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Columna
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Nueva etapa

Al mirar el sábado pasado la primera plana de un diario, no muy feliz en su presentación, creí que a Patxi López y a María San Gil les habían condenado a dieciocho meses de libertad vigilada. Era tal la cara de funeral de ambos líderes juntos, y tan cercano el gran titular que abría el periódico, que uno tenía que fijarse bien y leer del todo el texto para saber que esa condena se refería a los jóvenes acosadores del muchacho de Hondarribia que se suicidó. La foto de ambos líderes, más que expresar un encuentro para tantear las posibilidades de apoyo ante la candidatura de López a la Lehendakaritza, recordaba la de un velatorio.

Todo ha cambiado en muy pocos días, ha cambiado radicalmente. Del Pacto Antiterrorista, a un nuevo aglutinamiento de fuerzas frente al terrorismo en el que el PP queda aislado. El Pacto implicaba el acoso del terrorismo hasta su derrota; la resolución presentada por los socialistas tras el debate del estado de la nación habilita al Ejecutivo a negociar si ETA depone las armas. Es un profundo cambio formal referido al terrorismo que puede tener todo tipo de consecuencias sobre consensos fundamentales de cara al futuro, y, también, respecto al pasado. Entramos en una nueva etapa, esta vez no la anunciada por Ibarretxe, sino por Zapatero, signo de la nueva generación de políticos españoles.

Quizás se le dé demasiada relevancia institucional -nada menos que por el Congreso de los Diputados (los acuerdos anteriores que sirven de referencia a éste no fueron institucionales, sino entre partidos)- a la simple posibilidad, condicionada al abandono de la violencia, de negociar con ETA. Demasiada relevancia a una expectativa, demasiada publicidad al terrorismo. Pero, ¿quién se va negar a aprobar esto ante la más mínima posibilidad de paz? Sólo los que apuestan por la derrota de ETA para conseguirla. Sólo los que saben que la manera más rápida de alcanzarla es su derrota, como fue derrotado el IRA. Luego vienen, más o menos apañadamente, las soluciones. El que sale derrotado de esta contienda es el PP, y Zapatero consigue un marco de encuentro, desafortunadamente en el tema terrorista, con los nacionalismos e IU, de los que depende su permanencia en el poder. El PP está perdiendo la batalla de la propaganda. Debiera saber que la gente quiere sueños optimistas, que esta sociedad no está preparada para negar cualquier posibilidad, sea o no la adecuada, a la paz. Te ofrecemos la oferta amable para alcanzar la paz. Vale, estupendo.

El pacto antiterrorista pasa a mejor vida y volvemos a un remake de antiguas declaraciones, cuando lo único que funcionó, limitadamente con los polimilis, fue la discreta relación directa con el Ministerio del Interior, sin mediadores interpuestos ni grandes declaraciones parlamentarias. A estas alturas de la película se debería saber que, si existe una posibilidad real de paz, cualquiera bendice los contactos, como siempre ha pasado, y se evita la propaganda que los entorpece. Lo de ahora es ofrecer un protagonismo desmesurado a ETA y a los abundantes mediadores que hay y van a aparecer con sus condiciones políticas.

Pero volvamos a la foto de López y San Gil. Supongo que éste le habrá pedido explícitamente apoyo. Si no, estaríamos en una situación surrealista: la de aquel devoto de la Virgen de Begoña a quien, una y otra vez, le pedía la gracia de que le tocase la lotería; y era tanta su insistencia que un día la Virgen, ya cansada, se dignó a hablarle para aconsejarle que al menos comprase un numerito. Espero que por lo menos pase eso. Y si ocurre que Ibarretxe tenga que pasar a la oposición y sea sustituido por López, que piensen los estrategas de esta nueva generación que la cosa de la paz con el apoyo de la política va a complicar mucho tanto la paz como la política durante un periodo. Por eso, cuando se hace frente al terrorismo, es mucho mejor dejar la política a un lado.

Bueno, nueva época, consecuencia de nuevos líderes. Arrumbamiento del PP en su terquedad principista y consignas para el consumo de masas. ¿Irá todo a peor? No, tampoco. No pasará nada, siempre que siga funcionando la policía y la colaboración internacional. Siempre que se vigile el renacer de la kale borroka, siempre que el Estado no desaparezca de Euskadi como pasó hasta no hace muchas fechas, y siempre que las cuatro bombas del sábado no signifiquen nada.

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