Simone Bitton retrata la sinrazón del muro de Israel
La directora judía estrena en Alemania el documental, realizado en 2004
Para llamar la atención sobre el conflicto de Oriente Próximo no se precisa de voces agudas, ni abundantes palabras, ni imágenes de coches bomba. La judía natural de Marruecos Simone Bitton (1955) realizó en 2004 un documental, planteado como una road movie, sobre el muro que separa Israel y Palestina, que muestra imágenes de un paisaje apacible. Las colinas contrastan con una hostil construcción de hormigón y de alambre de púas que un día alcanzará 650 kilómetros de longitud y que Israel empezó a levantar en 2002.
"Es un país pequeño. Su atractivo es muy frágil y modesto. Hay poca agua y muchos olivos. Su belleza se debe al trabajo del hombre. Durante siglos y siglos se construyeron terrazas, aldeas e iglesias", explicó Bitton esta semana con motivo del estreno en Alemania de Muro, su decimoquinto filme, ganador de varios premios internacionales, entre los que destaca el Freedom Spirit Award del festival de Sundance.
"Amamos tanto nuestra tierra que la encerramos", dice un campesino
La autora de Muro, que tiene una duración de 96 minutos, señaló que uno de los principales mensajes de su filme es que a toda esa gente que les llevó tantos años crear aquella armonía se la puede llegar a destruir completamente con 500 tractores oruga en tan sólo 10 años.
Bitton lleva al espectador a ritmo lento y con un tono meditativo a la situación concreta de los trabajadores rusos, palestinos, búlgaros o israelíes que pasan a diario los controles para llegar a su trabajo. Uno de los ejemplos más dramáticos que ha creado la presencia del muro lo viven los campesinos, a los que se les cierra la posibilidad de acceder a sus tierras. "Es el comienzo de una expropiación", denuncia uno de ellos en el documental. Este mismo campesino dice una frase que la propia Bitton considera una metáfora "adecuada" para explicar el conflicto: "Amamos tanto nuestra tierra que la encerramos". La documentalista considera que este amor puede llegar a convertirse en un sentimiento "nada saludable". Según Bitton, los israelíes no se dan cuenta de que "cuando amas tu tierra tienes que sentir que perteneces a ella y no que ésta te pertenece a ti".
Al espectador que no entienda árabe o hebreo le resulta difícil saber en qué lado del muro se encuentra la cámara, porque los idiomas suenan muy similares. De todas maneras, son pocas las frases que complementan el impacto visual, y no aparece ninguna explicación que sirva de hilo unificador a esas imágenes. El hilo conductor es el propio muro que atraviesa los campos y las ciudades como una herida. La única persona que tiene mayor presencia es un alto funcionario israelí que va explicando detalles de la obra en construcción. Esta "medida muy efectiva contra los palestinos", en opinión de este funcionario, tendrá un coste final de dos millones de dólares por kilómetro, "un derroche de dinero" para un judío de mediana edad que se burla con esta frase: "¿Una barrera como solución? Es un chiste".
Israel empezó a construir en 2002 este muro de 650 kilómetros de largo, compuesto por paneles de hormigón de hasta ocho metros de alto, vallas electrificadas, circuitos cerrados de televisión, torres de vigilancia, caminos para patrullas de vigilancia y ametralladoras teledirigidas. Bitton destaca en esta road movie que la barrera es un "crimen horrible", pero que, no obstante, la gente logra atravesarla.
¿Quién tiene miedo a quién?
La cámara quieta, que espera que sucedan cosas frente, o en torno, a ella, capta una de las escenas más reveladoras: en medio de un mar de hormigón llega un autobús. Dos soldados con la ametralladora en la mano se ponen de inmediato en estado de alerta. Sus caras no esconden el miedo y la tensión. Los jóvenes protegen a los nerviosos peregrinos que bajan uno por uno del vehículo con el fin de visitar la Tumba de Raquel en Belén. Una mujer corre hacia el soldado y le entrega chocolates, dándose la vuelta en el mismo instante. Según Bitton, es la escena clave de Muro: "El soldado tiene miedo porque se encuentra en el centro de una ciudad árabe, pero nosotros deberíamos tener miedo porque él lleva el arma. Esto muestra la esencia de toda esta locura. ¿Quién tiene miedo a quién?, ¿por qué la persona fuerte es la que le tiene miedo a la débil? ¿Qué le estamos haciendo a este lugar? ¿Por qué no lo liberamos?".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.