La guerra pasa a un segundo plano
El conflicto de Irak preocupa cada vez menos al Gobierno y a los ciudadanos de EE UU
Espantados por la monstruosidad de Jerry Hobbs, que mató el sábado a dos niñas de ocho y nueve años -su propia hija y una amiga-, molestos por el elevado precio de la gasolina y contentos por las últimas cifras de empleo, los estadounidenses no piensan mucho en Irak. Y el Senado, que acaba de confirmar por unanimidad otro presupuesto bélico extraordinario (82.000 millones de dólares, 64.000 millones de euros), tiene una guerra distinta entre manos, la que se libra sobre el bloqueo de nombramientos de jueces por parte de George W. Bush. Irak está fuera del radar de la actualidad en Estados Unidos.
Ni la sociedad ni la clase política ni los medios de comunicación han borrado la guerra por completo. Aunque, en segundo plano, se informa sobre los atentados terroristas y suicidas, la batalla contra los insurgentes cerca de la frontera con Siria o las dificultades del nuevo Gabinete iraquí. Pero la caída de la tensión tras la dura campaña electoral y el cansancio informativo ayudan a que el conflicto se difumine.
El 57% de los estadounidenses cree que la guerra no mereció la pena, según un sondeo
Ha tenido que ser un diario populista como The New York Post el que ha editorializado bajo el título Todavía en guerra, no para reprocharlo, sino para celebrar la última ofensiva y para decir que "EE UU está de luto por los muertos en Irak y en otros lugares en los que se libra la guerra contra el terror, y saluda a los militares por el vital trabajo que están haciendo".
Por su parte, el secretario de defensa, Donald Rumsfeld, "confía en que las operaciones en Irak y Afganistán se mantengan lo suficientemente estables como para permitirle concentrar su atención en otros asuntos", asuntos relacionados con su tarea de transformar el Pentágono: modernizar el Ejército y hacerlo más ágil, según deduce The New York Times después de una entrevista con el secretario de Defensa.
Este objetivo, junto con el de redistribuir las tropas cuando el reclutamiento ha caído notablemente, se vería beneficiado por una mejor situación en Irak, algo que no ocurre. Aún así, Rumsfeld ha sustituido las videoconferencias que mantenía con los mandos en Irak por llamadas telefónicas más espaciadas.
Los centros de análisis ya no convocan a sus expertos para hablar del callejón sin salida en el triángulo suní o de la relación entre los grupos étnicos y religiosos; en política exteriores más atractivo discutir el avance del autoritarismo en Rusia.
Y en política nacional -que ha vuelto a recuperar el monopolio de la escena que perdió en la campaña electoral- los debates que interesan tienen que ver con la reforma de las pensiones o la inmigración, los planes republicanos para dinamitar el tradicional filibusterismo en el Senado o las especulaciones sobre si Hillary Clinton y Condoleezza Rice competirán por la presidencia en 2008.
Irak aparece menos en el mapa de EE UU porque el panorama es más feo. Una cosa es que la sociedad esté distraída, y otra, que no cale poco a poco el impacto de 1.600 soldados muertos y más de 12.000 heridos y la ausencia aparente de una estrategia de salida. Y según el último sondeo Gallup, el 57% de los estadounidenses cree ahora que la guerra no mereció la pena, frente al 41% que opina lo contrario. El 56% dice que la situación es mala o muy mala, 11 puntos más que en marzo. Pero el incremento de la violencia y la inseguridad que impide la normalización y la reconstrucción exige una actitud activa de Estados Unidos: "Dos años después de la guerra y tres meses después de unas elecciones que parecían ser un referéndum a favor de la política pacífica, la violencia insurgente continúa siendo un obstáculo en el camino hacia el nuevo Irak", como escribe en The Washington Post Hiwa Osman, un kurdo iraquí del Instituto de Guerra y Paz de Londres.
Y aunque la política internacional cuente menos en Washington, la Casa Blanca, que ha reivindicado la primavera democrática en la zona y ha atribuido buena parte de su mérito a la sacudida iraquí, no puede permitirse el lujo de que el pesimismo creciente sobre Irak contamine otros proyectos.
El desarrollo del proceso político -afianzamiento del Gobierno elegido y la redacción de la nueva Constitución-, la mejora de la seguridad y la preparación de las fuerzas iraquíes son las únicas garantías de que las tropas estadounidenses podrán disminuir progresivamente su presencia en Irak. Pero la Operación Matador en la provincia de Al Anbar pone de manifiesto que la resistencia se ha extendido "hacia el oeste, desde la caída de Faluya, y ahora tenemos lo que podríamos llamar el corredor Ramada-Hit", como admitió el martes en el Pentágono el general James Conway. Aunque la resistencia sufrirá el corte de las líneas con Siria, el nuevo brote demuestra que la guerra continúa.
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