Una carrera rompepiernas
La 27ª edición de la Cursa de El Corte Inglés reunió a 55.000 corredores y regresó al olímpico
A mitad de la avenida del Marqués de Comillas, Montjuïc arriba, cuando la carrera no había alcanzado ni siquiera su ecuador, el papá, sudando hasta la última gota, se cansó de empujar el cochecito del nene y le pasó el relevo a la mamá, que lo cogió con resignación, temiendo lo que se le venía encima. No hacía ni un kilómetro que se habían incorporado a la 27ª edición de la Cursa de El Corte Inglés, que ayer se celebró por las calles de Barcelona, pero la cosa ya pesaba.
Eso, básicamente, es la Cursa: una carrera popular que todos los años consigue que miles de barceloneses y algún que otro foráneo se levanten el domingo antes de la hora habitual para mover las piernas y echar alguna gota de sudor. Solos, con los amigos, con los hijos o con el perro se lanzan a correr o a caminar o incluso a patinar en un ambiente de fiesta. Aquí, todo vale: hasta incorporarse a mitad de recorrido o cuando sólo resta un kilómetro. La Cursa convocó ayer a 55.000 voluntariosos, una cifra que se queda lejos de las de épocas doradas, pero que la mantiene como la primera carrera de Europa y la segunda del mundo de estas características.
Rompepiernas como pocas, y concluido el Fórum, la Cursa regresó al estadio olímpico -llegar y salir de allí supone dejarse en el camino parte de los gemelos y de los cuádriceps- y premió a Pol Guillén, atleta profesional del Barça que completó el recorrido (11 kilómetros) en 33m 41s. Entre las chicas, Raquel Parrado fue la más rápida, con 41m 20s.
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