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VISTO / OÍDO
Columna
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Cuba

El mes que viene Europa considerará el final o la continuación de las sanciones contra Cuba. Estados Unidos insta a que continúen. El actual Gobierno español, a que, por lo menos, se suavicen. Fidel Castro permite a los disidentes de dentro del país celebrar un congreso para mostrar su apertura política. Pero unos políticos españoles aparecen clandestinamente: llevan visado de turistas, pero van a asistir al congreso. Y una fidelada: Castro expulsa a los dos del PP. Es una tormenta mundial, y española. Somos un país de hipertrofias: Carod se excede con el tema de su bandera en Israel, el Gobierno se pasa en su nota contra la expulsión de ¿quiénes?, unos provocadores, quizá. De una operación que no es la primera vez que sucede con Cuba, y ni la primera que tiene como protagonista a alguien del PP: la operación le vale ataques a Zapatero, que era el valedor de Cuba en Europa, con el estilo grosero habitual del PP; y le vale a Estados Unidos para mostrar a Europa el alcance de la dictadura en Cuba, y a los exiliados de Miami y España -que, afortunadamente, nadie expulsó de aquí ni de allí, aunque vinieran sin visados- y la necesidad de continuar las sanciones. Que no han servido de nada: el pueblo pasa el hambre de las sanciones, y nosotros decimos que esa miseria prueba el fracaso del comunismo: ya pasó con la URSS durante setenta años -y el castrismo continúa; es una dictadura senil. Las sanciones a los países son una canallada más de la política internacional: a un pueblo con dictador se le impone, además, la dictadura del bloqueo. Se hizo con Franco, mientras se planeaban ya las bases de EE UU-, se hizo con Irak, contra el que se ha desatado una guerra contra las personas. La ONU debería estar para evitar ese maltrato a los pueblos cuando no gustan sus jefes. Pero ha colaborado siempre en esta especie de castigo de las siete plagas.

Sin este bloqueo y sin la guerra desde Miami y sin las provocaciones, el comunismo se hubiera disuelto en Cuba, ciertas instituciones hubieran sido abiertas, no hubiera sido necesario el exilio. Pero no lo sé: el pasado no se adivina cuando no sucede. Ya es difícil adivinar lo que ha pasado ahora con los dos del PP. A qué fueron, qué pretendían. Quizá la nueva situación de repulsa y grandes titulares.

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