Pasiones inconfesables

Tiene un soberbio punto de arranque este pretendidamente sofisticado, aunque en el fondo bastante manido, drama francés hecho a la medida de sus consagrados intérpretes: una mujer madura descubre que su marido le es infiel y paga a una prostituta para que se acueste con él, para estar al tanto de esos gustos más íntimos que la rutina y los años han ido arrinconando entre los más sobados recuerdos.

Tal arranque, no obstante, queda pronto lastrado por dos problemas nada banales: uno, la previsibilidad de todo lo que vendrá, incluida la amistad entre las dos mujeres; y dos, una puesta en escena demasiado presuntuosa... un envoltorio de lujo, vaya, para una historieta de una banalidad apabullante; una película de esas que el lugar común definiría sumariamente como "demasiado francesa".

Que el respetable no se levante y salga a reclamar que le devuelvan la entrada es mérito de los actores, en especial Ardant y Béart, que bordan unos papeles mejor construidos, a pesar de todo, que el de Depardieu, quien en ningún momento, empero, les pierde la cara a sus respetables, respetadas partenaires.