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EL DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN
Columna
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Rajoy, ¡touché!

Fue Duran Lleida quien, inmediatamente después del duelo entre Zapatero y Rajoy, explicó lo que acababa de ocurrir. "Ni todo es tan idílico como se desprende de las intervenciones del presidente, ni tan negativo, incluso apocalíptico, como pudiera deducirse de las posiciones del principal partido de la oposición", explicó el portavoz de CiU al subir a la tribuna.

Zapatero y Rajoy protagonizaron un duelo de dos tiradores de esgrima. Tras ponerse en guardia, ambos dieron muestras de una gran concentración, una cualidad indispensable. Mientras Zapatero mostró más destreza con la marcha, que exige un acercamiento al rival antes de iniciar el ataque de tocado, Rajoy practicó casi siempre la posición de flecha, dejando desequilibrar su cuerpo hacia adelante a por el rival para tocarle por velocidad. Zapatero, en cambio, amagó con la posición de fondo, adelantando la pierna, para intentar la estocada, y utilizó el paso atrás para alejarse ante el ataque para lanzarse en flecha contra Rajoy.

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Zapatero describió un balance perfecto. Aunque dijo que en el Gobierno no todo han sido aciertos, se guardó bien de identificarlos. Pero no fue la pintura maravillosa la que determinó el tono y el contenido del discurso de Rajoy, que ya estaba básicamente escrito.

En círculos próximos al líder del PP se había anticipado que su discurso no defraudaría los sentimientos aznaristas del partido. Rajoy dio una vuelta de tuerca sobre otra en torno al riesgo de la ruptura de España que supone, según él, la presunta actuación irresponsable de Zapatero con la reforma de los estatutos y la modificación del sistema de financiación. Fue evidente, a medida que replicaba y duplicaba, que no defraudaría. A ese sector de su partido, claro.

Ambos describieron dos países diferentes. Problema: mientras Zapatero exageró, sin duda, el balance, Rajoy buscó el ataque de tocado desde una realidad ya no apocalíptica ni catastrofista... sino inexistente. Todo, en su discurso, son los riesgos, transformados en profecías terribles. El PP ha desarrollado con esas profecías una relación perversa, la de desear que se cumplan.

Cuando Zapatero explicó que el PP había modificado el sistema de financiación para Cataluña tras ganar en 1996, vino a decir: cuando a ustedes les convino -el PP necesitaba un pacto con CiU para gobernar- la reforma resultaba buena para España; ahora que el PSOE intenta avanzar en esa modificación la reforma es, por definición, muy mala. A esta conducta se le llama psicopatía.

Zapatero se lanzó en flecha con precisión. Se reservó para el final una estocada directa. Rajoy había sido durante todo el día el señor no. Alternativas, no dio ninguna. Zapatero denunció su discurso negativo. Y logró con ello un nuevo touché, la palabra que los árbitros gritan cuando uno de los tiradores consigue rozar a su rival.

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