el turismo cultural, organizado por la Fundación Caixa de Catalunya.

"Nuestro modelo turístico, el clásico, ha supuesto la urbanización masiva y el descontrol especulativo. La destrucción ecológica daña la calidad de vida y supone la pérdida del atractivo natural. Y todo ello se traduce en paisajes artificializados como el de la Costa Brava", aseguró. Los datos que expuso Castells son demoledores. En la costa gerundense, seguramente la zona turística más conocida de Cataluña, la población censada es de 319.280 personas, mientras que las plazas turísticas disponibles casi alcanzan los 1,2 millones. Este incremento supone un mayor consumo de agua y energía, además del lógico crecimiento urbano.

El turismo catalán, sostuvo Castells, tampoco es sostenible socialmente porque afecta a la identidad y la convivencia de los ciudadanos. Cataluña se ha convertido, argumentó, en uno de los destinos preferidos para el turismo de borrachera. "Un operador alemán, por ejemplo, ofrece a los chicos que terminan la selectividad un paquete por el que pueden beber de forma ilimitada en Lloret de Mar durante nueve días", afirmó. Y en algunas zonas, añadió, como las comarcas fronterizas con Francia, existe hasta un incipiente turismo sexual.

Este modelo social, concluyó, se traduce en "accidentes de carretera, presión del sistema sanitario, deterioro de la convivencia ciudadana, más ruidos por la noche y, en otros entornos, un aumento de las mafias internacionales".

Barcelona tampoco escapa a este modelo que, según Castells, acaba por transformar la cultura autóctona. "Se desestacionaliza la cultura de borrachera y el ejemplo es que ya se puede bailar a partir de las siete de la madrugada en los after hours", aseguró.

Clos eleva el límite

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A la espera de que se elaboren las conclusiones del encuentro, la opinión que predominó es que el turismo tiene unos límites. La ciudad de Barcelona parecía haberse impuesto la frontera de los 13 millones de pernoctaciones, según venían prometiendo hasta ahora los hoteleros y el concejal de Turismo, Jordi Portabella. Ayer el alcalde Joan Clos elevó el listón. Recordó que antes de los Juegos Olímpicos de 1992 los establecimientos de la ciudad sólo facturaban 500.000 noches hoteleras, mientras que el año pasado se superaron los 10 millones. "Nos estabilizaremos cuando lleguemos a tener 16 millones de pernoctaciones", terció.

La bonanza que vive el mercado barcelonés avala el crecimiento turístico para los próximos años. Como también el del resto de España, que, según Castells, en 10 años ha ganado cuota de mercado en Europa. Pero hoy se enfrenta a retos como el descenso de los viajes organizados, que han sustentado el "modelo clásico" catalán.

"Hay margen para la reconversión, porque económicamente la industria turística catalana es viable a medio plazo", aseguró. Pero en unos años, advirtió, es posible que se produzca la tan temida deslocalización. Y países como Cuba, Perú, Croacia y los Emiratos Árabes son los mejor situados para tomar el relevo a Cataluña.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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